MÚSICA

Rafael Riqueni, el triunfal regreso del infierno de uno de los grandes guitarristas del flamenco

Depresión, excesos de alcohol y drogas, una enfermedad mental mal tratada e incluso un paso por la cárcel interrumpieron la carrera de uno de los instrumentistas más valorados del flamenco

Ahora, diez años después de su vuelta, prepara un concierto que será grabado para un documental sobre sus 45 años de trayectoria: "Yo llevo un esquema bastante montado, no me gustan las sorpresas"

Es el único concertista que se presenta solo en los recitales, sin acompañamiento de otros músicos, y el más buscado por renovadores del flamenco como Rocío Molina o Rosario la Tremendita

El guitarrista Rafael Riqueni durante una actuación en el Festival Flamenco de Nîmes 2023.

El guitarrista Rafael Riqueni durante una actuación en el Festival Flamenco de Nîmes 2023. / Sandy Korzekwa / Festival de Flamenco de Nîmes

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Rafael Riqueni (Sevilla, 1962) es una referencia absoluta en la guitarra flamenca actual. Lentamente, diez años después de volver a la profesión tras remontar un calvario de depresión, excesos de alcohol y drogas, una enfermedad mental mal tratada e incluso un paso por la cárcel, ha conseguido dejar todo aquello atrás y convertirse en el mejor valorado. Pero además, es un guitarrista peculiar. "Tiene un imaginario muy especial. Su música es fantasía, pinta paisajes con la guitarra", dice la cantaora Rosario La Tremendita, que le conoce desde hace años. "Es un guitarrista que ha sido admirado hasta por sus maestros", añade la cantaora y reciente Premio Princesa de Asturias Carmen Linares. Tiene un estilo único, del que destaca su sensibilidad en la ejecución, que suele mostrar además presentándose solo, sin ningún tipo de acompañamiento, en sus recitales, a los que suele acudir con todas las entradas vendidas. Este martes, 7 de febrero, lo repetirá en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, su ciudad natal, donde ha convocado por invitación a sus amigos y seguidores para celebrar sus 45 años de trayectoria en un concierto que será grabado y formará parte del documental que se prepara sobre su vida.

"Estoy viviendo una madurez muy bonita", explica él. Riqueni atiende a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA un día antes de cerrar el Festival Flamenco de Nimes. "Ya con 60 años voy despacito, tranquilo: mi guitarra, mi cafelito... Veo las cosas de otra manera". En ese concierto celebrado en la ciudad francesa, con todas las entradas vendidas, tuvo que regresar al escenario a hacer bises hasta tres veces. No habló una palabra durante todo el recital. Tan sólo, en su tercera salida, dijo tímidamente “¡esto es increíble!”, abrumado por la respuesta del público. Algo similar ocurrió en la clausura de la XXII Bienal de Flamenco de Sevilla, y suele ser lo habitual allí donde acude a tocar. Incuso en Liubliana, Eslovenia, donde estuvo en 2020 y, para su propia sorpresa, llenó el teatro. "No se entiende, no creo que allí me conozcan de nada", admite con una sonrisa.

Riqueni es un hombre sencillo, de pocas palabras. Se enfrenta con el mismo nerviosismo a una entrevista que a un concierto. La Tremendita, que le conoce por amistad familiar, lo confirma: "Si habla es para decir algo bonito, tiene mucha sensibilidad. Es una persona entrañable, muy cariñoso". Le cuesta recordar cuestiones como la primera vez que actuó en algunas plazas importantes, y tampoco le da importancia al hecho de presentarse solo en escena, algo que evitan hacer otros guitarristas. "Yo de joven hice un montón de conciertos solo, sobre todo en Alemania. Toqué en la Ópera de Fráncfort y en muchos sitios, siempre iba solo. Y eso se me ha quedado: sé dominar un concierto de guitarra sola", dice. ¿Cómo se gestiona eso cuando está en el escenario? "Bueno, no es fácil tener siempre la atención del público. Cuando empiezan a toser, entra una cosilla por el estómago que... Yo me concentro en no fallar".

Niño prodigio al que la vida le puso a prueba

Nacido en Triana, uno de los epicentros del flamenco, hizo sus primeras actuaciones con 12 años. Su padre, quien alentó su inquietud musical, le regaló su primera guitarra con ocho. Con 15 ya había ganado los dos prestigiosos premios y enseguida, siendo aún menor de edad, comenzó a acompañar a cantaores y artistas como Isabel Pantoja o Rocío Jurado. Aprendió de los maestros de la generación anterior, Paco de Lucíal, y sobre todo, Manolo Sanlúcar y, explica Carmen Linares, ambos le admiraban. "Eran maestros de Rafael y le admiraban: el alumno era alguien grande", dice.

