ASIGNATURA PENDIENTE

No hay parques para niños con discapacidad: los ayuntamientos se olvidan de los espacios de juego inclusivos

Más allá de algún columpio adaptado, en España no hay apenas entornos para que se diviertan los pequeños que sean plenamente accesibles

"Es una parte de la autoestima personal y de la educación en la sociedad. En muchas ocasiones, la imposibilidad de acceder a ellos supone que no puedan interactuar como el resto", afirman desde el Cermi

Niños disfrutan del parque infantil de La Garriga.

Niños disfrutan del parque infantil de La Garriga. / Happyludic

"No importan las capacidades que tengas para dejar huella en esta vida". Ana Mourelo repite periódicamente esta frase en sus redes sociales. En ellas recuerda a su hijo Aitor, un "superhéroe sin capa" que hace unos meses se convirtió en la estrella que más brilla, y reivindica la necesidad de que los parques inclusivos sean la norma. "Era tan triste… Ver cómo mientras mi hija jugaba con sus amigos él se tenía que quedar fuera", rememora. En 2020 presentó una propuesta en la convocatoria de los presupuestos participativos del Ayuntamiento de Barcelona para construir el primer espacio de juego universal de la ciudad condal. Tras años de lucha, en unos meses se empezará a construir y se espera que esté listo a principios de 2025. Aitor no podía tener un homenaje mejor.

Pese a que es una buena noticia, este hecho esconde otra cara menos amable. Porque el '1r Parc Inclusiu a Barcelona', como se denomina oficialmente el proyecto, será la excepción, no la regla. En España apenas hay sitios para que niños con y sin discapacidad jueguen en igualdad de condiciones. Donde puedan compartir experiencias y aprender unos de otros. Donde deconstruyan los prejuicios asociados a lo diferente en las etapas más tempranas. Es verdad que en muchos se puede encontrar un columpio (dos, a lo sumo) que puedan utilizar todos, pero la proporción es desoladora. Lo que en un principio es positivo conlleva el riesgo de arrastrar retrocesos y aumentar la discriminación hacia estos pequeños. La diversión tiene que ser de todos.

Por eso, Ana Mourelo insiste tanto en que los parques deben ser "inclusivos", no solo adaptados. El lenguaje es importante. "Muchos no son accesibles. Ni siquiera se puede entrar en ellos con una silla de ruedas. En realidad, de qué sirve que puedan pasar si luego no van a tener nada con lo que jugar. Son meros espectadores, no queremos eso", lamenta. Ahí empezó un proceso que dura ya más de cuatro años y que ha tenido que superar numerosas barreras. "Es muy injusto. Si el resto puede disfrutar de todo, por qué ellos se tienen que conformar con una sola cosa. Queremos que puedan jugar todos juntos", subraya.

Accesos, columpios y señalización

Hace unos años, el Comité de Entidades Representantes de Personas con Discapacidad de la Comunidad de Madrid elaboró un estudio en el que se enumeraban todos los elementos a tener en cuenta para hacer de estas zonas de juego infantiles espacios amables para todos. En el listado no pueden faltar entradas sin trampas ni escalones (tanto al recinto como a los distintos balancines), columpios inclusivos, pavimentos específicos que no dificulten el movimiento y amortigüen los golpes, aparcamientos cercanos reservados para usuarios con discapacidad, zonas de sombra para los meses de calor… En su presentación, Sandra Pereira, arquitecta y una de las autoras del informe, explicó cómo fue el proceso: "La mayor complejidad es asegurar el valor lúdico y sensorial con beneficios físicos cognitivos, emocionales y sociales desde el enfoque de la accesibilidad y la inclusión".

Casi cinco años después, el contenido sigue muy vigente. Óscar Moral, asesor jurídico y presidente de Cermi Comunidad de Madrid, denuncia que la realidad no ha cambiado sustancialmente y que sigue tratándose de un asunto "poco desarrollado". Por desgracia, aún es difícil encontrar estas zonas en las ciudades españolas. "No es solo para los pequeños, sino también para los padres y madres con discapacidad que quieran acompañar a sus hijos. Muchos no pueden hacerlo", afirma. Para solventarlo, la asociación trabaja codo a codo con la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP): "No es sencillo, es difícil llegar a todos los ayuntamientos".

En el portal Parques Infantiles Inclusivos las familias vuelcan sus experiencias para ayudar a otros. Gracias a sus testimonios han confeccionado un mapa con lugares seguros para todos los pequeños, con independencia de sus características. En la actualidad incluyen datos de España, Australia, Reino Unido y Francia. De acuerdo a ello, en la península Ibérica hay doce. Y solo tres cuentan con el distintivo 'oro', el máximo que otorgan los usuarios, el reservado a los entornos en los que todos los infantes son iguales: uno en Córdoba, otro en Getafe y el último en Paracuellos del Jarama.

