HORROR EN CLAVE POP

'Monster Show', el libro que explica cómo el cine de terror tiene una conexión con la realidad más directa de lo que parece

El escritor David J. Skal analiza en este título fundamental, que se vuelve a reeditar ahora, cómo el cine clásico de miedo y sus monstruos están vinculados a los acontecimientos históricos del siglo XX

Skal está estos días de gira por varias ciudades españolas

Fotograma de 'Frankenstein' (1931).

Fotograma de 'Frankenstein' (1931). / ARCHIVO

Se conoce como monster kids a la generación de niños y adolescentes estadounidenses de los años 50 y 60 del siglo pasado que, gracias a la televisión y toda una serie de productos asociados, como revistas para fans, muñecos, tebeos o juguetes, descubrieron las clásicas películas de miedo de Hollywood y quedaron fascinados por ellas.

"Aunque en aquella época aún no existía el vídeo ni mucho menos las plataformas de streaming, los equipos de cine casero en 8mm eran moneda corriente y nos sentimos inspirados a producir nuestras propias versiones de Drácula y Frankenstein en los sótanos y patios de nuestras casas", recuerda el escritor David J. Skal que, como los también monster kids Stephen King y Steven Spielberg, empleó esa afición infantil para generar de adulto obras que son hoy clásicos de la cultura popular. Por ejemplo, Hollywood gótico —en el que analiza la figura de Drácula—, Halloween —un ensayo histórico y sociológico sobre esta popular festividad— o Monster Show. Una historia cultural del horror.

Fotograma de 'Drácula' de Tod Browning (1931).

Fotograma de 'Drácula' de Tod Browning (1931). / ARCHIVO

Publicado por primera vez en 1993 y rescatado ahora por la editorial EsPop, Monster Show analiza los orígenes del terror moderno y plantea una interesante tesis que asegura que el entretenimiento terrorífico del siglo XX constituye una suerte de historia secreta de la época moderna.

"Cada trauma o ruptura sociocultural puso en marcha tendencias identificables en el género del horror, empezando por la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, las cazas de brujas de la Guerra Fría, la revolución sexual e incluso la pandemia del SIDA", explica Skal, que encuentra la razón de ese vínculo en el hecho de que "todos tenemos miedos muy reales que debemos procesar y aprender a afrontar, pero a menudo nos resulta más sencillo abordarlos de manera indirecta, ocultos bajo una máscara". Es ahí, según el escritor estadounidense, donde las películas de terror encuentran su hueco en las vidas de los espectadores que, independientemente de la cultura o lugar geográfico de donde procedan, comparten ciertos temores, como por ejemplo el miedo a la muerte, a lo desconocido, a la pérdida de control y autonomía, a la incapacidad para resistirse a una transformación no deseada o a la amenaza de mutilación.

Máscaras durante la noche de Halloween.

Máscaras durante la noche de Halloween. / LUIS GANDARILLAS / EFE

"Estos miedos son unas constantes que permanecen en gran medida inalterables a lo largo del tiempo y que están asociadas a los diferentes personajes del género. Por ejemplo, a los monstruos de la superstición, entre los que se encuentran los vampiros, zombis y fantasmas, a los monstruos de la ciencia, como los engendros creados por el hombre, al doppelgänger, representado en Jekyll y Hyde, y al fenómeno de feria. En el libro las describo como tallas oníricas en un oscuro carrusel de la mente. Cuanto más rápido gira el carrusel, más empiezan a parecerse entre sí los monstruos porque se adaptan a cada periodo histórico de manera singular".

De esta forma, los mitos de Drácula o Frankenstein, que disfrutaron de un enorme éxito durante la Gran Depresión de los años 30, volvieron a vivir nuevo auge con la aparición del SIDA, en el caso del vampiro, y con la guerra de Vietnam y los cuerpos de soldados mutilados, en el caso de la criatura imaginada por Mary Shelley. Unas interpretaciones simbólicas en las que desempeñó un papel muy importante el psicoanálisis.

