CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

Calviño asume el mando cuando el Congreso teme las sombras de una economía de guerra

La vicepresidenta se erige en voz del Gobierno ante una oposición que no duda en manifestar una gran preocupación por la crisis derivada de la guerra de Ucrania

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño. / A. Pérez Meca. POOL/Europa Press - Europa Press

Ángel Alonso Giménez

Un repaso rápido por la semántica que han empleado los diputados este miércoles en el Congreso delata dos cosas. La primera es que la invasión de Rusia está agujereando la economía europea. La segunda es que esos agujeros pueden ser profundísimos. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmó el pasado fin de semana, en la reunión de la Ejecutiva del PSOE, que "vienen tiempos duros". Esa expresión la empleó en marzo de 2020, cuando decretó un estado de alarma que dejó encerrados en sus casas a todos los ciudadanos españoles durante más de un mes.

Dirigentes socialistas que estuvieron en el cónclave señalan, en conversaciones privadas, que los efectos en la economía de "la guerra de Putin", que así la está llamando el Ejecutivo, tanto la parte del PSOE como la de Unidas Podemos, pueden ser más contundentes que los de la pandemia. Estamos rozando con los dedos el momento en que nos quitarán las mascarillas para siempre y aparece ahora un conflicto armado en el Este de Europa que nos mete en otro ciclo de incertidumbre y angustia. La portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, ha dicho en el pleno del Congreso que hay "generaciones que sólo han visto tiempos duros". La verdad es que desde 2008 no se estabiliza una época de prosperidad económica.

La expresión de la diputada vasca pertenece a esa semántica que habla de crisis económicas graves y que retrata un temor. Es el miedo a una amenaza aún abstracta y todavía lejana. Son varios los analistas y cargos públicos que en los indicadores recientes encuentran indicios parecidos a los de una economía de guerra, entre los que destaca la inflación. El IPC de febrero, antes de la invasión rusa a Ucrania, cerró con un aumento del 7,4%. La escalada que los expertos pronostican sitúa el porcentaje en cifras de dos dígitos dentro de poco, quizá un mes. Las consecuencias en las familias y empresas de cualquier tamaño serán severas. Una situación de tanta tensión durante mucho tiempo aboca a ruinas y quiebras, y es sabido lo que genera la escasez: tensión en las calles, malestar ciudadano, protestas.

Advertencias de izquierda y derecha

Aizpurua, de EH Bildu, formación de izquierdas, ha alertado del peligro que supone que una vez más sean los trabajadores los que sufran los embates más duros de una crisis que ya está aquí. "Esto es insostenible", ha dicho al presidente del Gobierno. "Usted lo sabe", le ha espetado. De "emergencia energética, social y económica" ha tildado la coyuntura, y por ello, la portavoz del grupo independentista ha pedido que sean "las grandes fortunas y los bancos" los que soporten los sacrificios que se avecinan.

Néstor Rego, del BNG, otra formación soberanista de izquierdas, ha llamado la atención sobre el futuro al que se ven abocadas tantas familias. "Quien llegaba a final de mes con dificultad, ya no llega; y quien no llegaba, ahora está peor", ha dicho el diputado gallego antes de lanzar una advertencia al Gobierno: que no paguen las rentas del trabajo; que paguen las rentas del capital. "Por ahí no", ha expresado gráficamente para alertar al Gobierno de lo que podría pasar en este país si los perjudicados, al final, son los trabajadores.

Y desde ERC, aunque sobre un ámbito totalmente distinto, las luces de alarma han quedado encendidas. Pilar Vallugera le ha dicho a la ministra de Igualdad, Irene Montero, que se apresure y aplique ya las políticas feministas públicas de las que hace gala. ¿Y por qué? Ella misma lo ha proclamado sin tapujos: "Lo que se nos viene encima va a suponer el retroceso de décadas".

"Lo que se viene encima". Esta expresión ilustra la gravedad del momento, o por ser más preciso: el tiempo de espera de ese momento. Hablar con diputados esta semana es un ejercicio de escepticismo. Tanto en la izquierda, como se ha visto este miércoles, como en la derecha, los augurios pintan un paisaje negro, si no muy oscuro. Cuca Gamarra, la líder provisional del PP hasta que Alberto Núñez Feijóo coja las riendas formalmente (será dentro de un mes), ha sido contundente, y tras encadenar las manifestaciones más complejas de la realidad actual (precios de combustible, gas, materias primas alimentarias...), ha arremetido contra Pedro Sánchez: "Usó la pandemia; ahora vemos que está dispuesto a utilizar la guerra". Se lo ha dicho porque justo antes le había puesto este sobrenombre: "El presidente de las 1.000 coartadas".