Una lección de vida

Sin quitar importancia al juego, lo cierto es que este asunto va mucho más allá. "Es una parte de la autoestima personal y de la educación en la sociedad. En muchas ocasiones esta limitación, esta imposibilidad de acceder a ellos, supone que no puedan interactuar como el resto. Asimismo, se niega a los niños sin discapacidad la posibilidad de conocer otras realidades, de saber que hay personas con situaciones diversas. Ese desconocimiento se va trasladando a las etapas posteriores", indica Óscar Moral.

Javier Font, presidente de la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Madrid (Famma Cocemfe), comparte su misma opinión. En primer término, se queja de la falta de una normativa clara que impida que las administraciones escurran el bulto. "En la capital, en la época de Manuela Carmena se sacó adelante un compromiso de no construir nuevos espacios recreativos que no estuvieran adaptados. Pero, en la práctica, esto queda bajo la responsabilidad del arquitecto o el técnico responsable. Dependemos de su sensibilidad o, simplemente, de que se acuerde", explica. Y enfatiza las ventajas: "Hacerlo propicia que los menores socialicen y ayuda a que la convivencia sea pacífica cuando crezcan".

Javier Font posa ante un cartel y una zona inaccesibles para las personas con discapacidad en el parque de La Gavia. 

Javier Font posa ante un cartel y una zona inaccesibles para las personas con discapacidad en el parque de La Gavia. / Alba Vigaray

En la Comunidad de Madrid hay muchos ejemplos. Unos buenos y otros todo lo contrario. En el lado malo de la balanza están el parque de la Gavia y la recién renovada Plaza de España. El primero tiene apenas cinco años y una accesibilidad muy complicada, "que ya es un condicionante muy importante". Por su parte, tras unos trabajos de remodelación faraónicos que se extendieron durante cerca de dos años, el segundo es una auténtica carrera de obstáculos, tanto para personas ciegas como para ciudadanos con movilidad reducida. "Los toboganes de la zona infantil son muy bonitos para hacerse la foto, pero son peligrosos", concluye Font.

En el extremo contrario está la zona infantil del CEIP Escuelas Bosque, que es "totalmente inclusiva" y tiene hasta una noria. Famma Cocemfe fue parte activa en la rehabilitación de este entorno. "Nuestro propósito es convertirlos en lugares seguros. Porque no solo vale con estar, hay que cumplir unos parámetros de seguridad. Intentamos inculcar valores y aplicar nuestra experiencia para resolver problemas".

Parque inclusivo del CEIP Escuelas Bosque, en Madrid.

Parque inclusivo del CEIP Escuelas Bosque, en Madrid. / CEIP Escuelas Bosque

Soluciones nacionales

Hay varias empresas en España que diseñan, confeccionan y ensamblan balancines aptos para menores con discapacidad. Una de ellas en Happyludic, sita en Les Masies de Roda (Barcelona). Su director, Carles Banús, recuerda cómo surgió la iniciativa: "Todo fue por un caso cercano, de nuestro pueblo", asegura. La semilla que plantó el pequeño Arnau, la voluntad de que pudiera disfrutar con sus compañeros, germinó en La Garriga, a apenas 35 minutos en coche. "Antes podías encontrar como máximo un columpio, pero lo más habitual era dar con un juego de teléfono o un tres en raya. Lo más barato y aburrido, para cumplir el expediente. Para limpiar conciencias sin gastar dinero y sin profundizar", expone.

Desde entonces, el mercado ha ido creciendo, aunque aún es "inmaduro". Eso sí, las ventas que más han aumentado corresponden a lo que cuesta menos. "El parque universal sigue estando muy lejos", lamenta Banús. También huye de idealismos y no oculta que el dinero es un problema: "Es una inversión muy grande. Hay que cuidar los accesos, los pavimentos, la señalización, la iluminación…". Las cifras hablan por sí solas: un carrusel adaptado sube de los 700 a los 4.000 euros y el coste de un columpio se multiplica por diez. "Hay que hacer una rampa para que puedan subir y bajar sin ayuda, hay que lograr que pueda balancearse solo…".

Todos esos baches los ha logrado sortear Ana Mourelo. Tras muchos rifirrafes con el Consistorio, está mucho más cerca de que otros pequeños cumplan el sueño de su hijo Aitor. El primer parque inclusivo de Barcelona dará la bienvenida a niños con diferentes tipos de discapacidad ("es muy difícil llegar a todas, pero lo hemos intentado"). Admite que el proyecto se ejecutará con un presupuesto elevado, tanto que pilló desprevenido al Ayuntamiento de la ciudad condal: "No se imaginaban que tendría tal envergadura. Después de pelear mucho he logrado que se instale el mayor número de elementos posibles". Algunos se importarán desde Estados Unidos.

Pero, en el fondo, el sueño de Ana va más allá de un parque. Lucha para que el juego sea una herramienta de aprendizaje, para que los toboganes no tengan etiquetas. Lucha por los que padecen el síndrome de duplicación MECP2, el mismo que le diagnosticaron a Aitor. Lucha por una sociedad plenamente inclusiva que abrace la discapacidad, que no la desahucie. Lucha para que los que vengan detrás no tengan que luchar.