LA VANGUARDIA DE LOS 60

Melenas, antifranquismo y arte: de Alfonso Guerra a Smash, cómo la contracultura brotó en Sevilla

Fran G. Matute recorre en el libro 'Esta vez venimos a golpear' las experiencias de teatro, música y arte que pusieron las bases de la contemporaneidad en la capital andaluza

"Sevilla es de los primeros sitios donde se asume de manera potente este movimiento internacional, que luego cuajó en otros lugares, como Madrid o Barcelona"

Gualberto García, uno de los fundadores del grupo Smash, fue uno de sus protagonistas: "Solamente con ser joven la música era otra cosa. Me metí de lleno en el mundo de libertad que me ofrecía esa música"

El grupo de rock Smash. De izquierda a derecha: Julio Matito, Gualberto García, Silvio Fernández, Antoñito Smash (Antonio Rodríguez) y Henrik Liebgott

El grupo de rock Smash. De izquierda a derecha: Julio Matito, Gualberto García, Silvio Fernández, Antoñito Smash (Antonio Rodríguez) y Henrik Liebgott

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

Gualberto García (Sevilla, 1945) nació en una corrala en Triana. Su infancia sonaba a flamenco, el que cantaba su madre y vivía a su alrededor en un espacio en el que se vivía en comunidad. Aprendió a tocar la guitarra para acompañar en las fiestas familiares, pero cuando descubrió el rock quedaría marcado para siempre. "Yo cuando escuché a The Beatles me di cuenta de que solamente con ser joven ya era otra cosa. Así me metí de lleno en el mundo de libertad que me ofrecía la música".

El campito de Mane, un descampado en las afueras de Los Remedios, entonces en construcción y hoy uno de los barrios burgueses por excelencia de la ciudad, servía a unos cuantos (al propio García, a Silvio Fernández y a Mane Segura, entre otros) para reunirse e investigar qué era eso del rock, con una guitarra de palo y varias latas de conserva rellenas de arena como instrumentos, además de un pequeño tocadiscos portátil. Aquel sería uno de los gérmenes de diferentes formaciones musicales de la segunda mitad de los 60 que cristalizarían, entre otros, en Smash, grupo de rock psicodélico en inglés que marcaría el camino en los años venideros, tanto en el rock como en lo que se daría en llamar más adelante el Nuevo Flamenco. "Es verdad que rompimos muchos moldes", explica Gualberto, líder de esa banda seminal que se mantiene en activo todavía hoy, "pero es que había muchos moldes que romper en esa época".

“Sevilla es de los primeros sitios en España donde se asume la contracultura internacional que luego cuajó en Madrid o Barcelona", explica Fran G. Matute, gestor cultural e investigador que se ha entregado a la tarea de revisar aquellos años. Su libro Esta vez venimos a golpear. Vanguardias, psicodelias y subversiones varias en la Sevilla contracultural (1965-1968) (editorial Sílex, 2022), que juega precisamente con el título de una canción de Smash, es el resultado no sólo de las entrevistas que ha mantenido con muchos de sus protagonistas, sino de una exhaustiva revisión en la hemeroteca de "todos los números disponibles entre enero de 1965 y diciembre de 1968" de los diarios ABC de Sevilla, El Correo de Andalucía, Sevilla y Pueblo, de los semanarios La Hoja del Lunes y Novedades, y de la revista taurina ¡Oiga!, entre otros.

Este libro recoge la primera parte de su trabajo de investigación, que culmina en 1969 porque ese es el año de despegue de Smash. Es la continuación de la exposición y el libro Días de viejo color. Testimonios de una Andalucía Pop (1956-1991), y recoge el testigo de otras obras que se centran en elementos más específicos. Además, conecta más directamente con una novela reciente: Vida y obra de Gabriel Maceli Campalans. El cronista de la contracultura andaluza (Lengua de trapo, 2022), de Javier Padilla Moreno-Torres, que lleva a la ficción muchos de los acontecimientos recogidos en Esta vez venimos a golpear a partir de un personaje que en realidad nunca existió.

