CIENCIA

La ciencia que hay detrás de los regalos: ni el precio ni la belleza importan

Los estudios científicos desmontan las creencias más arraigadas sobre los obsequios: ni el precio ni su disfrute inmediato son importantes

Todo lo que crees saber sobre en qué consiste un buen regalo es mentira.

Todo lo que crees saber sobre en qué consiste un buen regalo es mentira.

Juan Ruiz Sierra

Regalar supone entrar en conflicto. El choque entre quien hace un obsequio y quien lo recibe siempre está cerca. Lo que el primero cree que gustará al segundo no es casi nunca lo que el segundo desea en realidad. Pero el conflicto también es interior, porque todos hacen regalos y al mismo tiempo los reciben, sobre todo en estas fechas navideñas, con los españoles gastando aquí una media de 258 euros, un 7% más que el año pasado, según un reciente estudio de la consultora Kantar.  

Durante los últimos años, numerosos estudios científicos han demostrado que la mayoría de arraigadas creencias sobre lo que constituye un buen obsequio son mentira. El precio no debe ser un factor a tener en cuenta. Tampoco su belleza, si quien lo recibe no lo va a usar. Que el regalo se puede disfrutar de inmediato no tiene mucha importancia. El factor sorpresa está sobrevalorado. Y el acto de regalar, por último, es en el fondo un poco egoísta. 

Casi nunca es desinteresado

Jeff Galak, profesor de Negocios de la Universidad Carnegie Mellon, en EEUU, publicó hace unos años un trabajo en la revista de la Sociedad Americana de Psicología en el que ponía de manifiesto que obsequiar no es una acción desinteresada. Ese componente egoísta, señalaba la investigación, explica el conflicto entre quien regala y quien recibe el regalo. El primero se centra en el momento en el que se entrega determinado objeto, buscando el efecto dramático porque eso le da placer. Quiere que el receptor se sienta “impresionado, sorprendido o emocionado”. El segundo, en cambio, prioriza el uso que le dará al obsequio sobre todo lo demás. 

Olvida el precio

Quien regala suele pensar que lo que ha pagado suele estar directamente relacionado con la satisfacción que provoca en el receptor. No lo está. Hace unos años, un equipo de investigadores llevó a cabo la siguiente encuesta: pidieron a los sondeados que explicaran qué obsequios consideraban que eran los mejores que habían realizado nunca. Los sondeados basaron sus respuestas en el precio. Cuanto más caro el objeto, calificaciones más altas. Sin embargo, cuando esas mismas personas tuvieron que evaluar los mejores regalos que habían recibido a lo largo de su vida, el precio no fue un factor a tener en cuenta. Así que, en el fondo, quizá un juego de calcetines sea mejor idea que unas caras joyas. 

Ante todo, utilidad

Cuanto más lo vaya a emplear el receptor, mejor es el regalo. El experimento que refleja de forma más nítida este fenómeno tuvo lugar cuando un equipo de psicólogos dio a elegir a los participantes entre obsequiar a sus amigos, también presentes en el ejercicio, con una pluma hermosa pero poco apta para su uso diario o bien con otra más modesta pero también más práctica, escogieron la primera. De nuevo, la elección no funcionó en sentido inverso. Los receptores contestaron que hubieran preferido la pluma barata y útil.  

Ebay también ofrece sustento para esta tesis. Un estudio puso el foco en la reventa de tarjetas de regalo a través de esta web. Sus usuarios estaban dispuestos a pagar 89 dólares por tarjetas cuyo precio original era de 100 dólares, siempre que fuesen de comercios donde compraban con frecuencia. En cambio, cuando esas tarjetas provenían de tiendas de lujo, el precio máximo que aceptaban pagar era de 77 dólares. 

El disfrute inmediato tampoco es relevante

Esto tiene una especial relevancia en estos tiempos de pandemia. Sobre todo ahora, en plena sexta ola, con el Gobierno y las comunidades autónomas aprobando de nuevo restricciones para atajar los contagios, desbocados debido a la llegada de la variante ómicron del coronavirus, mucho más infecciosa que las anteriores. 

Un estudio de 2017 puso a sus participantes ante la disyuntiva de regalar la mitad del dinero para adquirir una licuadora de alta gama o bien comprar una de precio medio. Escogieron la segunda opción. Sin embargo, los destinatarios señalaron que preferían, sin duda, la primera. 

En el mismo sentido, las experiencias suelen constituir un mejor regalo que las cosas, aunque no se puedan disfrutar de forma inmediata. Dos recientes estudios ponen de manifiesto que los viajes, por ejemplo, hacen más feliz al destinatario que algo puramente material.