DESPOBLACIÓN

La sonrisa de Mapu o cómo los niños reviven el colegio fantasma de Bayubas 14 años después

La vida vuelve a Bayubas de Abajo, un pequeño pueblo de Soria con una media de edad de 70 años

Sus cinco alumnos, de origen colombiano, proceden de dos familias que llegan para trabajar en los pinares

Alumnos en el colegio de Bayubas de Abajo, que reabre después de 14 años cerrado.

Alumnos en el colegio de Bayubas de Abajo, que reabre después de 14 años cerrado. / ALBA VIGARAY

Diccionario de la Lengua España 2001. RAE. Vida. (Del latín 'vita') 14.f. Cosa que origina suma complacencia  15.f. Cosa que contribuye o sirve al ser o conservación de otra 19. f. Animación, vitalidad de una cosa o de una persona. 

A la señora Luisa, que va con unos frascos al huerto para ver si puede meter unos tomates muy lustrosos que están en su punto de madurez, se le ilumina la cara cuando se le pregunta por ellos. "Estamos muy contentos. Cuando se va todo el mundo que ha venido a pasar el verano se queda todo triste, solo se ven gatos", pone cara de pena la mujer, de 86 años, pero con el paso tan ágil como la mente. "Esta mañana no", le vuelven a brillar sus pequeños ojos, "porque se notaba el bullicio. Es que eso es vida. Estaban tan contentos jugando con los aros en la calle...". 

"Vida" es una palabra que hoy en Bayubas de Abajo, un pequeño pueblo soriano de 158 habitantes cerca de Burgo de Osma, conocido por tener la mejor piscina de la comarca -"tiene 40 metros de largo, viene gente hasta de Guadalajara", presume el alcalde- y por sus pinares resineros, se va a repetir mucho. Porque lo dice muy bien Luisa: cuando se va el ajetreo de los veraneantes vuelve el silencio a las calles, vacías sin que a veces se vea un alma durante horas. 

Dos alumnos entran al colegio de Bayubas de Abajo, que reabre después de 14 años.

Dos alumnos entran al colegio de Bayubas de Abajo, que reabre después de 14 años. / ALBA VIGARAY

"Es que en 20 años el pueblo se podría morir si no viene gente joven; la media de edad ronda los 70 años", razona el alcalde, Juan José Oliva, a las puertas del colegio, un bello edificio construido en la República, de amplios ventanales y un frondoso y bucólico jardín que parece propio de un parque centroeuropeo. 

Voces de niños

A través de las ventanas se cuela hacia el patio un murmullo de vida, voces de niños hablando dentro de un recinto habitado por fantasmas durante 14 años, los mismos que llevaba cerrado después de que los "únicos estudiantes que quedaban se hicieran ya mayores y se fueron a estudiar al Burgo. Hubo que cerrar”.  

El edificio, con dos aulas amplias, un precioso suelo ajedrezado y en la trasera un campo de fútbol de césped que pareciera el Bernabéu, se sumió en el mismo silencio en el que desde septiembre se sumía el pueblo. "Venían una vez por semana mujeres del pueblo a recibir cursos de la diputación, pero ya está", apunta Oliva, agricultor jubilado y principal responsable de que la clase principal sea ahora una estafeta de letras, números y vida. 

Tras la amplia puerta marrón recién pintada, están Valentina y Valeria, de 10 años, dibujando barcos pirata en una hoja de papel tras hacer un dictado en el que María Cuervo, la profe, les ha corregido con mimo la puntuación y la ortografía. "El cole es lo que más nos gusta del pueblo", explican ambas gemelas, muy sonrientes todo el rato y a las que María solo distingue por los pendientes de distinto color: "Es que son idénticas".    

Detalle del colegio de Bayubas de Abajo.

Detalle del colegio de Bayubas de Abajo. / ALBA VIGARAY

La clase, financiada por el Ayuntamiento y la Dirección Provincial de Educación -la rehabilitación total del edificio asciende a 90.000 euros-, parece sacada de un catálogo de Feran èmpresa especializada en educación]. Se reparten de forma equilibrada, aquí y allá, la pizarra, la mesa de la maestra, el material escolar -millones de lapices de colores, plastilinas y cuadernos-, la zona de juegos, y los juguetes infantiles. "La clase me encanta, la verdad, con este jardín... nunca había estado en un sitio así", admite la profesora, baqueteada por haber recorrido escuelas de media Castilla en esa rueda que no deja de girar para los interinos.

