Opinión | PENSAMIENTO PERIFÉRICO

¿Yolanda y cuántos más?

Fueron muchos los que, tras aquel primer acto de Valencia en el que una exultante Yolanda Díaz, después de ser designada sucesora a título de reina por el ya entonces demediado líder de Podemos, Pablo Iglesias, lanzó su proyecto para unir a toda la izquierda a la izquierda del PSOE laminando por el camino a la organización que la puso en el Gobierno

Archivo - La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 13 de marzo de 2024, en Madrid (España).

Archivo - La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados, a 13 de marzo de 2024, en Madrid (España). / EUROPA PRESS

 ¿Qué es Sumar? ¿Un partido? Un partido tiene una dirección reconocible y elegida mediante un proceso asambleario o congresual, una afiliación registrada y que participa de alguna manera formal y contrastada en la configuración y las decisiones de la organización, una implantación territorial y, sobre todo, un programa político definido y diferenciado. Nada de eso se vio en su primera asamblea, celebrada tan tarde como el pasado marzo, en la que la participación de inscritos fue mínima. O sea, que Sumar no es un partido. ¿Es una coalición? Evidentemente, fallando lo anterior es difícil que pueda darse por bueno lo segundo. Para coaligarse, primero hay que ser algo y luego llegar a acuerdos con los que también lo son. Por eso se acaba de retrasar otra vez su ensamblaje como tal. ¿Un espacio? Así se anunció, pero en lugar de ampliarse se achica y se abarrota como el camarote de los Marx. ¿Una plataforma electoral? ¿Una marca? Tanto una cosa como otra, si es que alguna vez llegaron a serlo, se han ido degradando elección tras elección.

Fueron muchos los que, tras aquel primer acto de Valencia en el que una exultante Yolanda Díaz, después de ser designada sucesora a título de reina por el ya entonces demediado líder de Podemos, Pablo Iglesias, lanzó su proyecto para unir a toda la izquierda a la izquierda del PSOE laminando por el camino a la organización que la puso en el Gobierno; fueron legión, digo, los que anotaron que Sumar venía a profundizar las divisiones, no a cerrarlas. Se dijo que se abría “un proceso de escucha” de la ciudadanía, pero desde el primer minuto no se vio más que el choque de egos y el cruce de intereses. Se dijo también, lo dijo Yolanda Díaz, que Sumar pretendía ser la fuerza de “los ciudadanos”, para lo que debía “echar raíces en los municipios”. En otro ejemplo de coherencia, meses después Sumar renunció a presentarse a las elecciones municipales. De sedes en los pueblos, las ciudades o los barrios, ni hablamos. Somos vanguardia, todo es virtual.

“Otras políticas”, con un acertado doble sentido, ya que en el escenario todo eran mujeres, fue el lema que se empleó para aquel evento en Valencia, en el que a Yolanda Díaz la acompañaron Mónica Oltra, entonces vicepresidenta de la Generalitat Valenciana y hoy apartada de la primera línea política y abandonada por Díaz, que ha cerrado cualquier puerta a que pueda incorporarse a la candidatura europea; Ada Colau, en aquel momento alcaldesa de Barcelona y hoy en la oposición; Fátima Hamed, aquel día una activista desconocida fuera de Ceuta y hoy de vuelta a la política local y alejada de Sumar; y Mónica García, la única que ha mejorado su posición, de portavoz en la Asamblea de Madrid a ministra de Sanidad, gracias a la habilidad negociadora de Íñigo Errejón y a la debilidad manifiesta de ese variopinto conglomerado que pretendía representar la diversidad de este país y ha acabado dando vueltas a la M30.

Sumar obtuvo un mal resultado en las elecciones generales, aunque como toda piedra hace pared, sus escaños sirvieron para que Pedro Sánchez pudiera seguir al frente del Gobierno. Las gallegas, donde Yolanda Díaz no obtuvo representación en su tierra, fueron un fracaso y las vascas, con tan solo un diputado, apenas un tablón al que agarrarse para boquear. Sumar no tiene una dirección, sino una comunidad de vecinos. No forma una coalición, sino que es un ‘happening’ con barra libre. El asiento en los territorios lo tienen las diferentes siglas que en cada uno de ellos pululan y que entran y salen, según sople el viento. Los logros en política social que desde la vicepresidencia se consiguen acaban apuntándoselos en La Moncloa. Incapaz de ordenarse un año después de su presentación en sociedad y yendo de prórroga en prórroga, Sumar es, hoy por hoy, sólo Yolanda Díaz, una vicepresidenta sin más capacidad de maniobra que la que Sánchez quiera otorgarle.

Da la sensación de que acertaron quienes desde el principio señalaron que tras el encumbramiento de Díaz estaba la mano de Pedro Sánchez. Ocurre que al líder del PSOE le salió bien una parte: la liquidación de Podemos, mucho menos manejable que Sumar. Y mal otra: Sumar no le aporta a estas alturas nada, fragmenta el voto de la izquierda y no frena el de los nacionalismos. Y Díaz ha pasado de actriz revelación a secundaria, con riesgo de quedar en personaje de reparto. En los Goya y en los Óscar hay premios para eso. Pero suelen acabar en el olvido.