INFANCIAS ROTAS

La guerra de Gaza se ceba en los niños: más de 17.000 menores han perdido a sus familias

Según la UNRWA, en esta feroz ofensiva de Israel, ya han muerto más niños que en cuatro años de conflicto en todo el mundo

Una niña palestina herida tras un ataque aéreo israelí al campo de refugiados de Nuseirat, en Gaza.

Una niña palestina herida tras un ataque aéreo israelí al campo de refugiados de Nuseirat, en Gaza. / Mohammed Saber / EFE

Jana y Joud pasaron semanas preparándose para la llegada de su hermana. Mientras crecía en el vientre de su madre, ellas le compraron ropa nueva, le hicieron dibujos e imaginaron todo aquello que llegarían a vivir juntas en un futuro inmediato. Nunca, en ningún momento, se les pasó por la cabeza que Habiba, su “pequeña hermanita”, jamás conocería su casa. Habiba, que en árabe significa ‘querida, amada’, nació en Deir el Balah, en el centro de la Franja de Gaza, y no en la ciudad de Gaza natal de las otras hermanas Isleem. “Era por la mañana y tenía mucho miedo porque no había ambulancias que pudieran llevar a mi madre al hospital que estaba atestado”, recuerda ahora Joud visiblemente emocionada desde El Cairo, donde logró refugiarse toda la familia hace unos meses. “Estábamos muy, muy, muy felices de que las dos estuvieran bien”, afirma con una sonrisa que traspasa la pantalla. “Le compramos ropa nueva pero no era tan bonita como la anterior”, reconoce decepcionada.

Para algunos, la historia de las hermanas Isleem ya tendría un final feliz. Toda la familia, los dos padres y las cuatro hijas, están lejos del peligro que arrasa con su tierra natal. Han vuelto a la escuela en su exilio en Egipto y cuentan con alimentos y agua potable, a diferencia de la amplia mayoría de la población de Gaza. Pero ellas no pueden dejar atrás todo lo que se quedó en su tierra, en su país. Aún tienen familia y amigos bajo las bombas, escapando en el enésimo desplazamiento. “Nos pasamos el día preocupados”, reconoce Duaa, la madre, que había sido profesora de matemáticas y ciencias en una escuela primaria de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA, por sus siglas en inglés). “Todos los días escucho que otro de mis estudiantes ha muerto”, lamenta, mientras sostiene en brazos a Habiba, que, con apenas cinco meses, viste una sonrisa pura y permanente.

Más muertos que en cuatro años en todo el mundo

Israel continúa batiendo récords en su guerra contra Gaza. Según la UNRWA, en esta feroz ofensiva, ya han muerto más niños que en cuatro años de conflicto en todo el mundo. Naciones Unidas ha contabilizado un total de 12.913 muertes en conflictos entre el 2019 y el 2022. La cifra más reciente en Gaza los sitúa en 13.800 niños palestinos muertos por las bombas israelíes, pero también por la creciente hambruna y las temperaturas extremas de frío y calor sin un techo que las proteja. Save the Children denuncia que el 2% de la población infantil de Gaza ha muerto o resultado herida en estos casi siete meses de guerra. “El 50% de la población que vive en la Franja son niños”, aclara Ricardo Pires, jefe de comunicación del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, según sus siglas en inglés).

“Sumado al hecho de que el enclave es uno de los lugares más densamente poblados del mundo y el tipo de bombardeos indiscriminados que se están aplicando, esta es una guerra contra los niños que jamás la han pedido”, denuncia Pires a EL PERIÓDICO. La voz infantil de Joud así lo constata. “La guerra realmente cambió nuestras vidas porque tuvimos que dejar nuestra casa, a nuestra familia y a mis amigos, y los echamos mucho de menos”, explica con el llanto asomando de la mano del recuerdo. “La guerra nos entristeció mucho y nos dio mucho miedo”, cuenta a este diario. Su hermana Jana prefiere quedarse para sí ese dolor y refugiarse en el silencio. Desarraigadas de su hogar por una violencia sin precedentes, la normalidad de la que gozan ahora es sólo un recordatorio de las ausencias. 

17.000 niños solos

El muro de Facebook de su padre Rajy está lleno de rostros sonrientes. “Anuncio de la niña desaparecida”, se lee bajo el retrato de un bebé de ocho meses con un lazo en la cabeza. “Es la única superviviente de su familia que quedó totalmente martirizada en el bombardeo de una casa cerca del área de Abu Arif”, explica antes de pedir que cualquiera que la haya visto se ponga en contacto con varios números de teléfono. En cada publicación, las súplicas se repiten. Son muchos los niños obligados a vagar solos entre la destrucción. UNICEF estima que al menos 17.000 niños en la Franja de Gaza están solos o separados, y suponen el 1% de las 1,7 millones de personas desplazadas. Muchos han perdido a sus padres o a sus acompañantes en el caos del desplazamiento. Otros, de repente, son huérfanos. Algunos, incluso, por partida doble. 

“Cada uno de ellos tiene una triste historia que contar, un trauma por el que están pasando”, constata Pires, que recuerda que la cifra no es del todo exacta y probablemente sea mayor por las dificultades de monitorizar la situación sobre el terreno. Muchos de ellos llegan por su propia cuenta al hospital. A veces, son el único superviviente de toda la familia sepultada por su propia casa tras un bombardeo israelí. En otras ocasiones, familiares secundarios o personas que se los encuentran en el camino los acercan a los centros médicos o con presencia de organizaciones humanitarias. “La comunidad se activa a través de vecinos y familiares que ya les conocen y se encargan de estar pendientes de ellos, porque hay esa idea de entre todos cuidarse como pueden, sin dejar a nadie atrás”, explica Amparo Villasmil, psicóloga de Médicos sin Fronteras (MSF). 

"Toda una generación"

Durante su estancia en Rafah, la ciudad sureña donde aún no han entrado las tropas israelíes, comprobó como las calles estaban tomadas por los niños. “En ellos, hay esa dicotomía entre todavía mantenerse en contacto con la parte de la infancia más espontánea y juguetona, y empezar a asumir cosas de la adultez, como hacer cola en las distribuciones o transportar bidones de agua”, explica Villasmil a este diario. Tanto los padres como las oenegés han expresado su preocupación por el impacto que estas trágicas vivencias tendrán en sus hijos. “Ningún niño debería estar acostumbrado a distinguir el sonido de los drones, o no querer irse a dormir por temor a los ataques”, denuncia la psicóloga. “Toda una generación de niños sufrirán durante el resto de sus vidas por el trauma y los horrores que han visto desde el 7 de octubre”, lamenta Pires.

Orgullosa, Duaa recuerda cómo Jana y Joud pasaban su tiempo en Gaza dibujando y leyendo historias. “Así se relajaban”, explica desde su exilio egipcio, rodeada de sus pequeñas. A día de hoy, las hermanas Isleem siguen dibujando, intentando recuperar ese pedazo de infancia que la guerra les arrebató. “La escuela en Gaza me gustaba más porque todos mis compañeros eran mis amigos”, explica Joud en un perfecto inglés. “He hecho nuevos amigos pero echo de menos ir a mi antigua escuela, aunque ahora nuestras escuelas son casas para que la gente viva durante la guerra”, constata con una madurez innecesaria para una niña de 13 años. El silencio se impone mientras la familia se sume en el recuerdo. Pero Habiba lo rompe con la risilla propia de un bebé bañado por el amor de sus hermanas desde el momento en que llegó al mundo.