Opinión | INTERNACIONAL
Biden y su helado
Recuerdo que cuando empezó la guerra de Ucrania, mi madre me dijo que ella pensaba que no volvería a vivir una guerra en Europa y ahora, pasados tantos meses desde el inicio del conflicto, no dice nada
Si se pudieran elegir los sueños nadie querría sumergirse en pesadillas que tuvieran que ver con guerras o genocidios como los que estamos viviendo y ante los que cada día parecemos más anestesiados. Recuerdo que cuando empezó la guerra de Ucrania, invasión más bien, mi madre me dijo que ella pensaba que no volvería a vivir una guerra en Europa y sin embargo ahora, pasados tantos meses desde el inicio del conflicto, no dice nada y no lo hace porque hemos convertido en cotidiano los ataques contra la población y el horror de la guerra lo hemos añadido a nuestra dieta diaria.
Lo mismo pasa con Gaza, donde parece que el acuerdo está más cerca después de ver cómo el terror y el miedo lo inundaban todo y ahora parece que habrá una tregua de 40 días para canjear rehenes por presos y reparar hospitales y escuelas que quizá vuelvan a ser destruidas ante la perplejidad del mundo que asistirá con un "no puede ser" a la activación de un conflicto que jamás se ha desactivado y donde el mayor de los sufrimientos se lo llevan los niños y niñas de la franja que carecen de futuro y viven en un presente sórdido donde a nada tienen derecho, solo al polvo y al ruido de la metralla.
Y en medio de todo un presidente saborea un helado mientras anuncia esa inminente tregua y es esa la imagen que queda porque destrona la compasión, tan destronada como nació, y poco importa que Biden anduviera visitando una heladería y fuera en ese contexto en el que tuviera que responder a los periodistas que hasta allí habían sido convocados, porque en política, debiera saberlo el señor Biden, los gestos dicen casi siempre más que las palabras y con su gesto, de dulce placer estival, hablaba del horror y del sufrimiento y de la esperanza ante una tregua que no es más que un evangelio encriptado sin buena nueva en su corazón.
Luego el informativo se centró en Ábalos y en su comparecencia señalando que no dejaba su acta de diputado y que entraba a formar parte del Grupo Mixto. Dijo muchas cosas con un gesto adusto y lleno de rencor y pensé que tuviera o no razón eso poco importaba, porque del mismo modo que Biden no debió hablar del dolor de Gaza saboreando un helado, él tampoco debió culpar a los otros de lo que, si sus manos no tocaron, sus ojos sí debieron ver. La política no es abreviada, no debiera serlo, y por eso Ábalos es responsable ética y moralmente de lo que hizo su mano derecha y cobijarse en el Mixto se convertirá en una estrategia dolorosa y llena de puentes rotos que en nada va a beneficiar a nuestra ya de por sí devaluada clase política. Pensar en uno es necesario, no honorable.
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