INCLUSIÓN

Saltando Charcos, el club antirracista de la lucha: "Antes llevábamos el material en bolsas de basura, ahora somos campeones"

En el barrio burgalés de Gamonal se ubica una escuela de boxeo donde se combaten los estigmas de la inmigración: "Cuando un púgil se apellida García, todo está bien, pero si es Majouti..." | Lo que nació como un proyecto para corregir las situaciones de desventaja se ha convertido en un centro de campeones de España como Yazid Ezzaidani, Paula González o Enyer Daniel Lebrón

Saltando Charcos, boxeo contra la exclusión: "Antes íbamos con bolsas de basura, ahora somos campeones"

Un casco de boxeo en la escuela de Saltando Charcos, en Burgos. / Vídeo: PI Studio / PI Studio / Denís Iglesias

Denís Iglesias

Denís Iglesias

Simplemente con poner un pie en Gamonal (Burgos), uno sabe que entra en un territorio de lucha. Las paredes reflejan el combate por la vivienda, las pintadas piden un futuro mejor, los cafés bebidos a sorbos largos hablan de precariedad y las carreras hacia todas partes invocan un deseo por salir adelante. Detrás de cada portal hay una barricada donde familias y colectivos resisten a la rutina. Con esta sociología, no extraña que una escuela de boxeo sea uno de los proyectos más satisfactorios del barrio. Es una de las múltiples iniciativas de Saltando Charcos, "una ONG nacida hace 23 años que trabaja en la línea de la psicopedagógica de la educación de calle con menores adolescentes".

Así la define para EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Óscar Caballero, educador social y entrenador nacional de boxeo que precisamente creció en Gamonal, donde se asentaron muchas familias que emigraron en los años 50 a los llamados polos de desarrollo. "El barrio ha tenido una evolución semejante al de otros que se ubican en la periferia de las ciudades españolas. A partir de los 70, desaparecieron generaciones enteras con la heroína, en los 80, se dispararon las cifras del paro y las crisis de los 90 fueron forjando su personalidad. Como en otros entornos similares, fueron los vecinos los que conquistaron derechos como tener un instituto o un centro de salud", relata, sentado desde el gimnasio donde se han criado varios campeones de España.

El logotipo de la escuela de boxeo de Saltando Charcos en el gimnasio de Gamonal (Burgos).

El logotipo de la escuela de boxeo de Saltando Charcos en el gimnasio de Gamonal (Burgos). / PI STUDIO

El boxeo que nació de la comunidad

El pasado 2022 fue histórico para Saltando Charcos. Empezó con un oro de Saber Majouti en el Campeonato de España Élite Absoluto y terminó con tres medallas doradas para Yazid Ezzaidani, Paula González y Enyer Daniel Lebrón. Lo que arrancó como una iniciativa para "hacer fuertes a los jóvenes en situación de desventaja" ha derivado en el reconocimiento del boxeo estatal, que les consideró como el mejor club. Esto es posible gracias al abnegado trabajo de Óscar y sus compañeras (mujeres, en su mayoría), que compensan la falta de recursos con un aprovechamiento de todas las oportunidades que ellos mismos buscan.

"En Saltando Charcos los proyectos nacen de las inquietudes de los chavales. Es un elemento que nos diferencia del resto de colectivos. Somos una herramienta para desarrollar iniciativas que surgen de la necesidad de los jóvenes. Esto es una estructura vacía. En 1998 fuimos un taller de motos, porque había un interés por la mecánica. También existió un estudio de hip-hop, una escuela de graffiti... Así, hasta que llegamos a la escuela de boxeo", rememora Caballero, quien a pesar de estar vinculado desde los 14 años a las artes marciales, no vio en un principio su utilidad para la labor pedagógica.

El patio exterior de al escuela de Saltando Charcos donde entrenan los púgiles cuando hace buen tiempo.

El patio exterior de al escuela de Saltando Charcos donde entrenan los púgiles cuando hace buen tiempo. / PI STUDIO

"Entonces, apartamos las motos y la grasa. Empezamos a pegarnos con un par de sacos colgados. Con el paso de los años, fuimos subiendo el nivel. Algunos se iban a otros proyectos con perfil más profesional, pero terminaban perdiendo la motivación, bien porque les pedían dinero o discutían debido a su perfil más difícil. Al final, decidimos legalizar y profesionalizar nuestra escuela", cuenta el educador social, describiendo una vez más el carácter modelable de Saltando Charcos, donde lo diferente fue primero una novedad y después un caso de éxito. A la progresión geométrica de la escuela contribuyeron expúgiles como Jesús Matilla.

"Ya, pero es que los boxeadores son moros"

"Hemos crecido exponencialmente. Nunca pensamos en llegar aquí. Nuestra intención era poder facilitar a niños y niñas en situación de exclusión económica la práctica del boxeo olímpico", pero el método aplicado por Saltando Charcos ha contribuido al empoderamiento de todo un barrio y a un cambio absoluto de paradigma en la vida de los luchadores, dentro y fuera del gimnasio cedido por una asociación (ahora esperan la prórroga de su uso por parte del ayuntamiento). Compatibilizan el trabajo en interior con el exterior en un patio común de la comunidad en la que están. "No nos importaría volver a la calle, porque de ella venimos", dice Caballero con la autoridad de conocer perfectamente cuál ha sido el itinerario vital de Saltando Charcos.

Óscar Caballero, educador social y entrenador nacional de boxeo, durante una entrevista en la escuela de Saltando Charcos.

