TEATRO

‘Las confesiones’ de Alexander Zeldin, o la épica de las vidas corrientes

El director y dramaturgo británico llega a Madrid con una obra inspirada en la vida de su madre con la que rinde homenaje a una generación de mujeres ignoradas 

'Las confesiones' se estrena este miércoles en Teatros del Canal.

'Las confesiones' se estrena este miércoles en Teatros del Canal. / Christophe Raynaud de Lage

Sale al escenario, con el telón aún bajado, se dirige al público y dice: “No soy interesante, no tengo nada que contar, soy una vieja”. Se llama Alice y nació en 1943 en una familia de clase trabajadora, en un pueblo de Australia y, después de esa primera frase, nos contará su vida, la de una mujer “que quiere aprender y descubrir el mundo, que sufrirá las trampas y las violencias de su tiempo”, y compartirá con el público el devenir de una existencia tan corriente y excepcional como la de cualquiera, marcada por alegrías y decepciones, por triunfos y fracasos. Esa vida es la vida de la madre del dramaturgo y director de escena británico Alexander Zeldin, que llega a los Teatros del Canal de Madrid con esta pieza llamada The Confessions (Las confesiones) en la que reivindica lo extraordinario de las vidas ordinarias, esas vidas que, de tan cerca, apenas vemos, como escribió Annie Ernaux en su novela Una mujer: “Para mí, mi madre no tiene historia, siempre ha estado ahí”.

En escena, nueve intérpretes que se desdoblarán en múltiples personajes y recorrerán, a modo de instantáneas, los hitos vitales de esta mujer: su fiesta de graduación en la escuela secundaria, el primer encuentro entre su novio y sus padres, su matrimonio a los 18 años con un oficial naval, la maternidad, sus aspiraciones artísticas, una agresión sexual, su divorcio, su nueva vida en Londres… Un relato acompañado por la música de Yannis Philippakis, líder de Foals, que transcurrirá a lo largo de ocho décadas, en las que estarán presentes, además, las presiones sociales, la represión de la posguerra en Australia, el machismo o los movimientos emancipatorios. “Yo quería escribir sobre una vida, desde el nacimiento hasta la muerte”, explica Alexander Zeldin a este diario, “también quería escribir sobre la intimidad de mi familia, porque sentía que esto es una frontera que la literatura contemporánea ha atravesado y yo quería hacer lo mismo en el teatro y, por último, quería honrar esa vida sencilla de mi madre, que estaba llegando al final”.

El director teatral y dramaturgo Alexander Zeldin.

El director teatral y dramaturgo Alexander Zeldin. / Alyssa Schukar

Durante la pandemia, Zeldin decidió entrevistar a su madre, de 80 años, y a otras mujeres de edad parecida con el fin de rendir un homenaje a una generación de mujeres “cuyas vidas han sido ignoradas”, una especie de celebración de las vidas corrientes en la que Zeldin reconoce la inspiración de escritores como Rachel Cusk, Simone de Beauvoir, Karl Ove Knausgaard, Édouard Louis y Annie Ernaux, autores y autoras cuya escritura se nutre de la experiencia biográfica, algo que echa de menos en los escenarios: “En el teatro no tenemos esta fibra autobiográfica con un lenguaje contemporáneo”, dice. En The Confessións, Zeldin propone, en el fondo, un viaje hacia la emancipación y la construcción de una identidad propia de su protagonista y explica que en el proceso de investigación y documentación habló también con hombres de 80 o 90 años, “pero los hombres eran extremadamente aburridos”. ¿Por qué? “Porque la gente como mi madre luchó mucho para ser auténtica de una forma muy sencilla, ella se pregunta muchas veces durante la obra ‘qué es lo que quiero’, y es una pregunta violenta, peligrosa y política. Y cuando conocí a esas personas de 80 años, sentí que tenían más energía vital que mucha gente de mi edad y, por supuesto, que mucha gente más joven que yo”.

