OPINIÓN

El porqué de la empresa

Se empieza a notar una mayor concienciación de que las compañías son algo más que un mecanismo de generar dinero. Pero, aunque se percibe ya a nivel conceptual, en el día a día del directivo, el criterio económico sigue siendo el prioritario. Se olvida que en el proceso de maximización de los beneficios se destruyen las condiciones que lo posibilitan. 

4
Se lee en minutos
Las oficinas de una de las empresas tecnológicas que operan en Barcelona, Dynatrace, en una imagen de archivo.

Las oficinas de una de las empresas tecnológicas que operan en Barcelona, Dynatrace, en una imagen de archivo.

En mis clases en el IESE a veces surge la pregunta de cuál es la finalidad de la empresa, ¿por qué alguien monta una empresa? Hace dos o tres décadas la respuesta era unánime e inequívoca: para ganar dinero. Y, por supuesto, puestos a ganar, cuanto más mejor. En los últimos años han surgido una mayor variedad de respuestas, pero al final estas siempre quedan reducidas a dos opciones: una es para ganar dinero y la otra es para ofrecer un producto o servicio para satisfacer una necesidad de los clientes.

Se empieza a notar un cambio. Hay una cada vez mayor concienciación de que la empresa es algo más que un mecanismo de generar dinero. Que la empresa tiene que cuidar algo más que los métodos de generar beneficios. Que tiene una responsabilidad hacia sus clientes (darles un buen producto), hacia sus empleados (ofrecerles condiciones de trabajo y remuneración justa, acorde con la dignidad humana), hacia los proveedores (dispensarles un trato justo), hacia la sociedad en general y también, desde luego, hacia los accionistas, que es remunerar al accionista el dinero que proporciona a la empresa para que pueda llevar a cabo sus actividades y remunerarles el riesgo que asumen al proporcionar este dinero.

Pero una cosa es que haya que tener en cuenta al accionista y otra que la remuneración al accionista, el beneficio, sea el único objetivo de la empresa. Hace algunas décadas, cuando en mis clases hablaba que había que tener en cuenta algo más que los beneficios, los alumnos me miraban como si estuvieran escuchando a un marciano. Ahora las cosas han cambiado y la percepción de los alumnos y del mundo empresarial en general es de asentimiento, de que la empresa tiene algunas obligaciones más allá de pensar en el accionista.

De la idea a su ejecución

Es cierto que este cambio se nota, se percibe a nivel conceptual, cuando se habla de esto. Pero tengo la impresión de que, en la acción directiva, en el día a día del directivo, el criterio económico sigue siendo el prioritario, cuando no el único criterio que se tiene en cuenta. Y si se tienen en cuenta otros factores, es en la medida en que esos factores contribuyen a ganar más dinero. Me da la impresión de que, en muchos casos, cuando se habla por ejemplo de preservar el medio ambiente, es porque, si no se dice, la empresa va a tener una mala reputación y eso repercutirá en las ventas.

Jack Welch, que fue CEO de General Electric en las dos últimas décadas del siglo pasado y está considerado -a mi juicio equivocadamente- uno de los mejores gestores de su época, adalid de la maximización de valor para el accionista durante su mandato, apodado Neutrón Welch porque con sus modos de dirigir mantenía las fábricas y destruía a las personas, afirmaba 10 años después de dejar la presidencia de GE que la idea de maximizar los beneficios como finalidad de la empresa era la idea más estúpida que a uno se le podía ocurrir. Decía que maximizar los beneficios no era ninguna estrategia. Que los beneficios eran una consecuencia. La consecuencia de hacer las cosas bien.

La Business Round Table, asociación informal compuesta por los primeros ejecutivos de las empresas más importantes de Estados Unidos, firmaron a principios de los 80 un comunicado en el que afirmaban que la única finalidad de una compañía era la generación de beneficios. Y que si había que tener en cuenta alguna otra cosa, era en la medida que esa otra cosa contribuyera a mejorar los beneficios. Aseguraban también que, si hubiera alguna otra finalidad en la empresa, los directivos se quedarían sin criterios para saber a qué atenerse cuando tomaban decisiones.  

Donde dije digo...

Pues bien, hace dos o tres años, la misma BRT emitió un comunicado para afirmar que las empresas en sus actividades no solo tenían que atender los intereses de los accionistas, sino también los de los empleados, los clientes, los proveedores y la sociedad en general. Se percibe un cambio de mentalidad, pero, como decía, todavía le falta por llegar a la acción directiva.

Una cosa es que los beneficios sean necesarios para la continuidad de una empresa y otra muy distinta que la maximización de los beneficios sea su principal prioridad. Del mismo modo que el que nadie pueda sobrevivir sin respirar no significa que la finalidad de la gente sea respirar.

Noticias relacionadas

El intentar maximizar los beneficios no es que sea malo, de gente despiadada y ambiciosa, es de tontos, pues en el proceso de maximización de los beneficios se destruyen las condiciones que posibilitan esa maximización. En concreto, en aras a los beneficios alguna vez habrá que tomar decisiones injustas para los empleados. Esto destruye la confianza de estos para con la empresa y genera la pasividad, la falta de compromiso, el hacer lo mínimo indispensable. Y es sabido que el compromiso de los empleados es la variable que más afecta a la rentabilidad de una empresa. 

Empresario, sé injusto con tus empleados. Despreocúpate del producto que vendes. Céntrate en conseguir ventas. Verás que pronto tu empresa navega en la mediocridad más absoluta. Sobrevivirás, pero en la mediocridad.