TEATRO

Romeo Castellucci: “La izquierda no ha defendido lo bastante la cultura”

El director de escena italiano, uno de los grandes del teatro europeo, llega a Madrid con ‘El Tercer Reich’, una instalación sobre el uso del lenguaje como instrumento del fascismo 

Una imagen de 'Il Terzo Reich', de Romeo Castellucci.

Una imagen de 'Il Terzo Reich', de Romeo Castellucci. / Lorenza Daverio

Catorce mil palabras, catorce mil sustantivos del diccionario español proyectados en una pantalla a una velocidad de vértigo, uno detrás de otro, catorce mil palabras en 45 minutos a ritmo de música techno, lanzadas de forma aleatoria en un ataque masivo sin pausa y sin piedad, en una ofensiva por sorpresa, en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre dos bandos, ellas y nosotros, que nos dejará exhaustos y agotados, colgados de ese bucle infinito. Y tal vez, cuando aquello termine y se haga el silencio, hagamos balance de daños y contabilicemos las palabras que conseguimos retener en nuestra memoria y todas las miles que no porque parpadeamos y se nos escaparon, porque teníamos la retina agotada y el cerebro hecho papilla y, sobre todo, porque nunca tuvimos capacidad de elección y durante esos 45 minutos fuimos tan solo cuerpos ocupados e invadidos por una lengua convertida en instrumento totalitario, en un arma fascista.

Esto es, resumido en pocas líneas, Il Terzo Reich (El Tercer Reich), una pieza del director y dramaturgo italiano Romeo Castellucci, que la define como “una instalación sobre la lengua, en la lengua, y dentro de la lengua, una instalación en el lado oscuro del lenguaje, que ya no es la casa común, sino algo que viene de afuera para controlarnos: las palabras están contra nosotros”. Tras su paso por el Festival Temporada Alta de Girona en 2022, la instalación llega este viernes por primera vez a Madrid, a Réplika Teatro, una sala del circuito teatral independiente, de cien butacas, con Mikolaj Bielski al frente de la dirección artística, que lleva años apostando por la investigación, la creación contemporánea y esos lenguajes que no tienen espacio en el teatro público de la capital.

El director de escena y dramaturgo italiano Romeo Castellucci.

El director de escena y dramaturgo italiano Romeo Castellucci. / Luca Del Pia

En un encuentro telemático con medios celebrado en dicha sala antes del estreno, Castellucci, pope de la escena contemporánea desde hace décadas, creador tremendamente influyente (y copiado) y habitual en los grandes teatros y festivales europeos, explicó las razones de su elección: “Estos lugares independientes, al margen y en la periferia de los grandes sistemas son, en realidad, los lugares más vivos y más importantes, y garantizan una verdadera libertad de expresión porque no dependen de los sistemas centrales. Para mí es importante ir allí donde hay una necesidad, donde la necesidad es fuerte, incluso cuando hay pocos medios, poco dinero, llevar el desorden donde hay orden. Este tipo de movimientos son importantes como artista”.

Somos la Polonia invadida

Il Terzo Reich está inspirado, explica Castellucci, en la obra del escritor, periodista y filólogo hebreo Víctor Klemperer, LTI La Lengua del Tercer Reich, considerada una obra de referencia sobre el lenguaje totalitario, entre el diario y el ensayo, en la que su autor “transcribía cada día las mutaciones que, durante el Tercer Reich, estaba padeciendo el lenguaje porque lo que veía era que el nazismo estaba tratando de penetrar en la conciencia de los ciudadanos a través de las palabras”. Castellucci no traduce a escena la obra de Klemperer, sino que propone “una visión drástica de su análisis, una aceleración de lo que él plantea, y eso se ve muy bien en la repetición. La cantidad, en lugar de la calidad, corresponde a la manera que tenemos hoy, los espectadores, de recibir la información. Y la recepción de información se entiende, en este sentido, como una enfermedad. Lo estamos viendo hoy en la manera de tratar la guerra, estamos constantemente invadidos por palabras que no tienen ningún valor”.

