SAN ISIDRO

Así se fraguó el auge del madrileñismo: "Había necesidad de sentir orgullo frente a los estereotipos"

En los últimos años se ha exacerbado el sentimiento de pertenencia a una región que siempre fue amalgama de diferentes culturas

NACHO GARCÍA

NACHO GARCÍA

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Umbral decía que Madrid era la “ciudad más abierta de Europa” porque estaba conformada por “una pluralidad de provincias del casticismo” que devinieron en lo que, en tono cheli, se bautizó como ‘los madriles’. Ninguna ciudad de nuestro país, es cierto, representa mejor que Madrid la suma de identidades distintas, donde un señor o una señora de Murcia o de Ferrol pueda sentirse tan madrileño como el que más. Ya saben los clichés: Esta ciudad acoge a todo el mundo. Nadie se siente de fuera en Madrid. Se es madrileño desde que se llega a la ciudad. Ya lo dijo Machado: “Madrid es el rompeolas de España”.

Pese a los diferentes orígenes y procedencias de sus habitantes, lo cierto es que durante los últimos años ha habido un notable auge del madrileñismo, del sentirse “de aquí, de Madrid”. Y para ello no hace falta ni ser gato ni tener ocho apellidos castizos (de haberlos). Se puede comprobar esta misma semana, con los niños de los colegios de la capital yendo todos vestidos de chulapos y chulapas, con las tiendas de trajes tradicionales vendiendo mucho más que de costumbre y con una Pradera de San Isidro que esté hoy [quizá más que nunca] a reventar de parpusas. Lo madrileño está de moda. Tanto que algunos supermercados montan incluso la semana de los productos madrileños. 

En el último CIS que preguntaba al respecto (2015), sin embargo, los madrileños eran los más descastados con su autonomía. Mientras el 80% de los extremeños, por poner un ejemplo, decía sentirse tan español como extremeño, esa cifra bajaba al 44% en el caso de los madrileños porque cerca de un 27% declaraba sentirse solo español. Es decir, a uno de cada cuatro no le quitabas el soniquete del “yo soy español, español, español” ni aunque lo intentases. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo se ha desarrollado este fenómeno? ¿Por qué ahora ser de Madris está fetén? 

Identidad residual

“El caso de Madrid es muy interesante porque ha ido generando una identidad madrileña que hasta hace poco era algo residual, y estaba más vinculada a la identidad española, al centro de poder”, explica Sergio Andrés Caballero, profesor de Sociología de la Universidad de La Rioja experto en identidades colectivas. “Madrid cargaba con el estereotipo de capital de provincia grande, mesetaria, parecía que no había elementos para construir una identidad, pero sí los había, ese orgullo de ciudad abierta, de libertad, de las terrazas...”. 

En ese sentido, una figura clave sin duda en ese proceso de madrileñización ha sido Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, que ha hecho gala de esa ideosincrasia propia de la región trufándola en sus discursos, haciéndola propia. Léase algunas frases típicas de sus alocuciones como “Madrid es España dentro de España”, “Madrid no es de nadie porque es de todos” o “ La caña de España vuelve con alegría a muchos bares” cuando se volvieron a abrir los bares tras la pandemia del Covid [en Madrid, ya saben, se dice que se tira la mejor caña del país]. 

Estereotipos

“Una identidad es una construcción social. Si no hay estructuras de plausibilidad, sin embargo, la sociedad no te lo va a comprar, pero Ayuso ha sido muy hábil en eso porque tenía los ingredientes para hacerlo, y creo que había una necesidad de los madrileños de sentir orgullo frente a los estereotipos y los perjuicios por ser el centro de poder. Lo ha sabido canalizar, pero yo creo que es algo que la trasciende, porque si no no lo compraría tanta gente”, prosigue el profesor de Sociología.  

Dos chulapos bailan un chotis en la Pradera de San Isidro de Madrid.

Dos chulapos bailan un chotis en la Pradera de San Isidro de Madrid. / EFE

El repunte del madrileñismo, en cualquier caso, no se entendería sin la reivindicación de lo español. “Es que no hay un conflicto de identidad entre lo madrileño y lo español, son complementarios”, aprecia Caballero. Cristóbal Torres, catedrático y director del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid, se pronuncia en la misma línea, ya que los dirigentes madrileños -Ayuso y el alcalde de la capital- tienen una “clara propuesta de articular un discurso político diferencial de que lo regional no es incompatible con lo español”. A más a más, explica, realzan “la pluralidad o diversidad de esa noción de España” que existe en Madrid por la diferente procedencia de sus gentes frente “al adversario, en este caso el independentismo después del 1-O”.

