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Sexo, 'royalties' y rock'n'roll: el lucrativo negocio de los músicos muertos

Eamonn Forde analiza en un documentado ensayo el negocio que generan las estrellas del rock a título póstumo y los problemas que se derivan con exparejas, hijos, mánagers y compañeros de banda cuando fallecen sin resolver sus asuntos testamentarios.

Celebración de un aniversario de la muerte de Elvis en su casa/santuario Graceland, en Memphis, donde se encuentran su tumba y las de varios familiares..

Celebración de un aniversario de la muerte de Elvis en su casa/santuario Graceland, en Memphis, donde se encuentran su tumba y las de varios familiares.. / Laia Zieger

Cuando en 1984 Gore Vidal tuvo conocimiento de la muerte de Truman Capote, sentenció: "Una sabia jugada profesional". Con la ironía que le caracterizaba, el autor de Myra Breckinridge y Juliano el apóstata ponía el foco en lo que suponía, en términos de popularidad y negocio, la muerte de una celebridad en la actual sociedad del espectáculo.

El mejor ejemplo de esa relevancia post mortem era el mismísimo rey del rock. Elvis Presley, que en plena era del sonido discoteca y el punk pasaba por sus horas más bajas, había visto cómo su patrimonio, ya de por sí menguante debido a su tendencia a gastar sin mesura, había disminuido considerablemente. Sin embargo, a raíz de su fallecimiento, sucedido el 16 de agosto de 1977, Elvis se convirtió en una mina de oro. Prueba de ello es el ranking anual que Forbes elabora con las celebridades muertas más rentables. Un listado del que Elvis no se ha bajado desde que comenzara a publicarse en 2001, a pesar de la incorporación en los últimos años de figuras como Michael Jackson, Charles Schulz —el creador de Snoopy— y Prince.

Michael Jackson, artista generador de fortunas antes y después de muerto.

Michael Jackson, artista generador de fortunas antes y después de muerto. / CAS

Interesado por este fenómeno, que incluso ha dado lugar a la aparición de nuevas figuras profesionales dedicadas exclusivamente a la gestión de estos patrimonios póstumos, el escritor Eamonn Forde ha escrito Royalties de ultratumba (Liburuak, 2024). A lo largo de sus más de setecientas páginas, el periodista, con el que EL PERIÓDICO DE ESPAÑA conversa a continuación, repasa por medio de numerosos ejemplos, hasta qué punto los artistas deben ser conscientes de que la vida es corta y que la de las estrellas de rock, más todavía.

"Los músicos se sienten incómodos hablando de su muerte y preparándose para ella. Puede que estén ocupados, que piensen que podrán hacerlo más tarde, que sean supersticiosos… En todo caso, la planificación patrimonial, o más bien la falta de ella, no es exclusiva de esos profesionales. La mayoría de las personas no escriben ni actualizan periódicamente sus testamentos. Lo que sucede es que, en el caso de los músicos, hay más derechos y activos involucrados, lo que hace que, a la larga, todo sea más complicado. Espero que las historias de terror en torno a los testamentos de artistas como Prince, Aretha Franklin o James Brown que cuento en el libro ayuden a que los músicos sean mucho más proactivos y comiencen a planificar su testamento y la gestión de su patrimonio con tiempo suficiente".

Si bien en el caso de James Brown uno de los problemas fue no haber determinado qué cuantías iban a recibir las diferentes parejas y exparejas del padrino del soul, en el caso de Aretha Franklin, los problemas no fueron tanto por falta de previsión, sino más bien por exceso de la misma. La artista, que había recurrido a profesionales para arreglar sus últimas voluntades, se pasó sus últimos años redactando testamentos hológrafos que contradecían en todo o en parte los notariales. Aunque el hológrafo tiene la misma validez que un testamento notarial y anula los anteriores, el hecho de que algunos de ellos aparecieran sin fecha o en lugares tan poco solemnes como los huecos de los cojines de un sillón, ha dificultado enormemente el reparto de la herencia. Tanto es así, que los herederos le propusieron al juez combinar aquellas cláusulas de los diferentes testamentos que no se contradijeran y que se ajustasen lo más posible a lo que la artista había expresado en vida. Para cuando Forde entregó el libro a la editorial, el caso aún no se había resuelto.

Un fenómeno reciente

En contra de lo que pueda parecer, la figura del músico multimillonario con una vasta obra que administrar es un fenómeno relativamente reciente y excepcional, al menos en comparación con la cantidad de profesionales de esta disciplina que hay por el mundo. De hecho, hasta 1950 o 1960, no había precedentes en la música —ni en el pop ni mucho menos en la clásica— de artistas que tuvieran una carrera lo suficientemente amplia como para generar beneficios más allá de los años de mayor fama, que no solían ser muchos.

"Antes de los años 50, la música rara vez se reeditaba y no había un verdadero marketing sobre el catálogo de los artistas. Todo eso, sumado a los terribles contratos de sellos discográficos y mánagers, hacía que los artistas no pensasen que su trabajo pudiera tener validez transcurridos 30 o 40 años. Sin embargo, desde finales de la década de los 1960 y principios de la de 1970, los artistas comenzaron a darse cuenta de que podían tener una carrera más larga. A partir de entonces, los más inteligentes comprendieron la importancia de aferrarse a las cosas para subastarlas, como ha sucedido con Freddie Mercury y George Michael, o para organizar con ellas exposiciones como las realizadas recientemente sobre Pink Floyd o David Bowie».

David Bowie es un ejemplo de artista que supo organizar la gestión de su herencia.

