Opinión | EL TRIÁNGULO

'A Zofra'

En Aragón, de no ser por un trabajo esforzado, habríamos perdido nuestra esencia y la dignidad en la que reconocernos y diferenciarnos

Letras

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Me llega, vía WhatsApp, la revista aragonesista de opinión A Zofra y me llega de la mano de Nacho López Susín, una de esas personas que hacen que las cosas difíciles no parezcan tan difíciles, porque él simplemente acaricia los sueños tenuemente hasta convertirlos en islas de realidad que a veces el mar de los iracundos consigue borrar. Así que yo, que muy poco sé de las cosas, le escribo y le pregunto que qué significa A Zofra y me responde que trabajo en común y añade, tan minucioso como es, que «Trabajar a zofra es la expresión completa». Sonrío en silencio y con cierta nostalgia porque A Zofra llega después de otras revistas que, teniendo en Andalán a una de sus grandes referencias, intentan hacer del aragonesismo de izquierdas un movimiento de cohesión social en una sociedad, la aragonesa, que araña su esencia entre mitos como el Zaragoza, la Virgen del Pilar, su intocable río Ebro, las noches del Moncayo o el cielo que rompe los Monegros cuando tú ya no estás.

En A Zofra , sin duda, hay un trabajo en común donde cada una de las personas que colabora expone su forma de entender el mundo en un juego de palabras que acercan al lector a las cosas importantes y también a las cosas de Aragón, que en ocasiones son zarandeadas creo que fundamentalmente por incultura y miedo y por no querer entender que somos la ecuación de todos nuestros errores y aciertos, y que de no ser por un trabajo esforzado no solo habríamos perdido en el camino compañeros, algo inevitable en este juego de vivir, habríamos perdido nuestra esencia y nuestra pequeña y confortable dignidad que es la forma que tenemos de reconocernos, diferenciándonos, pero sin ser excluyentes y mucho menos analfabetos de la libertad.

En el tiempo de las cosas, los días pasan deliberadamente lentos o presurosamente rápidos, según cual sea su factura y según sea el lugar donde descansa nuestro ánimo, que a veces se consuela con pequeños detalles, con inolvidables canciones, con historias de brujas y las cosas que pasan por este nuestro Aragón que hace mucho decidió no olvidarse de sí mismo, porque de llegar a hacerlo no seríamos ni más ni menos que una prolongación sin latido de las historias que otros escribieron por nosotros, porque nosotros habríamos desfallecido entre el fervor de mentes estrujadas por himnos anacrónicos y luces trasnochadas de asfalto dormido donde ya no habría lugar ni para los sueños.