Matute analiza tres escenas: las vanguardias que cristalizaron en el teatro independiente, fuertemente inspirado en Bertold Bretch, las artes plásticas y la música: fundamentalmente rock, pero también con un leve acercamiento al flamenco más politizado y que venía empujado desde cierta intelectualidad. Su libro recopila momentos, escenas, exposiciones, lugares de reunión, estrenos y, sobre todo, muchos nombres propios. Algunos tuvieron una trayectoria posterior de importante resonancia. Son los casos del periodista Jesús Quintero (recientemente fallecido), que desde su programa de radio impulsó a las nuevas formaciones rock, incluso cuando aún no tenían ni siquiera grabaciones que ofrecer; Paco Lira, quien tendría un papel fundamental en las conexiones artísticas con su espacio La Cuadra -un local que servía tanto de lugar de ensayo como de espacio de exposiciones y centro hostelero-; Ricardo Pachón -que se convertiría en el productor fundamental del nuevo flamenco, sobre todo a partir de La Leyenda del Tiempo de Camarón de la Isla-, Gonzalo García Pelayo -dueño de la discoteca Dom Pelayo, pero también representante musical-, actores y pensadores del teatro independiente -entonces- como Miguel Rellán, Amparo Rubiales y Alfonso Guerra (los dos últimos serían políticos célebres más tarde) o artistas como Carmen Laffón. La lista es interminable.

Fran G. Matute, autor del libro 'Esta vez venimos a golpear. Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias en la Sevilla contracultural (1965 - 1968)'.

Fran G. Matute, autor del libro 'Esta vez venimos a golpear. Vanguardismos, psicodelias y subversiones varias en la Sevilla contracultural (1965 - 1968)'. / Imagen cedida

Carné de artista para poder tocar

Pero entonces, ¿no era Sevilla una ciudad conservadora? "Sí, lo era", afirma rotundo Matute. "Parece que pasaban muchas cosas, pero en comparación con la vida cultural general de la ciudad, sin matices transgresores, subversivos, etc, era anecdótica. La ventaja es que, como era una ciudad tan pequeña, al final se anunciaba todo, desde Marujita Díaz hasta un concierto de Gong, desde una actividad cofrade a una exposición de arte de vanguardia". Sin embargo, lo que ocurrió en esos años fue el germen de algo mucho mayor. "Muchos de los protagonistas de la Movida madrileña y del underground barcelonés vienen de Sevilla. Muchos personajes de aquí terminan en Madrid y en Barcelona y tuvieron un protagonismo muy grande. Los casos más obvios son los de [el autor de cómics] Nazario o [el artista y performer] Ocaña. Sin ellos realmente no se entiende el underground en Barcelona".

Gualberto García cuenta que, para poder tocar, los grupos necesitaban que al menos uno de los músicos tuviese carné de artista para firmar contratos. Para conseguirlo, había que pasar un examen en el que dar cuenta de las habilidades artísticas. A pesar de ser todavía un adolescente, él decidió presentarse porque, admite, era el que más en serio se tomaba lo de dedicarse profesionalmente a la música. "Me hicieron la prueba Juanito Valderrama y Manolo Escobar", recuerda. "Casi todos los que se querían sacar el carnet eran bailaores y gente que actuaba en los cabarets. No había casi músicos. Yo me presenté tocando con la guitarra una canción de The Beatles".

"Me hicieron la prueba Juanito Valderrama y Manolo Escobar. Casi todos los que se querían sacar el carnet eran bailaores y gente que actuaba en los cabarets", recuerda Gualberto.

El elemento clave para que aquello brotara fue la influencia exterior. Pese a la dictadura, los artistas sevillanos del momento eran perfectamente conocedores de lo que estaba buyendo en el extranjero. En buena medida, por influencia de los americanos que pasaban por la ciudad, relacionados con las bases militares de Morón, Rota y San Pablo, aunque estos no jugarían un papel tan definitivo como se les suele asignar, apunta Matute. Pero también por los mochileros hippies de la misma nacionalidad que se instalaban temporalmente en su camino desde o hacia Marruecos, muchos de los cuales dejarían discos, instrumentos musicales e incluso drogas.

La influencia exterior también la marcaría su propia experiencia: muchos de los protagonistas de la contracultura sevillana eran miembros de familias acomodadas que viajaban al extranjero. Amparo Rubiales, fundadora y actriz de la compañía de teatro independiente Esperpento, viaja al Festival de Avignon en 1968 junto a Justo Ruiz para ver al Living Theatre, un prestigioso grupo de teatro experimental americano que apostaba por romper la cuarta pared, implicando a los espectadores. Gonzalo García Pelayo visita París entre el 65 y el 67. "Ve a The Beatles y The Kinks en directo y se trae muchos discos a Sevilla", explica Matute. Gualberto García acude al festival de Woodstock de 1969 y se queda en EEUU varios meses, conviviendo y tocando con algunos de los músicos que formaban parte de The Band, el grupo que solía acompañar a Bob Dylan... "Más de primera mano, imposible", sentencia el investigador.

