GIMNASIA ARTÍSTICA

Ser gimnasta olímpica en los años 80: "Pesabas 200 gramos más y ese día no cenabas"

Virginia Navarro dejó la gimnasia solo tres años después de participar en los Juegos Olímpicos de los Ángeles 84, debido a la presión y a la estricta disciplina de aquella época: "A mí me han llegado a pesar antes, durante y después del entrenamiento"

Virginia Navarro, exgimnasta olímpica y entrenadora

Virginia Navarro, exgimnasta olímpica y entrenadora / EPE

Un collar con los seis aros olímpicos acompaña a Virginia Navarro desde hace ya 35 años, cuando representó a España en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en el 84, en gimnasia artística, con 17 años. Solo tres años después, se retiró del deporte al que había dedicado toda su vida. "Estaba muy quemada, necesitaba huir de la gimnasia", explica en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, en el polideportivo municipal de Aluche (Madrid).

Y todo por la extrema presión y una dinámica de entrenamientos de hasta ocho horas diarias, en la que las deportistas debían tener el aspecto físico de una modelo, intercalado con el rendimiento de élite, lo que les llevaba a someterse a dietas demenciales, sin ningún rigor médico. "Si al final del día pesabas 200 gramos más, ese día ya no cenabas. No podíamos aumentar nada de peso", confiesa la exgimnasta. 

Mucho ha cambiado la vida deportiva desde aquellos años y eso es lo que intenta transmitir ahora a las gimnastas a las que entrena, a las que envidia por tener unas facilidades que ella no pudo tener: "Ni nutricionistas, ni fisioterapeutas, ni mucho menos psicólogos". Por suerte, ahora se enfoca en transmitir los valores del deporte a las nuevas generaciones para que "todo lo que no tuvo ella, que lo tengan sus alumnas".

La adolescencia viviendo en el tapiz

Virginia Navarro nació un 11 de octubre de 1966 en Madrid. Desde que empezó el colegio, su madre la llevó al club deportivo de Aluche, donde ahora es entrenadora, para que hiciera algún deporte. Ella eligió la gimnasia artística, "porque era lo único que podían hacer las niñas". Muy pronto se vio adentrada en un mundo lleno de presiones y disciplina: "Con 15 años, entrenaba de seis a ocho horas diarias, sin excepción en las vacaciones o las navidades. No tenía vida más allá de la gimnasia".

Un deporte en el que empezó a destacar en los campeonatos nacionales y europeos, lo que hizo lograr la clasificación para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984, en los que llegó a quedar en el puesto número nueve, en la categoría por equipos. 

En aquellos años, era imposible compatibilizar el deporte de élite con los estudios. "Esto me da mucha rabia porque yo no tenía ayuda y era como estar trabajando desde que tengo uso de razón. Yo estudiaba a las cuatro de la mañana a base de cafés y me ponía en posiciones de flexibilidad para no dormirme. Era un trabajo muy psicológico", cuenta.

Obligada a pesarse hasta tres veces al día

"A mí me han llegado a pesar antes, durante y después del entrenamiento", confiesa Virginia. Y es que, los años 80 en España era una época en la que a las gimnastas no se les permitía "ni interactuar con los chicos en el entrenamiento". Porque para ellas todo era diferente, ya que lejos de tener una buena formación nutricional, cuanto más delgadas estuviesen, mejor. "Se creía que si pesábamos más de nuestro peso 'normal', nos costaba más realizar los ejercicios y había más riesgo de lesión. Pero era todo lo contrario, porque estabas entrenando sin proteínas y sin hidratos de carbono, por lo que no teníamos los nutrientes necesarios", explica. 

Y así eran sus vidas. Ocho horas de sesiones llenas de piruetas en barras asimétricas o vigas de equilibrio, con los músculos sobrecargados y con una alimentación que a día de hoy no podría aguantar ni el más sedentario y que podía desembocar en sintomatologías depresivas o trastornos de alimentación.

