ENTREVISTA

Andreu Martín: "Me queda por escribir lo que me queda por vivir"

A punto de cumplir 75 años, el autor barcelonés vuelve a las librerías con 'Lo que les pasa a los demás', una muestra más de que el género policiaco "tiene hoy tanta dignidad como cualquier otro y ocupa en las librerías el lugar que le corresponde"

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El escritor barcelonés y maestro de la novela policiaca Andreu Martín

El escritor barcelonés y maestro de la novela policiaca Andreu Martín / Ricard Cugat

Inma González

La cita tiene lugar en un bar centenario, La Principal, en pleno barrio de Sant Antoni, cerca de donde nació Andreu Martín (Barcelona, 1949). "Este era el bar de papá –cuenta nada más traspasar el umbral–. Aquí jugaba a las cartas cada tarde". Las mesas con tablero de mármol blanco veteado y pie negro de hierro forjado, las sillas clásicas de madera y la decoración añeja bien podrían ser las de uno de los locales que aparecen en sus novelas policiacas. No es difícil imaginarse aquí a Marc Olván –el abogado de oficio que protagoniza su nuevo libro, 'Lo que les pasa a los demás'–, apoyado en la barra mientras toma una cerveza acompañada de un pincho de tortilla o un café y una copa de coñac.

La Principal es un reducto de autenticidad en un mundo que evoluciona rápidamente, pero también se ha tenido que adaptar a los nuevos tiempos y sobre todos a los nuevos parroquianos, muchos ellos estudiantes en la cercana Universitat de Barcelona: la MTV está permanentemente sintonizada en la gran pantalla que hay colgada en la pared y un cartel informa a los clientes de la contraseña para conectarse a la wifi. "Todo evoluciona –subraya este maestro del género negro, uno de los invitados del festival BCNegra que comienza el próximo lunes–. Cuando yo empecé a publicar novela policiaca, en España era un género denostado. Que el detective se llamara Manolo y que condujera un 600 casi daba risa. Ahora tiene tanta dignidad como cualquier otro y ocupa en las librerías el lugar que le corresponde".

P. A punto de cumplir 75 años [el 9 de mayo] y con más de 50 de trayectoria a sus espaldas, ¿qué balance hace de su carrera? 

R. Estoy satisfecho porque he podido ganarme toda la vida con lo que a mí me gusta hacer, que es escribir. No siendo un periodista que escribe novelas, ni un abogado que escribe novelas, ni un psicólogo –porque estudié psicología– que escribe novelas. No, escritor. He escrito novelas para adultos, también para niños y jóvenes, y guiones de cómic, de cine, televisión... Sé que nunca ganaré el Cervantes ni el Nobel, tampoco tengo un 'best seller', pero llegar a los 75 años –o a los 900 meses, como digo yo– viviendo de esto ya es ser un escritor de éxito. 

"Llegar a los 75 años –o a los 900 meses, como digo yo– viviendo de esto ya es ser un escritor de éxito"

P. Quizá no tiene un superventas pero sí una legión de lectores.

R. Si soy sincero, claro que me habría gustado que una de mis novelas fuera un bombazo, pero más por una cuestión económica que por realización personal. Ganar un gran premio o vender millones de libros me habría permitido tomarme con más calma mi trabajo y algunas de mis novelas malas, que las hay, no las habría escrito. En ocasiones, me he encontrado en la tesitura de no saber cómo iba a pagar la hipoteca a final de mes y he tenido que negociar con las editoriales para cobrar un adelanto de un libro que aún no había escrito. No ha sido fácil, pero me ha funcionado, porque, precisamente, tengo mi propio círculo de lectores, una comunidad que me es muy fiel.

P. Dice que el camino hasta aquí no ha sido un paseo, ¿ha pensado alguna vez en tirar la toalla?

R. No, no, nunca. Yo soy escritor desde que nací prácticamente. En la primera escuela a la que fui no había patio y los niños nos explicábamos 'aventis', una palabra que inventó Juan Marsé y que son historias que, por turnos, vamos construyendo. Para mí era un placer contar historias pero era aún más satisfactorio ver la fascinación que despertaba. También escribía relatos en cuadernos, dibujaba las portadas… Mi padre me dejaba hacer, pero siempre me advertía: "Olvídate, tú no puedes ser escritor porque no tienes padrino". Y era cierto, en casa no teníamos un ambiente cultural. Tampoco una gran biblioteca de clásicos. No, era una biblioteca caótica. El único contacto con la vida cultural, en todo caso, era un tío mío, que era bandoneonista y tocaba tangos.