Todo porque, a criterio de la portavoz del PP en el Congreso, el Gobierno se escuda en argumentos ajenos para explicar la ralentización económica. Su homólogo de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, se ha pronunciado en términos similares y ha puesto a Nadia Calviño en el centro de la responsabilidad y la culpa: "Es usted la que está hundiendo a los españoles", ha recalcado. La formación de Santiago Abascal airea ya la protesta callejera.

En Ciudadanos Guillermo Díaz ha llevado este miércoles la voz cantante. Está cogiendo cada vez más protagonismo el diputado malagueño. Su oratoria es afilada y directa, y lo ha podido comprobar la vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos. "Le vamos a dar una medida estrella" para afrontar la peliaguda coyuntura económica que se avecina: "eche a Podemos" del Ejecutivo.

Calviño y sus galones

Hace apenas un par de días, The New York Times incluyó a la ministra económica de Pedro Sánchez en una lista de mujeres influyentes. La clasificación, relacionada con el Día de la Mujer, pone una anécdota a un hecho político incuestionable: la creciente influencia de la vicepresidenta en el presidente, y en general, en las políticas del Gobierno.

Otoño de 2021 marcó un punto de inflexión. A raíz del congreso federal del PSOE, en el que Sánchez se comprometió a derogar la reforma laboral, y acto seguido, a implicar directamente a su partido en el proceso, Calviño ha sido una personalidad política que no ha parado de adquirir más y más empaque. En el encaje con la UE es una pieza indispensable y el presidente ha encontrado en ella a una dirigente que le garantiza sintonía, orden, trabajo y discreción. Sánchez no quiere distorsiones ni disrupciones. Se ha notado esta semana, pues en 24 horas puso fin al coro de voces diferentes sobre la guerra de Ucrania que cantaban en su Gobierno.

Calviño, por tanto, es garantía de orden. En contextos adversos alguien así resulta fundamental. Este miércoles ha respondido a cuatro preguntas de la oposición. A Jaime de Olano, del PP; a Espinosa de los Monteros, a Rego y a Guillermo Díaz. Ha defendido las medidas emprendidas para amortiguar la escalada de precios y ha reiterado la apuesta por conseguir la autonomía energética frente al "chantaje" de Vladimir Putin. "Estamos ante un momento absolutamente clave", ha llegado a decir.

Una forma de declarar en público que la crisis que viene es tremenda y preocupante. La vicepresidente segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, más desdibujada, ha reconocido que el efecto en el empleo será "significativo".

Contraataque al PP

El otro foco de interés estaba en la bancada popular, en donde ha brillado el escaño de Pablo Casado por no estar en él Pablo Casado. No se espera al aún líder del partido. Su marcha del Congreso, hace dos semanas, parece definitiva.

El PSOE confía en que el influjo de Feijóo, influjo de moderación y centrismo, se note pronto. No ha sido el caso este miércoles, a tenor de la respuesta enfurecida del Gobierno a una acusación de Gamarra, precisamente esa "utilización de la guerra" para esquivar responsabilidad en el contexto actual de la economía.

Mario Garcés parece que será, al menos durante este mes de marzo, quien replique a Yolanda Díaz. "Sólo se representa a sí misma", le ha afeado para reflejar la distancia que a su juicio se ha abierto entre ella y su partido, Unidas Podemos. La ministra ha reconocido que esperaba más de él. Más o menos lo mismo ha dicho el ministro Luis Planas a Milagros Marcos, del PP, después de que ambos se enzarzaran sobre las repercusiones que la guerra de Ucrania va a ocasionar en el sector primario, que no se prevén livianas precisamente.

Tanto en el Gobierno como en el Partido Socialista pretenden presionar al previsible nuevo líder de los populares con dos factores: la dependencia de Vox, lo que en Castilla y León puede quedar rubricado en unas semanas; y el conflicto interno entre moderación y pactismo o ataque frontal a Sánchez.

Tras la acusación de Gamarra sobre la "utilización" de la guerra, el presidente se ha mostrado enfurecido: "¿Para qué estoy usando la guerra?". "Lo que me faltaba por oír", ha añadido.

Y Calviño, obviamente, ha continuado por esa senda: "Al PP no pedimos paciencia, sino responsabilidad y lealtad".