SEGOVIA

La ermita templaria que se anega en invierno y cobijó durante ocho siglos la pintura más antigua del Prado

La iglesia, levantada en el siglo XII a las afueras de la villa medieval de Maderuelo, alberga una recreación de la obra, joya de la Baja Edad Media: "Es un sitio especial"

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Vista de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, en Segovia, que albergó durante 800 años una pintura románica.

Vista de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, en Segovia, que albergó durante 800 años una pintura románica. / ALBA VIGARAY

Roberto Bécares

Roberto Bécares

“Mira, en la caliza se puede ver la marca que ha dejado el agua cada vez que se ha inundado la ermita”. Javier Bravo, informador turístico de Maderuelo (Segovia), va enseñando las delgadas líneas que ha ido trazando el agua en las paredes de la Ermita de la Vera Cruz en las diferentes crecidas que ha tenido el río Riaza. Algunas son de casi un metro, recuerdo de las sucesivas descargas que se hacen desde el embalse de Linares, una de ellas hace pocas semanas [VEA UN ÁLBUM DE LA ERMITA].

Ordenada construir por la Orden templaria en el siglo XII, desde la entrada de la ermita se tiene una vista privilegiada del pueblo amurallado que fue construido al otro lado del río sobre una loma, sin duda uno de los más bonitos de España. Varias mesas de merendero se despliegan debajo de una alameda, en un vergel que despereza anticipadamente ya la primavera. “Esto lo llaman la playa de Aranda”, explica Javier, “porque en verano se llena se turistas por el entorno, es privilegiado, y, además, es el único sitio de Segovia donde te puedes bañar; el agua del embalse no es para beber”.

Vista de la ermita de la Vera Cruz, rodeada por el río Riaza, tomada desde Maderuelo.

Vista de la ermita de la Vera Cruz, rodeada por el río Riaza, tomada desde Maderuelo. / ALBA VIGARAY

Para adentrarse en la ermita hay que andarse con tiento porque hay bastante agua embalsada en una entrada que no drena bien. Unos adoquines dispuestos en línea facilitan sortearla como si fuéramos concursantes de ‘Humor Amarillo’. Hay algo de especial al cruzar el umbral del recinto, de una sola nave y ábside de testero plano, pese a que haya sido reconstruido en su mayor parte. Eso no parece importar si uno conoce lo que albergó en su interior durante ocho siglos: una de las obras más excepcionales de la pintura española de la Baja Edad Media y actualmente uno de los tesoros del Museo del Prado. Su pintura más antigua.

Vista de los restos de la pintura original de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, en Segovia, que fue arrancada en 1947 para ser trasladada al Prado.

Vista de los restos de la pintura original de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, en Segovia, que fue arrancada en 1947 para ser trasladada al Prado. / ALBA VIGARAY

La Adoración

Al entrar, una cuidada iluminación nos muestra sobre el muro septentrional un Cristo en majestad rodeado de ángeles y santos, presidiendo varias escenas bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento, con el Cordero Místico con Caín y Abel, la Adoración de los Reyes Magos, y la Creación de Adán y Eva. Se trata de la recreación que se hizo en 2011 de la pintura, que estaba justo en el otro extremo de la iglesia y fue trasladada al Museo del Prado en 1947. 

La obra se salvó del paso del tiempo y del hombre. El lugar, en estado de semiabandono durante décadas -en 1830 pasó a manos privadas-, llegó a ser usado como almacén de paja y establo pero, cuando a principios del siglo XX, se tuvo conocimiento del valor de la pintura, se convirtió en un objeto de deseo de los anticuarios de Madrid, que querían hacer fortuna vendiendo piezas históricas a EEUU.

Imagenes de la entrada anegada a la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, en Segovia-

Imagenes de la entrada anegada a la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo, en Segovia- / ALBA VIGARAY

Así ocurrió con el claustro de Sacramenia (Segovia), por ejemplo, que fue trasladado piedra a piedra a Miami, donde fue reconstruido, la sala capitular de Óvila (Guadalajara), que se exportó a California, o las pinturas murales de San Baudelio de Berlanga (Soria), expoliadas en 1926 y ahora expuestas en varios museos de EEUU.

Afortunadamente, tras la mediación de un abogado del Estado de Segovia, la ermita de Maderuelo fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1924, hace justo 100 años, protegiendo el espacio.

Vista de las marcas de agua que han dejado en la piedra caliza las crecidas del río Riaza.

Vista de las marcas de agua que han dejado en la piedra caliza las crecidas del río Riaza. / ALBA VIGARAY

No fue hasta 23 años después, sin embargo, cuando expertos del Prado extrajeron la obra con la técnica del ‘strappo’, en donde se coge la última capa del enlucido y la pintura y se traslada a una tela de gasa y de arpillería. Eso permite que en el otro extremo de la ermita, en el presbiterio, se vean todavía trazos ocres y amarillos de la pintura original -llamados sinopia- que han sido levemente silueteados por los restauradores en el año 2001.

Interior de la ermita de Maderuelo, en Segovia; al fondo la recreación de la pintura original llevada a cabo en 2011.

Interior de la ermita de Maderuelo, en Segovia; al fondo la recreación de la pintura original llevada a cabo en 2011. / Alba Vigaray

“Aquí viene mucha gente del Prado y historiadores. En el Prado es cierto que la puedes ver muy bien, pero te quedas un poco como diciendo ‘¿esto en qué entorno estaba?’”, cuenta Javier, que explica que la recreación no se ve dañada por las crecidas del río ya que está hecha en fibra de vidrio, resina sintética y aluminio. El suelo del recinto, entretanto, es muy drenante, lo que permite que las anegaciones no vayan a más.          

Campos magnéticos

Durante los siete años que lleva de visitador turístico, Javi dice que ha venido gente de todo tipo, como alguna persona que “vino con alambres”, en referencia a las varillas de radiestesia que ayudan a detectar energías o campos magnéticos. “Los templarios siempre ponían las iglesias en sitios así... Yo estaba con él y me dijo ‘vamos a cruzar por una corriente energética’, y entonces ‘pin’, se caía el palo. Luego nos pusimos al lado del altar, pegado a la pared, donde hay un cruce de energía, decía, por aguas subterráneas, magnetismo o lo que sea”, se azora un poco al recordarlo, como la otra vez en que llegó un grupo de personas y se pusieron en círculo frente al altar: "Se dieron la mano y estuvieron un rato en silencio, unos cinco minutos”.

“Yo no sabía lo que hacer, al final se abrazaron... saldrían con las pilas recargadas, o yo qué sé”, recuerda todavía incrédulo. “Es que este es un sitio especial, aunque en verdad todas las iglesias lo son. Los templarios estudiaban mucho las entradas de la luz”, señala el visitador turístico, que destaca cómo las piedras blancas “nuevas” nos enseñan que “la restauración se ha hecho casi desde la base”. “Hay hasta canecillos de hormigón”, destaca al lado de la pila bautismal, que estaba muy cerca de la pintura original pero se movió a la nave.     

Vista de la pintura original de la ermita de Maderuelo expuesta en el Museo del Prado.

Vista de la pintura original de la ermita de Maderuelo expuesta en el Museo del Prado. / SUSANA VERA