"Mi padre siempre me advertía: 'Olvídate, tú no puedes ser escritor porque no tienes padrino"

P. Pero ha acabado escribiendo más de un centenar de obras entre novelas, cómics, guiones, cuentos… 

R. Porque he sido muy afortunado. Yo empecé en los años 60 como guionista de cómics en Bruguera. En aquellos años, en Barcelona, había una dinámica de cómics, de guionistas y de dibujantes muy intensa. Era la capital española del cómic. Encontré terreno abonado, por así decirlo, y yo, que creía que nunca podría vivir del cómic, me encontré saliendo de casa de mis padres, montándome mi propio piso y viviendo como se vivía entonces, sin lujos pero con todo lo necesario. Durante un par de años, en Bruguera también dirigí al equipo de guionistas e, inevitablemente, se me ocurrió escribir una novela, que envié a un premio convocado por Los Libros de la Frontera. No gané, así que me convencí de que sin padrinos no iba a ninguna parte y la metí en un cajón. Pero un día fui a entregar los guiones de cómic a la revista 'Muchas gracias' y el director me dijo: "¿Tú eres Andreu Martín, el que ha escrito una novela policiaca y la ha enviado un premio?». «El mismo», le contesté. «Pues ven un momento que quiero presentarte a unos señores que te quieren conocer". En el mismo pasillo, estaba 'Por favor' y los que llevaban esta revista fueron los que me recibieron: Manolo Vázquez Montalbán, Juan Marsé y Perich.

P. De no tener padrinos pasó a tener tres, y vaya tres. 

R. Una aparición mariana. Me contaron que no me habían dado el premio porque la editorial había quebrado, pero que los tres querían conocerme para animarme a continuar escribiendo. Estuve hablando con ellos y Marsé me dijo algo que nunca olvidaré: "Tu novela es buena, pero no es muy buena". Y, como si se la hubiera aprendido de memoria, empezó a señalarme los fallos. Como es natural, salí de aquella reunión pensando qué bueno es Montalbán, qué gracioso es Perich y qué coño sabrá Marsé de cómo tengo que escribir mis novelas, ja, ja, ja. Pero, luego, cuando Montalbán se puso en contacto conmigo y me dijo "envía la novela a tal sitio que te la van a publicar porque ya he hablado con ellos", recuperé la historia y, porque yo quería, porque se me ocurrió a mí, que quede claro, hice unas correcciones que, casualmente, coincidían con lo que me había dicho Marsé… Y hasta hoy, así que, sí, nací para escribir. 

"Salí de la reunión pensando qué bueno es Montalbán, qué gracioso es Perich y qué coño sabrá Marsé de cómo tengo que escribir"

P. Y casi vive para escribir. Sale a una novela por año. Acaba de publicar 'Lo que solo les pasa a los demás', pero hace apenas un año presentó 'La cuarta chica por la izquierda', el año anterior 'Vais a decir que estoy loco', y el anterior…

R. Y las que me quedan. Escribiré hasta que me muera. Así que me queda por contar o por escribir lo que me queda por vivir. Intento contenerme y escribir solo una novela al año, pero mi cabeza no descansa nunca.

P. Se diría que ha encontrado una fórmula infalible.

R. ¡No hay una fórmula para escribir! Hay quien cree que la ha descubierto y siempre escribe la misma novela. Con otros personajes, otros escenarios… pero siempre es lo mismo. ¡Qué pereza! Para mí cada novela, cada historia, tiene que ser un reto.

