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‘Diario nocturno de Tokio’: las memorias de una española y una italiana en el lado más turbio de la metrópoli nipona

Dos mujeres que vivieron en la ciudad durante años han recopilado en este libro ilustrado sus historias más disparatadas llenas de expatriados borrachos, prostitución, locales oscuros y personajes inolvidables.

Fragmento de una de las ilustraciones de 'Diario nocturno de Tokio'.

Fragmento de una de las ilustraciones de 'Diario nocturno de Tokio'. / Enrica Zaggia - Satori Ediciones

Hay un proverbio japonés que dice algo así como que “El agua derramada no vuelve al cuenco" (Fukusui bon ni kaerazu). La idea detrás de esta expresión es que, al igual que el agua que acaba en el suelo, hay muchas cosas en la vida que no se pueden deshacer. Lo hecho, hecho está y, una vez que ha sucedido, quizá lo mejor que puedes hacer es quedarte con lo bueno y contar una buena historia.

Eso es precisamente lo que han hecho Lena y Claria, una española y una italiana que en realidad no se llaman así, pero que vivieron en Tokio durante casi una década. La ciudad les dio muchas alegrías y algún que otro disgusto, pero quizá lo mejor fue que su estancia les permitió adentrarse en una metrópolis que poco tiene que ver con la que suele visitar el turista occidental medio.

Hablamos de un Tokio underground, oculto, lleno de pequeños bares en los que los salarymen beben hasta perder el sentido, el humo de los cigarrillos nubla la vista, la mafia china extiende sus tentáculos, cada día nacen y mueren oscuras tribus urbanas de las que nunca oiremos hablar y la prostitución es casi una profesión como otra cualquiera en una sociedad libre del peso de la moral judeocristiana.

“Ambas teníamos una colección de personajes e historias surrealistas que cada vez que contábamos en público, eran difíciles de creer”, explica Lena. “Así que decidimos escribir un libro en parte para no olvidarlas, de ahí que en el título se incluya la palabra ‘diario’. Me alegra pensar que tantos trabajos, tantas noches, tantos encuentros, sirvieron para, al menos, escribir una historia entretenida”.

Ilustración de 'Diario nocturno de Tokio'.

Ilustración de 'Diario nocturno de Tokio'. / Enrica Zaggia - Satori Ediciones

Su libro se titula Diario nocturno de Tokio y acaba de ser publicado por Satori Ediciones, con ilustraciones de Enrica Zaggia. “Estábamos convencidas de que nuestras historias tenían bastante potencial tragicómico”, explica Claria. “Nos hacía ilusión compartirlas y de alguna manera dar forma física a recuerdos que nos han marcado profundamente. Así que decidimos ponernos a escribir, aunque sin Satori Ediciones, que creyó en nuestra idea, y sin las ilustraciones de Enrica, no habría sido posible crear una obra tan completa. Tuvimos una suerte increíble”.

Sin ánimo de hacer spoilers, los lectores encontrarán en las páginas del libro las experiencias de las autoras como guías turísticas de occidentales pasadísimos que creían que en Japón se podía hacer cualquier locura, la experiencia de Lena como camarera de un diminuto snack bar tokiota, su visita a un evento llamado “Anal Festival” o cómo Claria paseó entre los cerezos en flor bajo los efectos del éxtasis.

El ‘otro’ Japón


“En un primer viaje, Japón enamora, porque solo vemos lo especial de su ética, costumbres, gastronomía… Pero es difícil conocer el Tokio real si no se entiende bien el idioma”, afirma Lena. “La cultura japonesa está llena de sutilezas y eufemismos a causa de la cultura del tatemae y el honne (lo que presentamos a los demás versus lo que de verdad pensamos) y esto es difícil de descifrar sin una inmersión total o sin amigos japoneses. Es complicado acceder a ciertos lugares sin invitación o sin hablar japonés porque sería una molestia para la clientela o el dueño si no se pueden comunicar o entender cierta idiosincrasia local. Personalmente una parte de mí sigue enamorada y siempre lo estará de Japón, pero la vida profesional hace mella en el espíritu, ya que es extremadamente dura”.

“Japón ha sabido venderse y presentar bien sus puntos fuertes”, añade Claria. “Ha sabido ‘explotar’ a su favor el hecho de que sea un país tan lejano y diferente, se han centrado en su cultura milenaria, la belleza de la naturaleza y el caos de sus ciudades, la comida, etcétera. No digo que no sea un país hermoso, pero hay que reconocer que muchas de las imágenes que tenemos de Japón son el resultado de una estrategia de marketing específica destinada a esconder la ‘suciedad’ y los aspectos más horribles de su sociedad debajo de la alfombra. No estoy criticándolo, pero sería ingenuo no admitir que hay cierta estrategia en todo esto”.

Las autoras llegaron a ese país recién comenzada la veintena y tuvieron multitud de trabajos: camarera, DJ, editora de vídeos, profesora de idiomas, modelo, actriz, figurante en anuncios, acompañante de artistas… “Trabajos que me ayudaban a pagar las facturas pero ninguno con aspiraciones de un futuro estable”, recuerda Lena. “El más esperpéntico fue grabar vídeos de promoción de juguetes para adultos que acabaron proyectándose en sex shops, pero que siguen siendo mi mejor anécdota cuando los proyectamos en una cena”.