Torres, que, aunque sea de Alicante, asegura también sentirse madrileño tras muchos años viviendo aquí, matiza aun así que el proceso de “reivindicación de lo propio, de lo local, de lo autóctono”, es algo muy común a todas las sociedades en el mundo dentro del proceso general de globalización que vivimos, que hace que todas las ciudades y sociedades occidentales parezcan un poco más iguales. Esa contraposición contra una homogeneidad global explicaría también, según aprecia, “el fenómeno global del auge de los nacionalismos”. 

"Lo propio"

La España de las autonomías de alguna medida propició el auge de los regionalismos, ya que anteriormente se fomentaba más una identidad española. “Es la idea de que el órgano crea la función, revitalizando lo propio, lo diferencial”, apunta Torres, que pone como ejemplo no solo a los gobernantes sino a los propios colegios madrileños estos días, donde los niños se disfrazan de chulapos. “Se impulsan este tipo de cosas, transmitir a los niños lo propio, lo nuestro, lo cercano, frente a un colectivo global, despersonalizado, distante, que puede arrasar con toda la riqueza cultural”.   

Para el doctor de Sociología de la UAM este fenómeno se ha venido larvando durante muchos años y ha cuajado en la España de las autonomías, donde “Madrid es la más diferencial, porque se diferencia del resto por ser la capital, por la centralidad", donde se reivindica "lo diferencial pero dentro de un conjunto que es la idea de España, plural, unificada a partir de un principio más general, poniendo en valor la riqueza de las distintas partes”.  

Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, vestidos de chulapos en el San Isidro de 2019, junto a Pablo Casado.

Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, vestidos de chulapos en el San Isidro de 2019, junto a Pablo Casado. / DAVID CASTRO

“Madrid ciudad”, añade Sergio Andrés, profesor de La Rioja, “galvaniza todo. Se han recuperado cuestiones de la tradición, del folclore, del chulapismo, y en cierto sentido la defensa de los toros. Al final cuando tú coges elementos para tu identidad tienen que tener un sentido, no se constituyen identidades en el vacío”.

Para el experto en identidades, el cambio de la visión que se tiene de Madrid, que era vista como “una ciudad mesetaria, desordenada, que salía perdiendo en comparación con Barcelona” ha sido favorecido por el turismo, y esa sensación que ofrece de que es una “ciudad acogedora y abierta”, que tiene una identidad “más allá del concepto de capital del Estado”. 

Orgullo

“Nos encontramos con una ciudad que ha sabido transformarse de cara a fuera, dotarse de orgullo para sus habitantes. Ningún artista te hubiera hecho un disco que se llamará ‘El madrileño’ hace 20 años. Es algo inconcebible”, aprecia sobre el disco de C. Tangana Sergio Andrés, al que sorprende mucho la frecuente presencia de banderas españolas en los balcones, “ya que han sabido generar una identidad madrileña complementaria con la española que en otros territorios no es tan expansiva tan explicito”. 

Para el sociólogo riojano también ha influido en ese orgullo madrileño “la valoración positiva del proceso migratorio y la identificación con el destino” y eso es un elemento más en esa conexión del territorio con el individuo, igual que hay “mucho inmigrante mexicano en EEUU que vota a Trump”. 

Hay quien piensa, sin embargo, que el apego de los madrileños por Madrid “ha existido siempre”, como sostiene el escritor madrileño José Ovejero, que atribuye este auge del madrileñismo al “componente político” donde se ha “intentado crear una identidad” como las que surgen en movimientos nacionalistas “para afianzar el poder”. “Madrid no es como Cataluña o País Vasco donde hay una lengua y una cultura diferentes que cuando se ven atacadas se genera un afecto más profundo a las propias raíces, de forma artificial. Aunque eso no significa que no haya un apego afectivo, pero este se instrumentaliza y se vuelve algo manipulable”, dice el escritor, varias de cuyas novelas transcurren en Madrid. 

Para Ovejero que Madrid sea el “centro de poder de la administración” siempre ha supuesto un “buen aparato de propaganda a su favor” y ha tenido “una gran capacidad de atracción cultural” aunque no fuera una “cultura puramente madrileña la que se exportara”, ya que, por ejemplo, argumenta, la zarzuela es “muy madrileña, pero buena parte de los compositores eran de Salamanca, de Villena, de Murcia...”. 

Para el escritor, en “épocas de crisis”, como ha habido en este siglo por la situación económica o la corrupción política, cuando los “gobiernos no son capaces de responder a las necesidades reales de sus votantes, se crea una especie de espacio afectivo para atraerlos”, y en ese sentido Ovejero pone como ejemplo a los políticos que impulsaron el procès en Cataluña o los de Madrid, con “el poder político sumido en la corrupción [Gürtel, Púnica, el ‘caso de los espías’...]" en medio de la cual nace [o más bien] se desarrolla el fervor hacia lo madrileño.

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