HOSTELERÍA

Así es Boceguillas, el área de servicio con más éxito de la autovía de Burgos

Conchi Domínguez lleva más de 25 años ofreciendo comida tradicional en su elegante y sobria cafetería-restaurante de Segovia

Desde 2016 el establecimiento cuenta con 18 coquetos apartamentos independientes que alquila por días o temporadas

Imagen del comedor del Área de Servicio de Boceguillas.

Imagen del comedor del Área de Servicio de Boceguillas. / EPE

Roberto Bécares

Roberto Bécares

Los grandes proyectos muchas veces parten de cosas pequeñas. Como la servilleta que hace más de 25 años Conchi Domínguez garabateó en un bar de Madrid. Dibujó a grandes rasgos lo que ella concebía como una gran cafetería-restaurante para construir en su pueblo, Boceguillas (Segovia), al pie del kilómetro 115 de la A-1. Su marido, Ángel Tobar, no lo terminaba de ver. "Fue de estas veces que sueñas con un sitio; él, sin embargo, no lo veía. Me respondió 'esto no se puede', 'esto no hay quien lo haga, estás loca...'".

Al año siguiente, sin embargo, por su cumpleaños, Ángel apareció en casa con una caja grande, tan grande que su hija intuyó que le había regalado un secador de pelo. Pero no. "Dentro estaban las escrituras, había comprado esta finca. Me dijo 'cuando quieras empezamos'", rememora ahora sobre ese sueño hecho realidad que con el tiempo se convirtió para muchos viajeros de la A-1 en su área de servicio preferida. "Lo hicimos todo nosotros, mi marido, que es ingeniero aeronáútico, respeto más o menos lo que yo quería".

Conchi Domínguez, en el comedor principal del Área de servicio Boceguillas.

Conchi Domínguez, en el comedor principal del Área de servicio Boceguillas. / EPE

Para los viajeros el establecimiento tiene muchos nombres. Algunos directamente dicen "Boceguillas", por el municipio donde se ubica; otros "Las casitas", por el nombre del coqueto hotel de 18 apartamentos independientes que alberga desde 2016; y los hay que cuentan que van a parar "donde Conchi", en "su casa". Porque para muchos de los clientes es un lugar que sienten como propio, familiar.

Como en casa

"Los clientes me dicen siempre que se encuentran muy a gusto y que comen muy bien. Yo siempre les digo que el mérito no es mío, que esto es como su casa y por eso se encuentran como si estuvieran en ella. Es lo que siempre hemos querido", cuenta Conchi, de 72 años, durante un recorrido por el establecimiento, que tiene una ubicación privilegiada, a medio camino entre Madrid y Burgos y muy cerca de los pueblos rojos, del nacimiento del río Duratón, o de localidades tan bonitas como Pedraza, Sepúlveda, Maderuelo o Ayllón.

"El sabinar de Harnuez, el más antiguo de Europa, está aquí al lado también", añade Conchi, siempre vigilante a que se dé el mejor servicio en todo momento por parte de sus más de 20 trabajadores. Nada en el local, luminoso, pulcro y sobriamente elegante, castellano, está elegido al azar. En cada detalle está el toque de Conchi, hija y nieta de hosteleros. "Mi padre tenía una tabernita, mataba corderos que luego vendía al Cándido o a restaurantes en Madrid", recuerda.

Vista de la tienda, donde se puede comprar desde céramica inglesa a aceite volcánico.

Vista de la tienda, donde se puede comprar desde céramica inglesa a aceite volcánico. / EPE

Al entrar a Las Casitas sorprende siempre la ausencia de bullicio, fruto entre otras cosas de que no haya servicio de barra. Sólo se sirve en mesa. En las barras, todo tipo de bollería casera, como pasteles, bizcochos o magdalenas recién hechas, colocada con cuidado en bandejas cubiertas de campanas de cristal, como si fuera la película Amélie. "Todo está hecho aquí, es casero", presume Conchi, que en Boceguillas ejerce de muchas cosas: arquitecta, diseñadora, cocinera -sus recetas se las enseñó a Eduardo, jefe de cocina, que lleva con ella desde hace once años, y este a su vez a su equipo- y hostelera.

