OPINIÓN

La toma de decisiones

Hay circunstancias que le afectan a uno y que ni puede influir en ellas ni controlarlas. A partir de ahí, lo que va a ser su vida depende de las decisiones que uno tome. No existe un método infalible, pero sí cuestiones a tener en cuenta

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Los porchos de la plaza Reial (Barcelona) vacía de turistas con los restaurantes cerrados.

Los porchos de la plaza Reial (Barcelona) vacía de turistas con los restaurantes cerrados.

A lo largo del día todos tomamos centenares de decisiones. La inmensa mayoría son rutinarias y no necesitamos pensarlas. Pero de vez en cuando nos topamos con decisiones de cierto calado. Y resulta que ni en el colegio ni en la universidad se enseña a tomarlas.

Una actividad tan importante, tan frecuente y que nos afecta a todos, no se enseña. De la importancia de las decisiones baste decir que lo que uno es en la vida depende de las circunstancias que le ha tocado vivir y de las decisiones que uno toma. Uno acaba siendo un delincuente, un drogadicto, un buen profesional o buen padre o madre dependiendo de las decisiones que haya tomado en su vida.

El entorno en el que le ha tocado vivir a una persona condiciona en buena parte lo que va a ser su vida. Evidentemente el ser un ciudadano de Europa occidental o chino, el haber nacido en la segunda mitad del siglo XX o en el siglo XVII, el ser más inteligente o menos, condiciona y mucho lo que uno va a llegar a ser. Pero esas cosas son su entorno sobre el que ni puede influir ni puede controlar. Precisamente esa es la definición de entorno externo: todas aquellas circunstancias que le afectan a uno y que ni puede influir ni controlar.

Pero dado el entorno externo en el que uno se desenvuelve, lo que es y va a ser su vida depende de las decisiones que uno tome en esas circunstancias. De ahí la importancia de la toma de decisiones. Nos jugamos mucho en ello. Nos jugamos lo que vamos a ser.

Sin manual

Resulta que no hay ningún prontuario ni ningún manual que te dé los siete pasos que hay que seguir para decidir bien. No existe. El tomar decisiones es como el ser cirujano. No existe un método de siete pasos que si se siguen se garantiza que una operación del corazón va a salir bien. El ser cirujano requiere mucho estudio, mucho aprendizaje y mucha práctica. Y después de todo eso, nunca se puede asegurar que una operación va a salir bien. Hay muchos factores que pueden intervenir en el resultado. Pues lo mismo pasa con la toma de decisiones.

Pero una cosa es que no haya un método infalible y otra que no haya cosas a tener en cuenta para garantizar, en la medida de lo posible, que la decisión se está tomando bien. Una de las cosas de las que hay que cerciorarse para decidir bien es conocer bien los distintos aspectos del asunto sobre el que se está decidiendo. Esto parece una perogrullada, pero muchas veces no se tiene en cuenta. Tenemos una visión de la realidad muchas veces sesgada, y normalmente a favor nuestro. Encuestas realizadas muestran que ante la pregunta: "¿Cree usted que es mejor o peor conductor que el promedio de los conductores?" en unos países el 72% de los encuestados contestan que son mejores. En otros países el porcentaje ha llegado a ser del 92%.

Anticiparse

Muchas veces vemos las cosas como nos gustaría que fueran y no como las cosas son. Es bien sabida la expresión de los estudiantes "he aprobado" o "me han suspendido". Cuando el actual gobierno de España aprobó la tan polémica ley del ‘Solo sí es sí’, no se anticiparon todas las consecuencias que esta reforma traería. Se pensaba que con esa ley se resolvería un problema. Y así es, pero generando un problema más grande. No se contemplaron todas las posibles consecuencias, y aparecieron unas no previstas... que se podían haber previsto.

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Esto nos lleva a otra situación que muchas veces no tenemos en cuenta cuando tomamos decisiones. Son los llamados efectos colaterales. Pretendemos conseguir un objetivo. Sabemos que tomando cierta decisión conseguiremos el objetivo y por tanto nos disponemos a ponerla en práctica. Lo que pasa es que además de conseguir el objetivo, la decisión tomada tiene otras consecuencias a las que quizá no hemos prestado atención. Y no por ello van a dejar de producirse. Y esas consecuencias no previstas pueden generarnos un problema más grande que el que pretendíamos resolver.

Es decir, que tomar decisiones es todo menos sencillo. Un par de consejos, el primero cerciorarse de que conocemos la situación sobre la que decidimos. No confundir la realidad con nuestra percepción de la realidad. Percibimos la realidad de una determinada manera y sobre esa percepción tomamos decisiones. Hemos de cerciorarnos de que nuestra percepción es una buena aproximación a la realidad. Si no estaremos en la inopia, y nuestras decisiones serán quijotescas en el mejor de los casos. Segundo, tener en cuenta que nuestras decisiones pueden tener más consecuencias de las previstas. Por lo tanto, pensarlas bien. Decidir no es fácil.