Solidaridad y educación para ser sostenibles

Debemos dejar a las futuras generaciones la capacidad de salir adelante como nosotros estamos siendo capaces de desarrollarnos. Pero es difícil imaginar las necesidades y las posibilidades que habrá entonces

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Primer día de curso en una escuela de Barcelona.

Primer día de curso en una escuela de Barcelona. / Joan Puig

Ahora todo el mundo habla de sostenibilidad. En el mundo empresarial, a finales de los 80 la moda eran las finanzas, las fusiones y las adquisiciones. Posteriormente se habló de globalización, idea que ahora está en entredicho. Y en la última década, de sostenibilidad. Sostenibilidad y crecimiento sostenible. Muchas de las grandes empresas, en sus consejos de administración están tratando ya este tema como uno de los prioritarios. La remuneración variable de los máximos ejecutivos ya está empezando a depender en parte del logro de algunos objetivos de sostenibilidad.

Pero ¿qué es la sostenibilidad? Es un concepto vago del que se han ensayado muchas definiciones. Una de ellas sugiere que la solidaridad debe implicar la obligación de dejar a las futuras generaciones con las mismas opciones o mejores que las que hemos tenido nosotros. Es una obligación hacia futuras generaciones. El problema está en que nosotros no sabemos cuáles serán las posibilidades de las futuras generaciones.

Cuando apenas haces una comida al día, el cuidado del medio ambiente es algo que suena muy lejano. ¿Cuál es la solución?

La técnica avanza y cosas que antes no eran posibles ahora lo son. Situémonos hace 100 años. En 1923. ¿Podría alguien entonces imaginarse las necesidades y las posibilidades que tenemos ahora? La humanidad avanza. La tecnología avanza. Imponernos hoy restricciones para que futuras generaciones puedan disfrutar de algo que quizá no vayan a necesitar no parece una opción muy inteligente.

Pensar en la futura y la actual

Hemos de dejarles a las futuras generaciones la capacidad de salir adelante de la misma manera que nosotros estamos siendo capaces de desarrollarnos y crecer tecnológicamente. No sabemos si dentro de 100 años el petróleo o el litio serán cosas necesarias o superadas. Lo que hemos de conseguir con los recursos que usamos es invertir para que las futuras generaciones tengan la capacidad de seguir satisfaciendo sus necesidades. Pero no sabemos cómo lo van a hacer. La inventiva del hombre ya hemos visto que supera todas las expectativas.

Lo dicho hasta ahora habla de solidaridad intergeneracional. Solidaridad con las futuras generaciones. Pero ¿qué hay de la solidaridad intrageneracional? Es hipócrita pensar en las generaciones futuras y no pensar en la actual. Parece que el discurso actual contempla solo a los 2.000 millones de personas del mundo desarrollado. ¿Pero que hay de los restantes 6.000 millones que están en vías de desarrollo o en total subdesarrollo? ¿No deberíamos preocuparnos antes de sacar de la pobreza y de la indigencia a millones de personas que viven por debajo del nivel de subsistencia?

Los problemas complejos no tienen soluciones sencillas, pero la humanidad tiene potencial para resolverlos 

Se habla de sostenibilidad en tres dimensiones: la económica, la social y la medioambiental. Pero parece que el mundo occidental se preocupa fundamentalmente de la dimensión medioambiental; cambio climático, consumo de recursos, emisiones de gases, etcétera. Cuando Occidente ha conseguido desarrollarse en los dos últimos siglos sin preocuparse del consumo de recursos ni de las emisiones, y ha conseguido un más que respetable nivel de vida, ¿podemos exigir a los que luchan por la supervivencia que restrinjan el acceso a un nivel de vida digno del hombre y sigan en la indigencia?

Cuando uno tiene satisfechas las necesidades básicas y vive razonablemente bien, puede empezar a preocuparse por el medio ambiente y la vida de las futuras generaciones. Pero cuando apenas puedes hacer una comida al día, el cuidado del medio ambiente es algo que suena muy lejano. ¿Cuál es la solución? Los problemas complejos no tienen soluciones sencillas. Por lo tanto, nadie puede esperar que saque ninguna paloma de la chistera. Lo que está claro es que no podemos exigir a los que luchan por la supervivencia unas restricciones que nosotros no nos impusimos en su día. Tampoco sabemos cuáles serán las posibilidades tecnológicas ni las necesidades de las futuras generaciones.

Dos principios de actuación

Ofrezco dos principios generales de actuación. El primero, la solidaridad. Pongámonos como objetivo el desarrollo de los países más necesitados. Pero no imponiendo políticas y exigiendo condiciones a los países subdesarrollados que solo sirven para que en Occidente se viva mejor, sino verdaderamente ayudándoles y facilitándoles en lo posible su propio desarrollo. Pero que se desarrollen ellos. No impongamos.

Y segundo, educación. Primero educación en nuestra propia casa. En el mismo Occidente. Educación en valores. El valor de cualquier persona con independencia de su situación país, etnia y raza. Educación en solidaridad y respeto. Y facilitar la educación en los países subdesarrollados. Facilitarles, vía educación, que puedan desarrollarse por sí mismos. ¿Cómo? Ya digo que los problemas complejos no tienen soluciones sencillas, pero la humanidad tiene potencial suficiente para resolver sus problemas.

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Los Objetivos de Desarrollo Sostenible que propugna la ONU son objetivos muy loables. Pero me temo que los métodos para conseguirlos pueden llegar a ser opresores y que, más que desarrollar a los países y sociedades a las que pretenden ayudar, se les imponga unos modos de hacer que pueden llegar a ser injustos. Facilitemos el acceso a la educación. Desarrollemos programas de inversión.

Me temo que los comités de sostenibilidad de los consejos de administración de las grandes empresas se van a dedicar a cosas de alcance limitado. Que mi empresa recicle, que mi empresa evite emisiones, etcétera, mientras los grandes problemas mundiales de sostenibilidad no van a aparecer en sus agendas.

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