En el teatro no tenemos esta fibra autobiográfica con un lenguaje contemporáneo"

No es teatro social, sino historias de nuestro tiempo

Zeldin, criado en el Reino Unido, de padre ruso y madre australiana, trabajó durante años como asistente de Peter Brook y Marie-Hélène Estienne, es director asociado del National Theatre de Londres y artista asociado del Odéon Théâtre de ParísThe Confessions es su último montaje, pero no es el único que lleva a escena realidades sociales invisibilizadas, aunque él prefiere decir que solo habla de seres humanos que viven en nuestro tiempo y le molesta que se refieran a él como el Ken Loach del teatro. En 2014 inició una trilogía llamada The Inequalities (Las desigualdades) en torno a las políticas económicas de austeridad en Gran Bretaña, integrada por las obras Beyond Caring (Más allá del cuidado), la historia de un grupo de trabajadores del turno de noche en una fábrica y un retrato de quienes sobreviven con el salario mínimo; la segunda, Love (Amor), sobre una familia que es desahuciada en Navidad y se ve obligada a vivir en alojamientos temporales y, por último, Faith, Hope and Charity (Fe, esperanza y caridad), en la que puso el foco en los usuarios de un centro comunitario en ruinas. Después vendría su obra A Death In The Family (Una muerte en la familia), su primer montaje en francés, una historia sobre la vejez, las residencias de ancianos y la cercanía de la muerte. Zeldin y su equipo hicieron una inmersión de meses en residencias de mayores y varios de los personajes del montaje fueron interpretados por actores aficionados mayores de 75 años.

La buena noticia es que el teatro y el cine han perdido a toda esta gente que ha ido a la televisión y a internet, y existe un espacio para la política, para un tipo de pensamiento diferente”

En tiempos de culto a la imagen y de sobreexposición en redes sociales, Zeldin apuesta por el universo de lo anónimo y lo cotidiano, eso que no parece tener ni brillo ni glamour, algo parecido a lo que hace Wim Wenders en su última película, Perfect Days. ¿Es la suya una decisión política? “Creo que es una buena observación porque lo interesante de la era audiovisual y de Internet en la que vivimos es que el territorio medio de la gente normal ha migrado a la televisión y a Netflix. Y esto deja un espacio para un público, por ejemplo, de películas como La Zona de Interés, de Jonathan Glazer, y creo que hay un espacio para este tipo de obras, como la mía, con un estilo inusual y preguntas formales porque la buena noticia es que el teatro y el cine han perdido a toda esta gente que ha ido a la televisión y a internet, y existe un espacio para la política, para un tipo de pensamiento diferente”.

A propósito del discurso de Glazer en la gala de los Oscar, en el que criticó la ofensiva israelí contra el pueblo palestino, y teniendo en cuenta que Zeldin es hijo de un refugiado judío ruso que trabajó como profesor en Oxford, dice: “Estoy muy feliz de hablar sobre eso, pero lo único que quiero decir, y muy claramente, es que estoy de acuerdo con el discurso de Jonathan Glazer, lo que dijo fue perfecto y lo repetiría palabra por palabra”.

Lo que yo intento en The Confessions es hablar de mi madre y darle un aspecto épico a su vida como si fuese una película de Hollywood de los 50, como si fuera 'Lawrence de Arabia'”.

A Zeldin no le interesa el teatro como reflejo de la sociedad, sino como ese lugar “en el que poder hablar sobre cosas que no queremos ver”, de ahí que no utilice vídeo en su obra porque “no quiero crear una imagen del mundo contemporáneo, me aburre eso, me interesa algo mucho más profundo, creo que hay que hacer cosas en el teatro que sean peligrosas y arriesgadas, aunque te equivoques, y lo que yo intento (en The Confessions) es hablar de mi madre y darle un aspecto épico a su vida como si fuese una película de Hollywood de los 50, como si fuera Lawrence de Arabia”.

¿Cree que el teatro europeo actual acoge ese riesgo y peligrosidad que usted defiende? “La persona más importante en el teatro no es el artista, es el público. En Reino Unido no tenemos una cultura de teatro de arte, así que cuando tenía 21 años y veía a Rodrigo García o a Angélica Liddell, ¡wow! Estoy seguro de que ella odia mi trabajo, pero eso está bien, ella es genial, tiene integridad, es una artista a la que respeto mucho. No quiero hacer un juicio sobre la calidad artística en el teatro europeo porque no es mi lugar, pero en Reino Unido necesitamos un público para existir financieramente y creo que el teatro radical puede crear un espacio que vaya contra la narrativa mainstream. Así que la respuesta a tu pregunta es que soy un creyente, creo en el teatro y creo que la debilidad del Reino Unido es que somos muy arrogantes, pensamos que lo sabemos todo y no vemos más allá de nuestras fronteras”. Zeldin, que vive y trabaja entre Londres y París, concluye: “Es muy relajante estar en Francia”.