En un mundo hiperconectado, marcado por la inmediatez y el scroll, dice Castellucci que estamos “hartos de la comunicación”, que vivimos inmersos en “una palabra circular, en una especie de ruido blanco”, y se pregunta: “Pero, al final del día, ¿qué palabras te han tocado? ¿Cuáles han conseguido nombrarte? Pocas, ninguna”. Il Terzo Reich plantea una visión crítica sobre nuestra manera acrítica de comunicarnos y de consumir información, y convierte al público en víctima de ese lenguaje que aquí tiene el rostro del fascismo, “una potencia que aplasta, una fuerza opresiva que abruma, que invade la conciencia como lo hacía la obra La lengua del Tercer Reich de Klemperer, un lenguaje que se piensa a sí mismo y que se desvincula de su función de comunicación: nosotros somos la Polonia invadida, sin posibilidad de huida o de fuga”, dice.

La bailarina y coreógrafa Gloria Dorliguzzo en 'Il Terzo Reich'.

La bailarina y coreógrafa Gloria Dorliguzzo en 'Il Terzo Reich'. / Lorenza Daverio

Y esa Polonia invadida por una maquinaria totalitaria que lleva a escena Castellucci se abre con un solo de danza de la bailarina y coreógrafa Gloria Dorliguzzoa, convertida en una especie de “sacerdote que activa la máquina” mientras suena la música compuesta por el estadounidense Scott Gibbons, experto en electroacústica, que crea un sonido “puntiforme, como si fuera el golpe de un martillo, que busca ampliar la conciencia de los espectadores, dilatar una materia”. Un sonido que taladra al espectador, que lo satura e invade, igual que las palabras en pantalla, “y que es, al mismo tiempo, violento y terrorífico, pero también es una danza, yo he visto a gente que bailaba”, dice Romeo Castellucci.

El artista debe 'restituir el lenguaje'

A preguntas de este diario sobre el vínculo entre el auge de la ultraderecha y la degradación del lenguaje, el director señala que “es así, en Europa vivimos un gran peligro en este sentido y es un grave problema para quien hace arte. En Italia, la derecha está intentando ocupar todos los espacios culturales, los teatros e incluso las universidades. Su concepción de la cultura es ideológica. O sea, la cultura tiene que ser educación, su educación, y tiene que ser nacionalista, y portadora de valores cristianos y patrióticos. Esta es la idea obscena que tienen de ella. Y la culpa de la izquierda es que no ha defendido lo bastante la cultura”.

“Es muy importante mantener la libertad, incluso donde hay una dictadura. Se puede hacer teatro en una prisión, la resistencia es hacer arte y no estar lamentándote”, dice el director italiano, que sostiene que el trabajo del artista es “restituir el lenguaje y desvelar las estructuras de poder, como es el caso de esta performance”. Sin embargo, Castellucci reniega de un teatro activista o militante — “el arte no es un instrumento de política activa”— y de su supuesta capacidad transformadora: "El teatro no cambia el mundo, no lo mejora, esa es una trágica ilusión, aunque el teatro sí puede cambiar a una persona, como cualquier otra experiencia estética, no creo en el arte como instrumento de intervención directa en la vida de las personas”.

El pasado mes de marzo, Castellucci estrenó en el Théâtre de La Ville de Paris Bérénice, de Racine, con Isabelle Huppert como protagonista, un espectáculo que podrá verse este año en el Festival Temporada Alta. El director, que dice estar demasiado ocupado con sus propias producciones como para emitir un juicio sobre el estado actual de la escena europea, sí señala que “existe una doble forma de censura que está creciendo en Occidente, y no hablo solo de la censura de la derecha. Hay otra forma de censura, más amable a primera vista, que viene precisamente de la izquierda. Hablo de estos movimientos que imponen una doctrina y que dicen que hay que hacer, por ejemplo, las cosas en un modo antiestético porque la estética se considera una forma de arte burgués. Esto me parece otra forma de censura. El artista tiene que ser independiente, concentrarse en su trabajo y no responder a los imperativos del momento”. Al final, añade: “Yo encuentro que hay una gran homologación en todos los espectáculos. Me da la sensación de asistir siempre al mismo”.