Óscar Caballero, educador social y entrenador nacional de boxeo, durante la entrevista en la escuela de Saltando Charcos. / PI STUDIO

Lo explica con un potente ejemplo gráfico: "El chico que más tiempo lleva conmigo es Yazid Ezzaidani -más de 10 años juntos-. Él me dice: 'La primera vez que fui contigo a una competición llevábamos el material en bolsas de basura, ahora hemos quedado campeones de España de clubes'. Para mí, esto lo resume todo". Es cierto que a raíz del éxito cosechado en los campeonatos, las instituciones, que durante mucho tiempo han permanecido inmóviles, no han tenido más remedio que mirar a Saltando Charcos. Hasta Daniel de la Rosa, alcalde de Burgos hasta mayo de 2023, compartió una sesión con la escuela.

Con todo, siguen sobrevolando los estigmas cuando se atiende al trato que Ezzaidini y otros compañeros reciben. "Cuando configuré el equipo, incluso gente que me quería mucho y que pertenecían a los estamentos del boxeo, me decían: 'Ya, pero es que son moros'. Todo estaba bien, pero ese era el problema, que en realidad era suyo, porque eran incapaces de ver a deportistas fuertes, rápidos y listos a los que trataban como burgaleses de segunda, a pesar de que habían nacido en la ciudad", cuenta Caballero acerca de los prejuicios que todavía siguen arraigados, tanto en su escuela como en la sociedad.

Cinturón de campeón de España de uno de los jóvenes púgiles que se han formado en Saltando Charcos.

Cinturón de campeón de España de uno de los jóvenes púgiles que se han formado en Saltando Charcos. / PI STUDIO

Las mujeres se empoderan en Saltando Charcos

"Han tenido que demostrar el doble que el resto. Cuando alguien que se apellidaba García vencía en un campeonato, todo iba bien, pero el primer joven de mi club que ganó un oro se llamaba Saber Majouti. ¡Un chico de Gamonal que habla mejor el castellano que yo! Pero al que no han considerado como un deportista que cumplía el estatus", explica el entrenador nacional que, todavía a día de hoy, ha de explicarle situaciones como la siguiente.

"Saber Majouti fue doble campeón de España, tanto en categoría joven como adulto. Nunca ha sido llamado para un entrenamiento. Ismael Ezzaidani, nacido en Gamonal, más de lo mismo. El que no sea capaz de ver que están ante grandes deportistas, es porque tiene prejuicios que nublan su mente. ¿Qué les decimos? Pues que tengan paciencia, que sigan su carrera con tesón y luchen por su sueño, porque al final alguien les dará una oportunidad. Es lo único que puedo hacer", explica Caballero.

Una de las taquillas del gimnasio de Saltando Charcos, el club de la lucha antirracista de Gamonal.

Una de las taquillas del gimnasio de Saltando Charcos, el club de la lucha antirracista de Gamonal. / PI STUDIO

El educador social es consciente de que lo positivo pesa mucho más que lo negativo, como el hecho de que Saltando Charcos promueva la paridad, limitando las inscripciones masculinas para favorecer las de niñas como Paula González, campeona en su categoría. "Consiguió un oro en su peso, después de lograr varios bronces. Nos hizo mucha ilusión, igual que el resto, porque tuvo el valor añadido de ser mujer. Otro estigma más para combatir. Ella es muy resuelta, aunque no lo tiene fácil, porque a veces debe pelear con chicos. Tampoco en todos los sitios hay vestuarios habilitados en un deporte muy masculino", explica el entrenador de un club sin complejos.

"No son clases de boxeo para un gueto"

Saltando Charcos sigue manteniendo su filosofía, que se percibe en los cuatro costados de su gimnasio, pero ha pasado de pantalla para ser un proyecto ganador. "Hay familias que vienen en busca de la calidad deportiva. Así, la escuela funciona como un elemento de normalización. Yo no lo veía en un principio, pero mis compañeros me convencieron. No son clases para un gueto. Por un lado, ciertos chavales mejoran sus relaciones sociales con personas que no habían visto nunca. Otros perciben la dureza y esto les beneficia en la competición", sentencia Caballero, ante la mirada de los alumnos que comienzan a entrar en el aula.

Plan de entrenamientos del club de boxeo de Saltando Charcos en el gimnasio de Gamonal (Burgos).

Plan de entrenamientos del club de boxeo de Saltando Charcos en el gimnasio de Gamonal (Burgos). / PI STUDIO

Hay niños y niñas. Todos entrenan juntos. El silencio y la disciplina reinan en la sala. Nadie debe dejar descuidado el material, porque mantener el orden es clave. Comba, guantes, estiramientos... Una perfecta sincronía de pequeños púgiles de todas las edades. Algunos enseñan, a petición del profesor, los cinturones de campeones que han logrado. Sirven de recurso para la pieza audiovisual que encabeza este reportaje, para la que se esfuerzan al máximo en cada golpeo. Óscar interviene entre los ejercicios para hablar del colegio. Su vocación de formador se mezcla con la de entrenador en todo momento.

"Aquí no hay paternalismo. Cualquiera se pone en manos de los adolescentes, pero pocos son capaces de escucharles. Conseguimos que se cree una isla. Los chavales entran por la puerta y saben que no va a venir ningún adulto. Tampoco va a aparecer la Policía. No hay castigos. Se pueden expresar libremente con la disciplina que han aprendido. Es un espacio donde se fortalecen ante sus problemas". Son amigos, se les ve. Son rivales, se les entiende. Son miembros del club de la lucha antirracista, se les respeta. Son Saltando Charcos, se les siente.

Una boxeadora se prepara para el entrenamiento en la escuela de Saltando Charcos.

Una boxeadora se prepara para el entrenamiento en la escuela de Saltando Charcos. / PI STUDIO