Opinión | ESPEJO DE PAPEL

Locos por Joyce

James Joyce y Silvia Beach

James Joyce y Silvia Beach / EPC

Bajo la dirección dubitativa de uno de los joycianos más importantes de Europa, Enrique Vila-Matas, otros locos por James Joyce se trasladan desde hace años a la ciudad de Dublín para celebrar allí lo que en el mundo entero se llama Bloomsday. Como entre las normas alocadas de esta partida está la de no celebrar números redondos, como el centenario, esta vez, cuando se cumplían los cien años del Ulises, la obra maestra que glorifican, se reunieron en la Universidad de

Málaga

como si estuvieron a punto de consumir las pintas de Guinness que allí les esperaron esta vez en vano. No fue Vila-Matas, pero esta ausencia también forma parte de los rituales de la Orden del Finnegans, que los convoca.

Fue un acto universitario, pero también fue una juerga mañanera, en la que esos locos por Joyce fueron conducidos por una mujer de orden, la periodista y escritora Eva Díaz Pérez, que ahora dirige con alegría y sentido común los destinos de la administración literaria andaluza. Ella se sumó al jolgorio rabiosamente literario que protagonizaron Eduardo Lago, Malcolm Otero Barral, Jordi Soler, Antonio Soler (son primos, dicen de coña) y José Antonio Garriga Vela.

Lago vive en Nueva York, escribe como los ángeles, y sabe más de Joyce que cualquiera de ellos, como demuestra en Todos somos Leopold Bloom. Razones para no leer el Ulises (Galaxia Gutenberg). Otero Barral es un editor de larga data, y de evidente raíz: su abuelo, Carlos Barral, publicó un libro memorable de Ezra Pound que invirtió en Joyce una generosidad legendaria, pero no por eso sólo es joyciano el nieto. Jordi Soler, mexicano catalán, nacido en México del exilio español, autor de Los rojos de ultramar, vivió en Dublín como cónsul mexicano, y se sabe aquella geografía física (y de bares) mejor que cualquiera de sus compañeros de mesa. El Soler malagueño escribió Sur, acaso su mejor libro, inspirado en el Ulises, y es, con Vila-Matas, el más herido literariamente por la simbología del padre del Ulises. Finalmente, en el conciliábulo malagueño, estaba Garriga Vela, que en su novela Horas muertas mezcla la ciudad en la que vive con los reflejos con que Dublín encandila los ojos de esta partida de locos.

Fue la clausura del ciclo que conmemoró a Joyce fuera de Dublín, en una ciudad que es cada vez más literaria, a la que acudieron estos locos convocados por un libro que no acaba de sorprender y que tampoco termina de ser comprendido incluso por los que la han leído deteniéndose en ella como el gran misterio narrativo del siglo XX. Claro está, también está en el diccionario joyciano la impar Dublineses, que incluye el cuento Los muertos, hecho cine de manera genial por John Huston y cuyas distintas traducciones al español merecieron en estas sesiones malagueñas una estupenda disección de Nuria Barrios, escritora a la que se debe La impostora (Navona), una sobresaliente interpretación de cómo la traducción admite tantas versiones como quiera el alma que lee.

En el caso de Dublineses ella halló tantas versiones como pituitarias. Con Nuria Barrios estuvo en la mesa Joan Tarrida, el director de Galaxia Gutenberg, que contó la historia que precedió a la única interpretación pictórica completa de la obra principal de Joyce, hecha por Eduardo Arroyo. Éste dejó dijo que ese trabajo, uno de los últimos que realizó, le salvó la vida, pues lo abordó cuando lo atacó una de las últimas enfermedades que lo postraron. Ver ahora ese modo suyo de leer el Ulises produce un placer que prolonga la lectura de la mejor novela del siglo XX.

¿Y qué hace Ezra Pound aquí? Otro loco por Ulises y por su autor, Ayudó a Joyce a publicar el libro, lo acució con cartas y con afecto y con dinero, y todo está registrado en una obra memorable que el abuelo de Malcolm editó en 1971 y que ahora no se encuentra. ¿No se encuentra?…

Como yo llevaba conmigo un ejemplar que me acompaña casi desde la adolescencia, lo exhibí ante el auditorio, y del público se levantó alguien que resultó ser quien ahora, según anunció alborozado, va a publicar la nueva edición española de Sobre Joyce, que así rezaba el sobrio título de la vieja edición que vive conmigo desde que Barral lo publicó en Barral, que así se llamaba su último sello. Ahora será Francisco Javier Torres, director de EDAlibros, de Benalmádena, el editor que, como Barral, se atreva con Ezra Pound y su testimonio de amor por aquel personaje que puso patas arriba la literatura.

Todos estamos locos por Joyce.

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