"¡No hay una fórmula para escribir! Hay quien cree que la ha descubierto y siempre escribe la misma novela"

P. ¿Qué reto le ha supuesto 'Lo que solo les pasa a los demás'?

R. Se intuye ya en el título: me propuse que la trama, la acción, pasara al margen del protagonista, un abogado de oficio en horas muy bajas que investiga las acusaciones contra el hijo de una mujer que está desesperada. El chico es enviado a la cárcel por haber abusado supuestamente de un niño, sin ni siquiera ser escuchado por el juez del caso, el mismo que ha dejado en libertad al jefe de un clan que controla el tráfico de drogas y armas en Barcelona. Todo le sucede a los otros, a los demás.

Andreu Martín, en el barrio de Sant Antoni de Barcelona.

Andreu Martín, en el barrio de Sant Antoni de Barcelona. / Ricard Cugat

P. Barcelona, nuevamente como escenario de una novela negra, como ciudad criminal. 

R. Yo he nacido en Barcelona y he vivido casi toda mi vida en Barcelona, conozco la ciudad y le tengo cariño. Y precisamente porque la conozco bien y le tengo mucho cariño, puedo permitirme faltarle al respeto, algo que no me atrevería a hacer con otros lugares, porque sería como ir a casa ajena y criticar la decoración. Mi relación con Barcelona cuando escribo novela negra es parecida a la que tienes con un coche clásico, que te gusta mucho pero que no acaba de funcionar como quisieras. Puedes hacer dos cosas: continuar diciendo que es el mejor coche del mundo o levantar el capó y mirar qué pasa. Y, normalmente, cuando levantas el capó, te ensucias de grasa y ves algo que hay que arreglar. Pues de vez en cuando yo levanto el capó, me ensucio y veo cosas que no son como a la mayoría le gustaría que fueran.

"Normalmente, cuando levantas el capó del coche, te ensucias de grasa y ves algo que hay que arreglar. Pues de vez en cuando yo levanto el capó"

P. ¿Pero es una ciudad con tantas aristas? 

R. Como Madrid, como València, como Bilbao… Lo que eres capaz de pensar que existe en una ciudad grande, Barcelona u otra, existe. Y no tanto en la Barcelona que hay ahí afuera, sino en la Barcelona de la que yo hablo en mis novelas. Porque el solo hecho de describir el mundo que te rodea ya hace que ese mundo sea un mundo de ficción. Lo mismo que ve ese señor lo describo yo y es completamente distinto porque ha pasado por mi cabeza, está enriquecido con las necesidades del autor, las convicciones del autor y las vivencias del autor. Esa frase odiosa que dice que la realidad supera la ficción es una estupidez. La realidad, en todo caso, nos da permiso para escribir.

P. Nos inspira.

R. ¡Exacto! Mi padre, por ejemplo, trabajaba en el puerto como representante de carbón. Él supervisaba el desembarco de los barcos y vendía el carbón por toneladas a las fábricas. Y me contaba historias de su trabajo, pero también de su infancia, de su juventud, del pistolerismo de los años 20, de las luchas sindicales, de Facerías y Sabaté, los guerrilleros anarquistas… También era muy juerguista, ¡hasta tuvo una escuela de baile en la que enseñaba tango! Era todo un personaje y yo he utilizado parte de sus vivencias como inspiración. Mi tío Manolo, que era comisario de una comisaría que estaba al lado del Hotel Ritz, también era otro figura. El 1 de enero íbamos a comer a su casa, una casa que, para el resto de la familia, era lujosa. Y siempre, cuando llegaba, me cogía de la mano y me llevaba a su dormitorio. Allí abría el armario, sacaba un cajón y me dejaba ver el revólver y la automática que guardaba en el fondo. Solo mirar, ¿eh?, nada de tocar, pero igualmente acojonaban. Después cerraba el cajón y el armario, y hasta el año que viene. Algún domingo, mi padre también me llevaba a verlo a la comisaría cuando estaba de guardia. Y al llegar mi tío me decía: "Ven, que te enseñaré los presos". Y bajaba con el nene a los calabozos: "Mira, los presos", ja, ja, ja... 

Andreu, Martín, en el bar La Principal de Barcelona.

Andreu, Martín, en el bar La Principal de Barcelona. / Ricard Cugat

P. Está claro que estaba predestinado a ser un maestro del género policiaco. Novela negra, de detectives, criminal, 'thriller'… ¿Con qué término se encuentra más cómodo?