Conchi tiene un apego especial por su pueblo, por la comarca. Es una enamorada de su tierra. El único lujo que se permite, de hecho, es subir a la terraza de la cúpula del comedor para ver el atardecer sobre las colinas de La Pinilla. "Es que fíjate que paisajes más bonitos. A mis hijos les he inculado mucho la naturaleza, el campo", señala en el comedor principal, de forma circular, y desde donde se tienen unas vistas privilegiadas a la sierra. 

Parte de su éxito se imbrica sin duda en esa cocina pegada al territorio, "guisos tradicionales y cocina de pueblo, muy natural", que en la gran mayoría de restaurantes de carretera no encuentras ya, como la sopa castellana, los judiones, el potaje de garbanzos con setas o las manitas de cordero lechal, "un plato con mucha elaboración pero que es una pasada de rico".

Las verduras, del huerto de Conchi, tienen también mucha fama, aunque en verdad todo lo que ofrece es autóctono. Los corderos y las terneras se las traen de los pueblitos de la zona, -se crían de hecho sueltas pastando muy cerca, en el monte de Boceguillas-; el pan lo hacen ellos -"mi abuelo era panadero"-; y los huevos también son de paisanos que tienen gallinas en el pueblo, sueltas también. "Los huevos tienen mucho éxito sobre todo en cafetería. Los ponemos fritos, con morcilla, con chorizo, con ajo arrioero, pero también con alcachofas, con habitas... o en pisto. Los productos los compro todos de la zona, no traigo nada de fuera", ratifica la hostelera. Los pinchos de tortilla, otro de sus must, se hacen al momento. Todo es fresco.

Uno de los comedores rústicos privados del establecimiento.

Uno de los comedores rústicos privados del establecimiento. / EPE

Lo rural

Conchi insiste en la importancia de la comarca, de volver al origen. "Yo siempre aposté por lo rural. El negocio lo podía haber puesto en Madrid, o donde fuera, pero quería hacerlo en mi pueblo", asegura. "La gente valora mucho los platos de verdura, tenemos una menestra que es toda natural, todo de la verdura que tenemos en ese momento. Si no hay coliflor, pongo acelgas, por ejemplo", cuenta Conchi, que explica que los platos con más éxito son el cordero asado, las verduras y las manitas.

Si hay algo sobre lo que Conchi pone más mimo aun si cabe es en Las Casitas, los apartamentos del hotel que se divisan desde la autovía y que cuentan cada uno con garaje privado, ya sea como parada en itinerario -"paran muchos inglesas que van camino de Andalucía"- como para visitar los tesoros turísticos de la zona. Son un grupo de casitas que en conjunto, con las calles de piedra, se asemejan a un pueblecito. Las habitaciones son sobrias, "sencillas, sin lujos", también poblados de cortinas de ganchillo como la cafetería y con cuadros con hojas que ha decorado la propia Conchi, que con este proyecto retoma también un negocio familiar: su bisabuela tenía una posada en el pueblo donde se hospedó el mismisimo Napoleón durante la batalla de Somosierra.

Imagen de los apartamentos del Área de Boceguillas, que cuentan con aparcamiento privado.

Imagen de los apartamentos del Área de Boceguillas, que cuentan con aparcamiento privado. / EPE

El hotel tiene un confortable salón para clientes "con todos los libros que he leído" [hay muchísimos], además de otros comedores y salas para conferencias, reuniones o eventos. Las habitaciones, amplias, tienen un aseo con un baño casi de suite de lujo. "Ahora aquí quiero hacer una piscina climatizada, no muy grande, con sillas y sofrás alrededor", cuenta Conchi sobre una sala de conferencias que tras el Covid tiene menos uso y que se añadiría a la otra piscina climatizada que tiene en el exterior.

La tienda del establecimiento es una prolongación de si misma, todo exclusivo, coqueto, único [hay aceites de todo tipo, incluso volcánicos]. Aparte de diversos productos tradicionales de Castilla -quesos de Sasamón, morcillas de Sotopalacios...- hay preciosas vajillas inglesas, finísimas mantelerías hechas a mano o tulipas de lámpara. "Son cosas distintas. Las mantelerías están hechas por mujer de la zona. Son cosas que me niego a perder", razona.

Varios bizcochos recién horneados en la cocina del Área de servicio de Boceguillas.

Varios bizcochos recién horneados en la cocina del Área de servicio de Boceguillas. / EPE