"El concepto del subconsciente de Freud, y en particular la idea de que cualquier cosa reprimida acabará saliendo inevitablemente a la superficie, aportó un material muy útil a los cineastas tanto si lo comprendían por completo como si no. Cada vez que algo regresa de la tumba en una película de miedo, entra en juego la metáfora freudiana", explica Skal, que destaca el talento del director Tod Browning para este tipo de asociaciones. "El director de La parada de los monstruos y Drácula explotó con habilidad las ideas de Freud sobre la negación y la represión en explosivas historias de venganza impulsadas por ideas como el miedo a la castración y el incesto. Bajo la guisa de melodramas escapistas, el cine de horror presentó conceptos psicoanalíticos perturbadores de manera velada y, por tanto, aceptable".

Solo para hombres

En su empeño por reflejar la realidad histórica de su época, el cine de la edad dorada de Hollywood no prestó demasiado interés a las mujeres, ni en lo que se refiere a las narrativas, ni a los puestos de responsabilidad, tampoco en el ámbito de la creatividad y ni siquiera como espectadoras. "Cuando yo los descubrí de niño, los monstruos eran claramente una afición para chicos. Tradicionalmente, en las películas de horror, las mujeres han representado al opuesto misterioso que debe ser temido o a la damisela en apuros que debe ser salvada. En consecuencia, no puede decirse que tuvieran muchos elementos de interés para el público femenino. Afortunadamente, el abanico de papeles disponibles en la actualidad para las mujeres empieza a ser más amplio. El reboot de Universal de El hombre invisible con Elisabeth Moss es un buen ejemplo del camino a seguir", reflexiona Skal, que analiza en Monster Show cómo, posteriormente, el feminismo, la revolución sexual o el control del cuerpo femenino gracias a la aparición de métodos anticonceptivos, sí que fueron tenidos en cuenta a la hora de producir las películas de terror de los 70.

"La semilla del diablo era una crítica bastante clara del modo en que los cuerpos de las mujeres pueden ser controlados por los hombres, especialmente en entornos médicos. Es una adaptación casi perfecta de una novela muy vendida que resultó particularmente popular entre las lectoras y, al margen de lo que podamos decir sobre el comportamiento de Roman Polanski, su sensibilidad gótica iba de la mano con el material. Por su parte, El exorcista narraba la historia de una madre que va en contra de los preceptos de un poder médico masculino y descreído con objeto de salvar a su hija. En el libro tengo un capítulo titulado Vive, me temo, en el que intento demostrar que las películas de terror sobre bebés monstruosos y demoníacos estuvieron muy a menudo en sintonía con el feminismo radical de la época. Por supuesto, hablamos de películas escritas y dirigidas por hombres, por lo que puede que estas simpatías no se dieran a un nivel completamente consciente. En cualquier caso, me encantaría ver lo que podrían hacer con estos mismos mimbres las cineastas de hoy en día".

Superado el siglo XX, si ha habido un terror reciente que marcará a toda una generación del siglo XXI, ese ha sido el de la pandemia de la Covid-19. Un acontecimiento que, al menos por ahora, no ha tenido su reflejo en las cintas de miedo, y no por falta de potencial terrorífico. "El Covid no ha creado nuevos monstruos ni nuevos temores, pero sí exacerbó el interés y el énfasis en determinadas ansiedades. Muchos interpretaron los encierros como una forma de encarcelamiento y control. La paranoia, expresada durante la pandemia en forma de numerosas creencias conspiranoicas, es un componente habitual en las películas de miedo, que además gana atractivo en momentos de incertidumbre. Cualquier icono monstruoso establecido, como vampiros, zombis, cuerpos devorados por la plaga, atraerá naturalmente más atención durante las crisis sanitarias", relata Skal, que estos días visita España para presentar Monster Show.

Portada de ‘Monster Show’, de David J. Skal. / ARCHIVO


Tras pasar por la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, los días 9 y 10 de este mes será uno de los invitados al Festival 42 de Barcelona donde, entre otras actividades, participará junto a Mariana Enriquez y Roger Lockhurst en la mesa redonda Miedo sobre el papel y miedo en la pantalla: los lenguajes del terror. La gira se completa con una visita a Madrid donde, el 7 de noviembre, presentará en la Filmoteca Española la proyección de la versión española del Drácula de 1931, rodada por George Melford por las noches aprovechando los decorados del Drácula de Bela Lugoshi y que, para muchos críticos, entre los que se encuentra el propio Skal, tiene aportaciones artísticas que superan la versión de Tod Browning.