R. Hace muchos años, en una entrevista, me preguntaron qué era la novela negra, y no supe definirla de forma concreta e inequívoca. Estuve después reflexionando y llegué a la conclusión de que todo es novela policiaca y que dentro de ella existe la novela enigma, la novela negra, el 'thriller'... Tradicionalmente, la novela enigma era de derechas y la negra era de izquierdas. Pero no todo es blanco o negro. Por eso me gusta hablar de novela policiaca, porque para mí lo engloba todo, y además tiene cierta relación con polis, con policía e incluso con política. No hay que olvidar que este género te permite denunciar las desigualdades, hacer crítica social, sacar a la luz los conflictos del alma humana... 

"Me gusta hablar de novela policiaca porque para mí lo engloba todo. Además tiene cierta relación con polis, con policía e incluso con política"

P. Vivimos un 'boom' del género policiaco o del género negro. ¿Nos fascina el mal?

R. Más que el mal, lo que nos fascina es la transgresión. Desde que nos levantamos por la mañana, vivimos constreñidos: tienes la obligación de decir buenos días a los que viven contigo, de ir a trabajar, de no cruzar en rojo, de visitar a tus padres porque están enfermos… De hacer un sinfín de cosas que tienes que hacer aunque no quieras. Pero el criminal es alguien que se lo salta todo a la torera, que rompe las reglas más básicas de la convivencia. A ello hay que sumar el miedo: a que nos atraquen, a que te acosen si eres mujer, a que te timen… Y la novela policiaca ejerce de catarsis, es una forma de exorcizar nuestros miedos. Trata de cosas que no querríamos que nos pasaran nunca pero que, a través de los libros, podemos experimentar. 

P. También nos permite jugar con la idea de ser criminales sin llegar a serlo.

R. En cierta manera, sí. Mire, cuando conocí a la que sería mi mujer, Maria Rosa, que es psicóloga, yo ya había publicado tres o cuatro novelas. Salimos un par de veces y un día me presenté con un montón de libros y le dije: "Antes de continuar, mira esto, así sabrás qué hago". Y ella no solo los leyó, además los repartió entre amigos y conocidos, psicólogos y psiquiatras muchos de ellos. Y cuenta que la mayoría le alertó: "Ni te acerques a ese tío, porque es un psicópata peligroso". Por si fuera poco, le dije que Vicente Aranda estaba a punto de estrenar una película sobre una de mis novelas. "¿Ah, sí? ¿Y cómo se titula?", me preguntó. "Fanny Pelopaja". Un título con el que no sabes si se trata de un cuento infantil o de una película porno, ja, ja, ja. Pero vencí todas esas reticencias y desde entonces nos entendemos, aunque hoy todavía hay quien le pregunta: «¿No te da miedo vivir con un tipo que se pasa la vida pensando en asesinatos, en coartadas, en cómo matar a alguien sin que lo descubran?». Ella siempre contesta: "No, porque mientras lo escribe no lo hace, no lo planifica".

"No creo que haya más libros de Flanagan porque es un personaje que ha crecido con sus lectores"

P. No hemos hablado de su faceta como escritor de literatura infantil y juvenil, pero no me gustaría finalizar esta charla sin hacerle una pregunta: ¿habrá nuevo libro de Flanagan? Desde 'No pidas sardina fuera de temporada' [1988], son muchos los niños –hoy adultos– que han seguido sus aventuras. 

R. No quiero ser rotundo, pero tanto Jaume Rivera [coautor de la serie] como yo consideramos que Flanagan ya se despidió con 'Los gemelos congelados' [2015]. No creo que haya más libros de Flanagan porque es un personaje que ha crecido con sus lectores. Llegó un momento en que ya tenía 16 o 17 años y hoy ya sería el señor Flanagan, de profesión detective, y prefiero que sus fans lo recuerden como parte de su infancia y su juventud. 

'Lo que solo les pasa a los demás'

Autor: Andreu Martín

Editorial: Alrevés  

290 páginas. 20 euros

'Allò que només els passa als altres'

Autor: Andreu Martín

Editorial: Clandestina

332 páginas. 20 euros