La ausencia de elementos identitarios locales

En cualquier caso, Matute considera que la diferencia fundamental estuvo en los sevillanos. "En otras ciudades había presencia americana: Zaragoza tenía base militar, o Madrid, pero en ninguna de ellas permeó la contracultura como aquí". Sin embargo, la inexistencia de un tejido empresarial en torno a la cultura impidió su desarrollo posterior. "Nosotros éramos famosos sin haber sacado un sólo disco", sostiene Gualberto. "Llenábamos las plazas de toros, la gente nos paraba por la calle, pero no teníamos grabaciones". Matute profundiza: "En Sevilla la contracultura era contracultural total, en el sentido de que era efímera, y todo lo que se conoce a posteriori es a través del relato de los que lo vivieron y el poco testimonio que quedó en la prensa local".

Smash cantaban en inglés. Su música era el rock. Sólo años después se integraría en el grupo el flamenco Manuel Molina, conocido por el dúo que montó junto a su mujer, Lole Montoya (Lole y Manuel). Lo mismo ocurrió con Esperpento: inspirados inicialmente en Bertolt Brecht, fueron incorporando obras de poetas nacionales o al propio Valle Inclán en su repertorio. "Aprendieron a transgredir a través de las referencias internacionales, pero hay un momento en el que ese bagaje internacional les resulta creativamente más pobre y deciden trabajar desde la cultura madre de cada uno".

Hippies y niños en Sevilla (c. 1968). Archivo Banco Redondo. Antonio Rdríguez (batería de Smash), en el centro, con guitarra y Julio Rabadán, en la derecha, también con guitarra.

Hippies y niños en Sevilla (c. 1968). Archivo Banco Redondo. Antonio Rodríguez (batería de Smash), en el centro, con guitarra y Julio Rabadán, en la derecha, también con guitarra. / Archivo Banco Redondo

El 69 es el año de despegue de Smash. La banda la funda García Pelayo, su primer representante y el dueño de los instrumentos. Gualberto había formado anteriormente parte de otros grupos, como Los Murciélagos, junto a Silvio Fernández, o Nuevos Tiempos, un grupo de rock progresivo en el que coincidió con Jesús de la Rosa, que luego fundaría Triana, y Manuel Marinelli, que crearía Alameda. Sería el embrión de lo que hoy se llama rock andaluz. Pero además, con Smash se pondrían también los cimientos del Nuevo Flamenco que inauguraría La Leyenda del tiempo o grupos como Veneno o Pata Negra.

Ahí comenzaría el despegue, y la reivindicación andaluza. "¿Por qué es tan diferente la contracultura sevillana y la barcelonesa? Porque allí surgían iniciativas comerciales, había editoriales, casas de discos... Aquí no. Y, por otro lado, los que lo vivieron saben que aquello fue importante e interesante, pero ninguno ha contado su vida. Ninguno. Y en Barcelona están todo el rato contando su vida".

"Referente absoluto de la música de vanguardia en España"

El pasado 18 de noviembre, Gualberto García recibía un nuevo reconocimiento: el Premio Moments 2022, entregado por el Moments Festival que, a caballo entre Madrid, Málaga y Sevilla, se centra en la escena underground y las artes visuales. El jurado se fijó en el fundador de Smash por ser "pionero del rock andaluz y un referente absoluto de la música de vanguardia en España".

Gualberto García no sólo fue fundador de Smash. Decidió dejarlo cuando pretendió convertir al grupo en algo más comercial, porque él no quería abandonar ese espíritu de libertad que encontró en el rock. De origen humilde, aprendió inglés -primero fonéticamente, para poder cantar las canciones de los grupos de la época- y después gracias a su mujer -Jessica, una americana instalada con su familia en Sevilla- y sus viajes a Nueva York, donde estuvo viviendo algunos años. Conoció a Frank Zappa, uno de los innumerables músicos con los que tuvo oportunidad de trabajar, se enamoró del sitar a través de Ravi Shankar -"porque permite imitar los melismas flamencos de la voz"- y se lo trajo a España -suya es la Nana del Caballo Grande que canta Camarón en La leyenda del tiempo, por citar un ejemplo-. Estudió música, compuso algunas obras orquestales (y una ópera rock, Behind the stars) y ha tenido una extensa trayectoria en solitario que continúa todavía hoy. Le gusta recordar su trayectoria y se siente reconocido, y comparte su legado con músicos actuales que siente que han heredado aquello que él creó, como Derby Motoreta's Burrito Cachimba. "Me siento reconocido, pero sobre todo porque hago lo que me gusta, he vivido toda mi vida de la música, con eso he mantenido a mi familia. Eso es lo que me importa, en realidad".