Curso

Hoy están con el repaso de unidades de medida, y durante el curso se les impartirán las asignaturas que les corresponden curricularmente. A la manera de Bayubas, claro, porque todos los niños están en el misma aula. "Se hace que coincidan las unidades didácticas, pero adaptadas a la edad de cada uno. Es una experiencia completamente distinta, pero lo afrontamos con muchísimas ganas". Porque las gemelas tienen diez, pero Santiago y Daniel, hermanos y primos de ellas, son de cursos anteriores, hasta llegar a Mapu, que tiene solo cuatro y es la pequeñina de las tres hermanas. Mientras los demás dibujan los navíos, ella, sonriente, pizpireta con sus dos coletillas que anticipan el ritmo de su andar pendular, canturrea mientras juguetea con un peluche al que habla y cuida como si fuera su mejor amigo.   

María, profesora, atiende a los alumnos del colegio de Bayubas de Abajo.

María, profesora, atiende a los alumnos del colegio de Bayubas de Abajo. / ALBA VIGARAY

"Todo esto es una alegría y queremos que dure", afirma el alcalde, que junto al secretario del municipio se responsabilizó de que todo estuviera en perfecto estado en este colegio que llegó a albergar antaño a más de cien alumnos, con tres clases distintas, incluida una de párvulos. Hubo que arreglar el techo, que tenía goteras de vez en cuando y en una de las partes amenazaba derrumbe, y pintar el cole de nuevo, entre otras cosas. "El mobiliario, que lo ha traído la Dirección, es todo nuevo". Una familia del pueblo ha donado incluso un futbolín y un billar de juguete. "Es un sitio superbonito y superlimpio", dice María en una verdad palmaria: la escuela parece el escenario sacado de una película infantil.  

Repoblación

La vida rebrota en la España vaciada gracias a un pueblo que siempre apostó por la repoblación, pero durante 20 años solo una familia, procedente de Cataluña, cuajó. Ahora son tres las que han venido de Colombia, en concreto de la escarpada zona montañosa de Bucaramanga. A los padres se les ha brindado un contrato en la empresa resinera Resinas Naturales que trabaja los tupidos montes del pueblo, de donde se saca un producto que tiene más de 300 aplicaciones, desde la fabricación de coca-colas hasta la de mantas. 

"El contrato es de cinco años, en cinco años no se pueden ir, va visado por el Consulado de Colombia y el Gobierno", asegura el alcalde reafirmándose en que esto es una cosa seria y que añade que están encantados con las familias, que también han reabierto la tienda de comestibles del pueblo, una suerte de colmado donde se vende desde leche hasta champú que llevaba los mismos años cerrado, y regentan el bar de la plaza: "El pueblo los ha acogido muy bien, y ellos valen". El Ayuntamiento les alquila a precios muy económicos -desde 100 euros al mes a partir del segundo año- las casas, que en su día eran de los maestros o del médico. 

Mapu, la alumna más pequeña del colegio de Bayubas de Abajo. 

Mapu, la alumna más pequeña del colegio de Bayubas de Abajo.  / ALBA VIGARAY

Los niños se sienten ya tan del pueblo que el primer día que llegó desde el Burgo Natalia Llorente, secretaria del CRA (Colegio Rural Agrupado) de Berlanga de Duero y profesora de Educación Física, le hicieron "una rutilla por las calles. Aquí en el pueblo se pueden hacer actividades fuera, porque no hay peligro de coches ni de nada", aprecia sobre una localidad bastante grande, que llegó a albergar a 400 habitantes hace no tanto.  

Faltan casas

En un pequeño coloquio con el alcalde y el secretario, los tres coinciden en que uno de los grandes males de la España vaciada es que faltan casas. Una paradoja, pero algo real. "Pasa en Ólvega, por ejemplo, hay mucha industria pero falta vivienda", expresa Natalia. "Aquí tenemos todas ocupadas y mira que desde que empezamos a salir en los medios por la reapertura del colegio nos han llamado siete familias, pero es que no tenemos sitio...", lamentan los responsables municipales.  

La reapertura del colegio y la llegada de nuevos habitantes ha levantado alguna suspicacia entre los "hijos del pueblo", que le preguntan al alcalde que qué pretende. "Yo lo que quiero es que todas las casas estén bien para vivir, que haya unos servicios. Si aquí no vive gente, el pueblo no se mantendrá. Igual tenemos un gasto más o lo que sea, pero la vida hay que vivirla. Queremos que esto dure", dice en una frase que igual no alcanza todo su significado al escucharla de recién, pero luego sí. Porque la vida, como estima la acepción decimoquinta de la palabra en el diccionario de la RAE, es una "cosa que contribuye o sirve al ser o conservación de otra".

Vista de la fachada y el patio del colegio de Bayubas de Abajo. 

Vista de la fachada y el patio del colegio de Bayubas de Abajo.  / ALBA VIGARAY