Entrevista |

Daniel Innerarity: "La política no se puede hacer sin datos”

El filósofo político, Premio Nacional de Investigación 2022, explica la relación entre política e Inteligencia Artificial y tiende lazos entre humanos y máquinas para crear un ecosistema de complementariedad

Daniel Innerarity

Daniel Innerarity / UIMP/Juanma Serrano

“La Inteligencia Artificial (IA) es un fenómeno tecnológico que tiene un impacto en la política y requiere una ética”, sostiene Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política en la Universidad del País Vasco (UPV) y Premio Nacional de Investigación 2022. Durante los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en Santander, Innerarity reflexiona en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA sobre la complejidad de las nuevas tecnologías y, concretamente, los desafíos que entraña la llegada de la IA a la política.

“La mayor parte de los conceptos que utilizamos en la sociedad actual fueron pensados en una época en la que no había complejidad social”, relata el también titular de la cátedra de Inteligencia Artificial y Democracia del Instituto Universitario Europeo en Florencia. El filósofo afirma que “para que haya una democracia madura debe haber una conversación de calidad”, y recuerda que la manera de comunicarse de la sociedad ha cambiado: “Hoy en día dialogamos mediante las redes sociales”. Además, incide en el “gran efecto” que tiene la IA en la manera en la que nos comunicamos, en cómo conversamos e incluso en cómo tomamos decisiones políticas porque “muchas de ellas son decisiones de tipo algorítmico”.

Innerarity alerta de que no vamos a ser capaces de decidir sobre asuntos tan complejos como el cambio climático, la transición ecológica o digital o el nuevo contexto de las exigencias de igualdad si no contamos con una gran cantidad de conocimiento y de tecnología y apuesta por poner en marcha una “teoría de la sociedad y una democracia válida” que se adapten a la complejidad actual.

“Hace falta decidir qué parte de las decisiones políticas se pueden confiar a las máquinas y cuáles no, ya que podrían presentarse como un atentado contra la soberanía popular o la libre autodeterminación”. Una reflexión que lleva a explicar dos tipos de problemas que existen en este campo: el de la conversación y la calidad de las decisiones.

Objetivar el sistema político

La política no se puede hacer sin datos. Desde que los humanos nos organizamos en comunidades políticas hemos recurrido a los datos”, asegura el experto, que apunta a la necesidad de contar con una mayor objetividad y un mejor conocimiento de la realidad de nuestro sistema político y de los impactos que tienen las medidas legislativas” y en este punto, alude a la IA como una oportunidad para conseguir este objetivo. El filósofo plantea mantener los principios normativos sobre los que se sustenta nuestro sistema actual, teniendo en cuenta estas novedades y señala que no podemos abordar el mundo digital con las categorías del mundo analógico.

Otro de los dilemas de la IA es la cantidad de datos que utiliza para construir sus algoritmos. De la misma manera que existe una parte de la medición que es objetiva hay otra subjetiva. “La inteligencia artificial registra todas las conversaciones públicas que ha habido a lo largo de la historia para ofrecer una solución y, durante ese tiempo, por ejemplo, los humanos hemos sido machistas e inevitablemente tendemos a contar con ese sesgo”, declara. “Si somos capaces de obtener una medición más precisa de la realidad, quizás la parte de la política ideologizada y polarizada podría reducirse”, recalca.

Máquina y humano

“Los seres humanos siempre hemos creado tecnologías que nos han reemplazado en el ejercicio de determinadas tareas y esto lo vemos como una señal de progreso. La cuestión es que ahora estamos en un entorno tecnológico que avanza a una gran velocidad y genera un cierto vértigo. El desafío que plantea no es que los humanos vayamos a ser reemplazados sino que aumente el valor de nuestro trabajo con esa cooperación máquinas-humanos", argumenta el titular de Filosofía Política de la UPV que apostilla: "No vamos a un esquema de reemplazo, sino a un esquema de aumento del valor”.

Para Innerarity, la clave está en generar una conversación entre humanos y máquinas, a lo que se refiere como un contrato mutuamente beneficioso que ayude a “corregir los errores típicos tanto de humanos como de las máquinas”. En este sentido, explica que si la sociedad ve este proceso como una mera automatización, perderá. Por eso defiende un concepto más amplio basado en un ecosistema de complementariedad en el que, anticipa, se crearán nuevos empleos.

El filósofo detalla que existen dos tipos de inteligencias que pueden complementarse y coexistir: la de las máquinas y la de los humanos, que deberían darse cuenta de las ventajas que otorga la automatización de algunos procesos, y la gran ayuda que ofrecen para mejorar su trabajo. Aunque es consciente de la sensibilidad que supone este tipo de cambios y apunta a un “problema de alfabetización tecnológica”.

Advierte asimismo que “si no lo regulamos y la gente no comprende de lo que va, habrá preocupación” y por eso es importante un proceso de transición en el que cooperen todos los actores implicados. “Una democracia no funciona si la gente no es capaz de controlar al poder”, añade. Para ello, afirma que debe haber “instituciones mediadoras que generen confianza y permitan valorar hasta qué punto una tecnología o un uso de la misma es democráticamente aceptable o no”. "Esto no va de humanos contra máquinas, sino de generar un ecosistema equilibrado, aceptable desde el punto de vista democrático y de derecho de propiedad dentro de un marco familiar”.

Regulación

En el ámbito de la regulación, tiene claro que el proceso de transformación no va a resultar fácil porque el ritmo al que se desarrollan estas tecnologías es mayor que el de la política y su dimensión es global. Por lo que, mientras no haya compromisos universales, la regulación tecnológica será siempre insuficiente y limitada.

“Es muy difícil de hacer en momentos en los que el espacio tecnológico está tremendamente fragmentado y la tecnología se ha convertido en un arma geoestratégica con modelos completamente incompatibles”, denuncia, y en esta línea, pone de relieve el papel que desempeña la comunidad europea en la construcción de una “autoridad regulatoria en materia de Inteligencia Artificial”. 

“En política hay que distinguir entre aquellas partes del proceso político en las cuales las buenas decisiones tienen que ver con cómo se manejan muchos datos y que las soluciones sean binarias, que el input y el output estén muy claros, que no haya ambigüedad y ahí las máquinas son mejores que nosotros”, sostiene. Sin embargo, hay otras decisiones, tomadas en contextos de gran incertidumbre en las que los humanos tomamos mejores resoluciones que las máquinas.

Futuro de la IA

El Premio Nacional de Investigación 2022 cree que el sistema político debería pensar seriamente qué podrían realizar las máquinas en ese ámbito. Una transformación que, asegura, no es una maldición como a veces se percibe sino una liberación para que profesores, políticos o periodistas dejen de hacer cosas que ya no interesan a la sociedad.

Innerarity asegura que en España este debate ya está presente en las administraciones públicas. A pesar del incremento que ha experimentado la IA, el filósofo insiste en que los organismos institucionales deben llevar a su agenda política esta transformación tecnológica desde lo local hasta lo global. “Venimos de unas elecciones, ¿cuánto se ha hablado de transformación digital y de inteligencia artificial? Nada”.