David Bowie es un ejemplo de artista que supo organizar la gestión de su herencia. / Maurizio Gambarini - CAS

De entre las decenas de ejemplos que se incluyen en Royalties de ultratumba, Bowie es uno de los pocos artistas que, años antes de su muerte, decidió poner en orden su patrimonio. Una decisión que ha permitido que sus parejas e hijos disfruten de los beneficios de décadas de trabajo sin litigios ni problemas de herencia.

"Después de haberse sentido explotado durante la década de 1970, David Bowie pasó el resto de su carrera tratando de recuperar el control de sus derechos. Para ello, se rodeó de un pequeño equipo de personas que trabajaron con él durante varias décadas para entender lo que él haría y lo que no y así poder tomar decisiones sobre su obra cuando no estuviera. Otro buen ejemplo de gestión de patrimonio tras la muerte es el de Nick Drake que, si bien nunca tuvo grandes ventas en su vida, dispone de un equipo de profesionales liderado por su hermana que decidió seguir una filosofía de 'menos es más'. Es decir: si bien desean que sea descubierto por nuevos oyentes, son extremadamente cuidadosos en sus decisiones para no empañar lo que hizo que Drake y su música fueran tan especiales".

Ayuda profesional

Si bien tener a miembros de la familia implicados en la gestión de la obra y patrimonio de un artista puede ser una buena idea en algunas ocasiones, en otras, la complejidad de esta tarea, que incluye el relanzamiento de trabajos previamente publicados, el descubrimiento de temas desconocidos, el rescate de otros descartados en su momento, la comercialización de merchandising o el desarrollo de proyectos —desde musicales a restaurantes temáticos— para mantener su figura de actualidad, hace aconsejable recurrir a profesionales expertos en diversas disciplinas como el derecho, el marketing y la comunicación.

"Un abogado me dijo que su consejo para cualquier familia después de la muerte de un músico es que no hagan nada durante un año. Hasta esa fecha, todavía están de duelo y pueden cometer errores muy graves que les reportarán dinero a corto plazo pero que causarán daños a su legado a largo. En ese sentido, lo ideal es recurrir a un experto de la industria dirigiendo el barco y que los miembros de la familia sean los que tengan la última palabra a la hora de dar su consentimiento. El problema es que solo los patrimonios de cierta envergadura se pueden permitir este lujo. Cuando se es un artista con poco repertorio o éxitos que pueden agotarse pronto por exceso de exposición, lo mejor es dejar claro en testamento qué es lo que se puede o no hacer con su obra. Por ejemplo, si quieren o no que se publiquen tomas descartadas de estudio o si se puede usar su música en anuncios, salvo que sea para promocionar ciertos productos como alcohol, carne o automóviles".

Aunque uno de los objetivos principales de organizar los legados de cara a la muerte es asegurar la supervivencia y bienestar de los familiares y allegados, hay autores que, conscientes de la importancia de su obra, prefieren venderla o donarla en vida para que puedan ser utilizadas con fines educativos y de investigación.

"Bob Dylan es un ejemplo perfecto de alguien que comprende plenamente la importancia cultural de su legado. Desde la década de 1980 ha estado gestionando su archivo cuidadosamente. Con la venta de sus másters a Sony ganó mucho dinero de golpe y además se aseguró que los miembros de su familia no serán los que se encarguen de gestionarlos cuando él muera. Además, al vender su archivo a la Universidad de Tulsa, ha conseguido que sus documentos y objetos personales no desaparezcan en colecciones privadas, sino que pasen de generación en generación y se vuelvan cada vez más importantes a medida que transcurran los años. En ese sentido, Dylan está tratando su archivo como lo haría un arqueólogo: sabiendo que la gente querrá ver esos materiales dentro de décadas o incluso de cientos de años".

Bob Dylan ya ha vendido todo su catálogo de canciones y dejará su archivo a la universidad de Tulsa

Bob Dylan ya ha vendido todo su catálogo de canciones y dejará su archivo a la universidad de Tulsa / Archivo

Para que el interés por un artista dure esos cientos de años a los que hace referencia Forde, el gestor de esos archivos deberá conseguir que su popularidad se mantenga "de la tumba a la cuna". Es decir que, a pesar de su desaparición, siga resultando atractivo a aquellos que le conocieron y, con el tiempo, se sumen nuevos admiradores. Una labor que no es sencilla, no solo porque las modas cambian, sino porque las salvajes vidas de estos artistas obligan a blanquear sus acciones constantemente y tener claro que, en cualquier momento, puede filtrarse un escándalo. El mejor ejemplo de ello es Michael Jackson aunque, paradójicamente, en el caso del autor de Thriller —con permiso de Luixi Toledo—, su proceso judicial o su muerte por sobredosis, lejos de disminuir sus ventas, las multiplicó.

"Cuando alguien muere, se inicia un proceso natural de desinfección que consiste en acentuar los aspectos positivos de la persona y minimizar los negativos. Esto sucede especialmente en el caso de los músicos a los que se les va quitando ese estilo de vida hedonista para sustituirlo por su impacto cultural y musical. El ejemplo más obvio de este cambio de narrativa es el de John Lennon: alguien que acostumbraba a recurrir a la violencia, se burlaba de los discapacitados, decía cosas realmente desagradables sobre la gente, pero que, en la actualidad, es presentado como un exponente de la paz y el amor. Con esto no quiero decir que solo haya que recordar de un artista el exceso, sino que tampoco creo que esa parte de su personalidad debería eliminarse por completo. Los artistas son personajes complejos, a menudo contradictorios y, como sucede con cualquier persona, a veces hacen cosas terribles. Negar eso y limitarse a sacar a la luz los aspectos positivos, es presentar sólo una explicación parcial de quiénes fueron".

'Royalties de ultratumba'

'Royalties de ultratumba' / Liburuak