NEGOCIACIÓN TRAS EL 23J

El PSOE fija el final de otoño como plazo para investir a Sánchez: “Sin prisa”

Los socialistas admiten que la primera fase para negociar la investidura pasa por manejar los tiempos con pausa y discreción para tratar de que ERC y Junts bajen a "posiciones posibilistas"

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont

Pedro Sánchez y Carles Puigdemont / Albert Gea /Agencias

Isabel Morillo

Isabel Morillo

El calendario de negociación de los socialistas tiene una primera parada, la del 17 de agosto con la constitución de las Cortes, la votación de la presidencia y de la Mesa del Congreso. Pero hay una advertencia que repiten desde el PSOE: tras arrancar esa hoja del calendario, todo no habrá hecho más que empezar. “No es que no tengamos prisa es que hay que ir construyendo las alianzas poco a poco”, matizan desde el equipo negociador socialista. Forma parte esencial de una estrategia con la que buscan dar tiempo a ERC y Junts convencidos de que la realidad política les conducirá hacia “posiciones posibilistas” que puedan permitir un acuerdo que el PSOE ve “difícil pero no imposible”.

Pedro Sánchez se fue a Marruecos de vacaciones. Los ministros María Jesús Montero y Félix Bolaños fueron ocupando el espacio mediático del PSOE con “la discreción” como lema. Un reguero de diputados electos han ido desfilando a cuenta gotas por el Congreso para presentar sus credenciales. La primera semana de agosto ha revelado que el PSOE maneja tiempos largos para la investidura de Sánchez. “Paso a paso”, “todo a su tiempo”, “no hay prisa”, “calma”, “tiempo al tiempo”… reiteran en sus declaraciones públicas y privadas. Hay conversaciones pero sin papeles. La orden de Sánchez ha sido tender puentes, abrir contactos preliminares, tocar puertas y dejar reposar el diálogo. Hay gestos -financiación, lenguas cooficiales- pero poco más.

Más allá de octubre

Los cálculos de los dirigentes socialistas consultados sitúan en el próximo otoño el esprint final para cerrar el acuerdo político que investirá al presidente del Gobierno. “A partir de la constitución del Congreso quedarán tres meses por delante, mínimo”, señalan desde el PSOE, convencidos de que aún queda una larga carrera de fondo y dejando claro que hay que frenar “la ansiedad”. El propio Sánchez ha tratado de trasladar a su equipo ese espíritu de “serenidad” que quieren que presida unas negociaciones que asumen que serán muy complicadas.

La mirada está puesta más en Barcelona que en Madrid, admiten en el equipo de Sánchez. Hasta el momento los mensajes de ERC y Junts no se relajan. Ambos exigen un referéndum de autodeterminación para Cataluña y una amnistía para los encausados del procés. Ninguna de esas exigencias caben en la Constitución, replican desde el PSOE con suavidad y evitando el frentismo, asegurando que entienden todas las posiciones pero confiando en que “el balón baje al suelo y haya partido”. Es lo que verbalizó el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, dejar atrás “posiciones de máximos” y repensar que “nadie entendería” que los independentistas catalanes no se muevan de sus reclamaciones. Desde el otro lado el mensaje es claro, si Sánchez quiere la investidura que ponga su oferta sobre la mesa. Esa propuesta concreta tardará en llegar. De momento tocan gestos, insinuaciones, mensajes sobre la financiación o las lenguas cooficiales pero poco más. “Queda tiempo, calma”, repiten.

Espacio al independentismo

El primer paso en las negociaciones pasa por dar espacio al independentismo catalán para que "hagan su propia digestión", confirman desde el PSOE. Los socialistas confían en que tras “los aspavientos” propios de la primera fase, ERC y Junts se reconduzcan a “posiciones posibilistas”. El PSOE cuenta con que el contexto político no es fácil para los nacionalistas catalanes. El ascenso del PSC ha movido el tablero político catalán y dificulta cualquier paso de los independentistas. Nadie pierde de vista que la negociación es complicada y la orden es “trabajar con mucho equilibrio”. La primera fase es casi de observación, de dar tiempo, de ver como respiran quienes tienen en su mano el futuro Gobierno y de comprobar cómo gestionan su puzzle interno los propios partidos catalanes, en un momento díficil, donde admiten que pese a que las urnas digan que el independentismo pierde fuelle hay dirigentes que se niegan a desandar los pasos y bajar las banderas.

Los socialistas se conducen casi con la teoría política de la fruta madura, convencidos de que habrá movimientos en Junts y ERC, conscientes de la encrucijada política en la que se encuentran, que conducirán a los independentistas a relajar sus exigencias. El último CIS arroja datos “muy interesantes”, admiten los socialistas. El 66,6% de los votantes de ERC prefiere a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, el 56,7% de los votantes de Junts, el 63,6 de los de PNV y el 50,8% de EH Bildu. No hay “ningún incentivo” para los partidos independentistas catalanes en abrir de nuevo las urnas, repiten en el PSOE. En el caso de Junts, los cálculos en el puente de mando del PSOE indican que si tienen siete diputados tras el 23 de julio, en unas nuevas elecciones podrían bajar a cinco, porque hay dos que dependen de “un puñado de votos” (Tarragona y Girona). “A nadie le interesa una repetición electoral”, remarcan.

Los antecedentes

El único plazo establecido lo marca el artículo 99.5 de la Constitución: “Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso”. Es lo que ocurrió en 2016 y en 2019. No hay fecha establecida para que el Rey llame a un candidato a intentar una investidura desde que se constituya el Congreso. Lo habitual hasta ahora ha sido que discurra un mes o como máximo dos.

El escenario no es nuevo en España. La primera investidura no otorgada a un candidato a la presidencia del Gobierno se registró en el Congreso en marzo de 2016. Las elecciones de diciembre de 2015 acabaron con el bipartidismo tradicional en España y abrieron el Congreso al multipartidismo. El bloqueo obligó a repetir elecciones en junio de 2016 y en pleno agosto sería Mariano Rajoy quien protagonizaría la segunda investidura fallida de un candidato a la presidencia del Gobierno de España. No sería hasta octubre cuando un nuevo intento daría el Gobierno a Rajoy, con la abstención de los socialistas. Entonces transcurrieron cuatro meses entre la cita con las urnas y la designación de un presidente del Gobierno. Es el panorama político más parecido al actual, admiten varios diputados consultados por este periódico. Si se repite la misma agonía para que una investidura salga adelante no sería hasta final de noviembre cuando se vuelva a estrenar Gobierno.

En la repetición electoral de 2019, las elecciones se celebraron el 28 de abril, el Congreso se constituyó el 21 de mayo y la investidura fallida de Pedro Sánchez se registra en el Diario de Sesiones los días 22, 23 y 24 de julio. En esta ocasión transcurrieron tres meses hasta esa votación, después se disolvió la Cámara y se volvieron a convocar elecciones para el 10 de noviembre de 2019. Es lo que no quieren que ocurran, convencidos de que esa vuelta a las urnas solo sería “una nueva oportunidad” para el bloque de PP y Vox, los únicos que sacarían ventaja en ir a esa especie de reválida.