"Te levantabas y te tomabas un vaso de leche. Te ibas a entrenar. Volvías y era siempre una ensalada con un filete de pollo a la plancha o uno de pescado y ya está. Ni fruta ni nada. Evidentemente, no merendabas. Y para cenar, si habías pesado lo que se consideraba correcto, bien; y si no, pues un yogur con cuatro nueces y a la cama. O, a veces, como ya te he dicho, ni cenabas", recuerda Navarro.

Reconocimiento del COI, 35 años después

El Comité Olímpico Español suele reconocer a los representantes españoles su labor en los JJOO. Pero esto no siempre ha sido así. Hace cuatro años, en 2019, Virginia Navarro recibió una notificación del COI, porque iban a realizar un acto de homenaje y reconocimiento a los atletas olímpicos de Los Ángeles y Sarajevo (Juegos Olímpicos de Invierno) de 1984. "Flipé, porque nos lo dieron a todos los de esos JJOO, fue un pequeño reconocimiento, que no es nada, pero algo es, porque representar a España en unos Juegos no es poco", cuenta la exgimnasta.

Virgina Navarro, entrenadora y exgimnasta olímpica

Virgina Navarro, entrenadora y exgimnasta olímpica / EPE

Aunque considera que el reconocimiento llega un poco tarde, para todos esos atletas que no tuvieron ni la mitad de facilidades que tienen los deportistas a día de hoy, si algo le enseñó aquella etapa de su vida es que ser atleta olímpico es algo “a la altura de unos pocos”.

"Iba por la villa olímpica con Juan Antonio Corbalán (jugador de baloncesto del equipo español) y se acercó Carl Lewis y fui corriendo por un papel y un boli para pedirle un autógrafo y Corbalán me dijo: ‘¿Qué haces?, que te lo pida él a ti. Si tú estás aquí es porque eres igual de importante que él’. Y la verdad es que tenía razón, porque cada uno en nuestro deporte éramos especiales", recuerda.

Adiós a la gimnasia con tan solo 20 años

Tres años después de su participación en los JJOO y de tener una carrera prometedora por delante, la presión pudo psicológicamente con Navarro, que le tocó vivir uno de los momentos más duros de su vida. 

"Lo peor fue mi retirada tan temprana. Veía que las nuevas generaciones llegaban pisando fuerte y yo estaba muy quemada porque eran muchos años de entrenamientos fuertes y psicológicamente acabé agotada. Quería conocer un estilo de vida que no fuera entrenar, entrenar y entrenar. Imagino que si lo hubiera vivido en los tiempos que corren, con psicólogos, fisioterapeutas y demás, no lo hubiera dejado tan pronto. Quería huir. Mi escape era salir de ahí", cuenta la exgimnasta.

Todo lo que no tuvo ella, que sea para sus alumnas

Ahora, Virginia Navarro es entrenadora del club que la vio completar sus primeros elementos y donde ha creado una disciplina de entrenamientos y apoyo de la que está muy orgullosa. "Me gusta que, cuando ellas se lesionan, tienen un apoyo incondicional nuestro. Estamos siempre pendientes de ellos y pueden venir a rehabilitarse aquí. Quiero que luchen, pero sin que lleguen a sufrir psicológicamente".

Para las nuevas generaciones que se enfrentarán el próximo verano a los Juegos Olímpicos de París 2024, dice Navarro que "intenten disfrutar al máximo de esa competición y que nunca piensen que es la última, porque si algo sale mal, hay más puertas abiertas y más ciclos olímpicos. Pero sobre todo, que recuerden que si están ahí es porque son especiales". 

Desde que Simone Biles dejó la gimnasia para "cuidar su salud mental", la prensa deportiva puso el foco en la presión que sufrían las gimnastas. Una situación que, si ahora es complicada, en los años 80 era insostenible. Nunca tuvieron asistencia médica, ni psicológica, lo que les obligaba a retirarse antes. Porque la verdadera batalla la jugaban fuera del tapiz.