No ayuda el que sea uno de los países más machistas del planeta, donde se aceptan y justifican ciertos comportamientos sexistas"

Sin duda, una de las cosas que queda más claras al leer el libro es lo patanes que solemos ser los occidentales cuando viajamos hasta allí. “A lo largo de los años hemos conocido a muchos extranjeros en Japón y, por desgracia, muchos tienden a seguir un patrón muy concreto”, afirma Claria. “Japón, al ser un país tan ordenado, limpio y organizado, suele ser confundido por los occidentales con una especie de Disneylandia donde todo está permitido. Este pensamiento es común tanto entre mujeres como entre hombres, pero es peor entre los hombres, que combinan esta idea de superioridad europeísta con el factor sexualizante hacia las japonesas. Evidentemente no ayuda el que sea uno de los países más machistas del planeta, donde se aceptan y justifican ciertos comportamientos sexistas. No obstante, casi todos mis mejores amigos en Japón son extranjeros”.

Página interior del libro

Página interior del libro / Satori Ediciones

“Muchos forasteros entienden el pánico a la confrontación de los japoneses como un ‘todo vale’ porque parece que nadie les va a parar los pies”, aclara Lena. “Para nosotras, que nos pudieran incluir en la misma caja era un sentimiento terrible. Hay muchos turistas que se acercan a la cultura con respeto y admiración, pero no aparecen en nuestro libro, que cuenta historias en las que alguien siempre acaba detenido, expulsado o en coma etílico”.

Fuera de los límites de la moral judeocristiana


Otra de las cosas que llaman mucho la atención de la crónica personal de Lena y Claria es el desfase sexual y alcohólico en el que parece que viven los habitantes de la noche tokiota. También que bastantes de los amigos o conocidos de las protagonistas declaren sin pudor que se dedican o se han dedicado en el pasado a la prostitución. “En Japón existe una estructura religiosa, moral y social diferente a la nuestra”, explica Claria. “Aquí en Europa tenemos siempre muy presente la culpa y el dolor cuando hablamos de sexo o de trabajo sexual debido al legado de nuestra educación cristiana. Pero Japón ha tenido un camino, una historia y una religión diferentes, simplemente ciertas cosas, como la prostitución, están menos demonizadas que en Europa. En cuanto al alcohol, pues es una forma de hacer frente a una sociedad capitalista asfixiante”.

Muchos japoneses no considerarían utilizar los servicios de prostitución como una infidelidad"

Los japoneses se enfrentan a una presión social y profesional diaria a la que solo se le puede dar escape con alcohol y desfase”, explica Lena. “Son seres humanos tratados como máquinas y que además tienen que seguir funcionando a cualquier precio, incluso hasta su propia muerte que en ocasiones es provocada por el karoshi o muerte por agotamiento en el trabajo. Respecto a la prostitución, el sintoísmo tiene una visión moral diferente, y que alguien se prostituya, aunque lo esconda a su familia, no es algo que se esconda entre amigos porque hay menos prejuicios. Se ve en muchas ocasiones como un trabajo, y es algo muy consolidado en la sociedad. Por ejemplo, muchos japoneses no considerarían utilizar los servicios de prostitución como una infidelidad”.

Sin embargo, resulta curioso la ausencia casi total de las drogas en el relato de las dos amigas. “La legislación al respecto es muy dura”, comenta Lena. “Simplemente la presencia de sustancias de este tipo en la orina o en el pelo acarrearía problemas legales, por lo que muchos extranjeros huyen de todo ese mundo para proteger sus visados”.

“En mi opinión, el alcohol funciona en Japón como una forma de mantener cierto orden social”, apunta Claria. “Las drogas es un tema diferente. Si hubiera una revolución psicodélica y la gente consumiera setas, LSD y marihuana como en Europa, quién sabe lo que pasaría en la sociedad japonesa. Son sustancias que, de hecho, siempre se consumen en secreto, pero creo que la razón por la que el país está tan atrasado en el discurso sobre las drogas es porque en realidad existe un gran interés en mantener el statu quo de las cosas. Mejor un pueblo trabajador y alcoholizado que uno de hippies demasiado relajados, ¿no? En cuanto a las drogas más duras, en realidad durante la guerra se consumió mucho speed y estimulantes que ahora, como los psicodélicos, se consideran absolutamente tabú”.

Muchas más historias que contar


Desde la distancia, tanto Lena como Claria reconocen que sienten cierta nostalgia por el país nipón, aunque están contentas de haberse escapado de las duras condiciones laborales de ese país, una de las principales razones por las que lo abandonaron. A pesar de todo, Japón siempre ocupará un lugar en su corazón y en sus anécdotas. Cada vez que se juntan, recuerdan nuevas historias. “Esperamos tener la oportunidad de poder escribir algún día una segunda parte de este libro porque tenemos muchas más cosas que contar”, concluyen.

Cubierta del libro

Cubierta del libro / Satori Ediciones