Opinión | POLÍTICA
Ábalos, el socialista aturdido
El esprint del político valenciano estos últimos 10 años lo condujo a contratar a colaboradores que, sin duda, le solucionaban los problemas del día a día. ¡Qué peligro! No es el primero que comete tal error
Las estructuras de los partidos en las sociedades occidentales democráticas son maquinarías donde avanzar y mantenerse es posible, pero retroceder se presenta como una acción repleta de dificultades. El caso de José Luis Ábalos es un claro ejemplo. Las formaciones políticas están preparadas para que sus militantes mejoren, pero no para ser despellejados.
La carrera de Ábalos en el PSOE es la típica. Un militante hecho a sí mismo, que fue creciendo muy poco a poco desde la base más plana, y que, aprovechando las oportunidades de los cambios dentro del partido, se situó en espacios de mayor responsabilidad.
Tras la muerte de Franco se afilió al PCE, pero muy rápidamente, pasó a las filas del PSOE en Valencia. Estudiaba magisterio y eso es lo que necesitaban los socialistas: titulados universitarios, profesionales en general, que ampliaran sus listados de militantes para prepararse ante lo que debía llegar. Me refiero a gobernar. Era otra época. Lo explicó de forma muy certera Eduardo Mendoza en su libro 'Mauricio y las elecciones primarias' (Seix Barral, 2006).
Aquel joven fue creciendo, primero en instituciones locales, después autonómicas, hasta que un cambio de dirección y una crisis del partido propició que José Luis Ábalos llegara a ser ministro. Antes había sido hombre de confianza del Pedro Sánchez que se paseó por todo España en coche creando partido y subiendo la moral del socialismo obrero y español.
Una carrera política rápida siempre tiene algunos cimientos débiles. El esprint del político valenciano estos últimos 10 años lo condujo a contratar a colaboradores que, sin duda, le solucionaban los problemas del día a día. ¡Qué peligro! No es el primero que comete tal error.
Se trata de aprovechados que, en otras situaciones de sus vidas laborales, solo escalarían gracias a la técnica del peloteo continuo, el peloteo solucionador de problemas ante los que un ministro considera ya no debe rebajarse.
Y ahí tenemos al hombre de seguridad, o portero de discoteca, que suena peor, erigido en asesor de uno de los ministerios con mayor presupuesto y miembro en consejos de administración de empresas públicas sin experiencia profesional en el sector.
Los partidos ayudan a sus militantes a ir ascendiendo en cargos públicos. Lo hacen todos. Pero esa misma facilidad en el ascenso por pertenecer a una familia política obliga a desaparecer si el protagonista se convierte en una rémora para la formación. Puede ser injusto, pero es lo que hay.
José Luis Ábalos no está siendo investigado, no aparece en los papeles de Koldo García, puede no estar en la trama de las mascarillas y probablemente no habrá cobrado ni una de las comisiones que su colaborador sí aceptó. Pero fue él quien lo contrató. Fue él quien hizo un trabajo de recursos humanos erróneo. Su negativa a marcharse y pasar al Grupo Mixto, sin entrar en considerar el beneficio del aforado, genera un daño demoledor al partido que él contribuyó a aupar. La política no siempre es justa. Y en el Grupo Mixto hace frío.
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