En los 80 grabó sus primeros discos. Se instaló en Madrid y vivió días de gloria. Linares recuerda grandes momentos en los escenarios ("siempre me sorprendía, porque es un artista con muchos recursos"), pero también en el bar Candela, donde se juntaban los artistas del flamenco después de cerrar los tablaos, para compartir conversaciones y aprender unos de otros cantando y tocando ("Cuando él estaba surgían muchas cosas, grandes momentos", recuerda la cantaora). Cuando su carrera estaba en pleno auge, la vida se le fue de las manos. El suicido de su padre en 1997 le provocó una profunda depresión, que unido a excesos con alcohol y las drogas le desencadenó una bipolaridad que no fue tratada correctamente. Lo peor fue, como él admite, que perdió la confianza en sí mismo. Incluso dejó de tocar la guitarra. Estaría 15 años sin grabar.

Su toque se apagó, pero como él mismo recuerda, el flamenco nunca le dejó del todo solo. En Madrid se organizó un homenaje para recaudar fondos para su tratamiento, Enrique Morente le llamaba para que tocara con él en algunas ocasiones y en la academia de la capital Amor de Dios trabajaba como músico para las clases de baile.

A principios de la pasada década, su actual representante, Paco Bech, le rescató. Había dirigido un documental sobre el músico sevillano Silvio Fernández Melgarejo en 2007 y quería hacer otro sobre la vida de Riqueni. El músico regresó a Andalucía y allí, con el tratamiento adecuado, pudo salir del infierno en el que estaba sumido. Aún vendría una última sacudida: después de reaparecer en la Bienal de Flamenco de Sevilla de 2014 -"Rafael Riqueni tocó en Sevilla con el alma en sus manos por soleá", dijo la crítica entonces-, tuvo que pasar algo más de un año en la cárcel por acumular delitos leves.

Tras su salida, volvió a los escenarios, a componer y a grabar, y desde entonces ha publicado dos discos con la discográfica Universal Music. También ha rescatado una guitarra que su padre le regaló en 1978, arreglada y reestrenada. Bech lleva grabando desde entonces su relación con el público, sus actuaciones, su manera de componer, lo que opinan otros músicos, incluso las entrevistas. Y ahora pretende culminar la película, que espera estrenar este 2023 y que produce Gervasio Iglesias para La Zanfoña, Serie Gong Cine y Almada Cinema, con el concierto de Sevilla. Un evento que debe simbolizar “la etapa del regreso de Rafael, que comenzó en este mismo teatro con su participación en la Bienal de 2014”, dice Bech.

"Yo llevo un esquema bastante montado a los conciertos", explica Riqueni. "No me gustan las sorpresas. Que tenga el mismo esquema me permite estar más tranquilo en el escenario". Hace una breve pausa y continúa: "Naturalmente, nunca es igual. La guitarra es un instrumento muy sensible, todo es nuevo en cada concierto, pero el esquema es siempre el mismo". La Tremendita, con la que ha colaborado en su reciente trabajo doble Principio y origen, le define como un artista "anárquico". "Para trabajar con él hay que adaptarse. Él graba como antiguamente: llega al estudio y lo toca todo del tirón. Yo le hacía repetir una y otra vez, y él lo hacía. Hasta que se cansó y me dijo: 'Tremenda, ya no toco más'. Y se fue". En su presentación en la pasada Bienal de Sevilla pasó algo similar. "Hice tres intentos de ensayo sin éxito, porque cada día lo hacía de manera diferente. Incluso tuve que recordarle ya en el concierto que íbamos a hacer su Amargura, porque no se acordaba".

Preguntada por qué quiso contar con él en su disco, en el que trabaja con guitarristas más jóvenes, Tremendita es clara: "Rafael es uno de los mejores concertistas del flamenco desde hace tiempo y su música siempre me ha traspasado el alma".

Además de esta colaboración, en los últimos años Riqueni ha trabajado también con la bailaora Rocío Molina en Inicio (Uno). Ambas, Tremendita y Molina, son artistas que exploran nuevos lenguajes y sonoridades. "El flamenco es una música que está en continuo movimiento", explica él sobre su interés en estas artistas. "Hacen falta artistas como ellas que vayan aportando cosas". Se declara admirador de ambas y las describe como valientes y talentosas. "Para mí lo que hace Rocío es nuevo y a veces me siento incómodo", reconoce. "Sobre todo con esos silencios que hace, siento que el público en cualquier momento se va a ir y lo paso mal, pero después merece la pena".

"Le gusta mucho acercarse a los jóvenes, sorprenderse, aprender, es un hombre muy abierto", dice Tremendita sobre el interés del guitarrista en los artistas actuales. "Como buen melómano es curioso y le interesa todo lo que ocurre a su alrededor".

Ahora, Rafael Riqueni prepara un disco de versiones de éxitos del pop estadounidense: Whitney Houston, The Police, Carlos Santana, Louis Amstrong... Explica que su manera de componer requiere de mucho tiempo, y no le resulta sencillo compaginarlo con actuaciones. "No se puede escribir con prisa. Tiene uno que madurar lo que va a hacer. Hay días que saco una falseta y otros que no saco nada", admite el artista, al que se podría describir como un eterno insatisfecho. "Incluso después de publicar un disco, a los dos años o así ya no me gustan, sólo le veo los fallos".