Opinión | LA VENTANA LATINOAMERICANA

Vox y Podemos en América Latina

Los protagonistas han cambiado y en los últimos años el peso de los vínculos políticos a ambos lado del océano ya no los lleva ni el PP ni el PSOE

Pablo Iglesias e Irene Montero, en un acto de Podemos

Pablo Iglesias e Irene Montero, en un acto de Podemos / A. Pérez Meca

Tradicionalmente, las relaciones políticas de España con América Latina, y aquí no me refiero a las relaciones diplomáticas sino a las que mantenían a ambos lados del Atlántico los distintos partidos entre sí, habían estado a cargo del Partido Popular (PP) y del Partido Socialista (PSOE). Esto tenía lugar bien a través de la interacción con sus respectivos “partidos hermanos”, o bien con aquellas agrupaciones próximas o que se movían en una similar sintonía política o ideológica. Inclusive las internacionales (como la internacional demócrata cristiana, la liberal o la socialista) y las fundaciones alemanas jugaban un papel relevante. En este espacio, incluso, el Partido Nacionalista Vasco (PNV) tenía bastante que decir.

Claro está que al margen de la tendencia principal había otro tipo de relaciones, pero ni con la misma intensidad ni con similar trascendencia. Esto ocurría, por ejemplo, con el Partido Comunista y sus redes tradicionales. También ETA y su círculo de influencia había establecido una tupida trama de alianzas con otros grupos latinoamericanos de extrema izquierda, mayoritariamente presentes en el Foro de São Paulo, en especial aquellos que seguían vinculados a la lucha armada, como las FARC. Por su parte, algunos grupúsculos de extrema derecha también mantenían contactos con estructuras similares al otro lado del Atlántico. Pero éstos eran esporádicos y ocasionales y no respondían a estructuras y objetivos permanentes y de mayor proyección.

Hoy las cosas ya no son así, han mutado profundamente debido a los intensos cambios ocurridos a ambos lados del Atlántico. Por un lado, porque tras la crisis de 2008 los dos partidos tradicionales (el PP y el PSOE) se han centrado más en España y en Europa, al tiempo que el retroceso del bipartidismo y el declive de las internacionales también tenía sus efectos. En su lugar, Podemos y Vox han irrumpido con fuerza y ocupan un lugar destacado en el panorama político español. Por el otro, la crisis de los sistemas partidarios en muchos países de América Latina y la práctica desaparición o la caída en la irrelevancia de buena parte de los partidos históricos ha dejado a las grandes agrupaciones españolas sin sus interlocutores habituales.

¿Quiere decir esto, cómo se afirma en tantos otros órdenes de la realidad, que en lo que atañe a las relaciones políticas con América Latina, España ha abandonado a la región y su presencia es irrelevante? En absoluto. Lo que sí ha ocurrido es que los protagonistas han cambiado y en los últimos años el peso de los vínculos políticos ya no los lleva ni el PP ni el PSOE sino Vox y Podemos. Son ellos los que se han convertido en los interlocutores favoritos de aquellos partidos situados en los extremos del espectro político ideológico en América Latina.

Los contactos de Podemos con buena parte de los líderes populistas de la izquierda latinoamericana se sostienen en una actividad intensa desarrollada a comienzos del siglo XXI. La llegada del chavismo al poder y la labor de Fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales) y de Roberto Viciano en la redacción de las nuevas constituciones bolivarianas (Venezuela, Bolivia y Ecuador) fue importante, así como la presencia de quienes serían luego destacados líderes de Podemos, como Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias.

El desembarco de Vox es más reciente y se sostiene en lo que se conoce como la Carta de Madrid, impulsada por la Fundación Disenso, la Fundación de Vox. Se trata de un documento breve, redactado con el objetivo de sumar fácilmente adhesiones aquí y allí, que tiene el principal objetivo declarado de promover la “defensa de la libertad y la democracia en la Iberosfera”. La idea central es que “una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica”. A partir de aquí, algunos dirigentes de Vox, como el eurodiputado Hermann Terstch, se han mostrado muy activos en la región con el intento de sumar aliados y adhesiones para su causa.

Unos y otros se apoyan en la crispación y en la descalificación plena del enemigo (no del contrario), de modo que la idea de la guerra cultural termina siendo la conclusión lógica de tal andadura. A partir de estas premisas los contactos políticos entre Vox y Podemos y sus respectivos aliados transatlánticos se han intensificado en los últimos años, en una relación política que bien puede calificarse de ida y vuelta, al igual que ocurre con las habaneras.

La principal consecuencia del desembarco de los “nuevos” partidos españoles en América Latina es que se ha perdido la centralidad de antaño en beneficio de prácticas definibles a priori como polarizantes y que poco ayudan a la consolidación de la democracia. Por ello sería importante que tanto el PSOE como el PP volvieran a mirar a una región a la que nunca debieron abandonar, más allá de su insistencia en que pese a todo mantienen los vínculos con sus pares latinoamericanos. Pero, más allá de la retórica, de haber sido esto así hoy no estaríamos hablando de estas cosas.