Opinión | ANÁLISIS

Una sociedad en terapia

La mitad de los jóvenes de entre 20 y 30 años dice recibir tratamiento psicológico

Una sociedad en terapia

Una sociedad en terapia

Hace unas cuantas décadas, la coincidencia de una serie de factores me llevó directamente al colapso mental. Una crisis sentimental, unida a unos años de severo estrés laboral, a la que se añadían unos muy molestos síntomas físicos sin diagnóstico reconocible hicieron que mis padres tomaran cartas en el asunto al quedarme totalmente incapacitado para decidir por mí mismo. Me llevaron a la consulta privada en la calle Corrida del muy prestigioso doctor Kocina, que estaba precedido de un extraordinario prestigio al haber curado enfermedades psicosomáticas a mi propia madre y a numerosos conocidos. Se calcula que por su consulta llegaron a pasar 120.000 pacientes y era autor de obras con títulos tan significativos como "Sufrimiento sin enfermedad".

Siempre me pareció muy exótico el apellido Kocina, tal vez por eso nunca se me haya ido de la cabeza. Al parecer, abunda en Estados Unidos, entre colonias principalmente de emigrantes letones. Lo que ignoro es cómo fue a parar a Asturias y a dar lugar a la renombrada saga médica a la que da nombre. A lo que iba, el doctor Kocina, con un gran don de gentes que ofrecía inmediata confianza, me recibió y me interrogó sobre todos los aspectos de mi vida. Al cabo de un buen rato, dictaminó que la crisis sentimental era la causa de mis males y me diagnosticó "una enfermedad del alma". Me recetó unas pastillas y cuando le pregunté cuántas podía tomar, me dijo que las que quisiera. "Son como caramelos".

Al final, resultó que la cosa tenía más que ver con el cuerpo que con el alma, pero esa es otra historia. Me puse a pensar sobre esto cuando el sábado por la noche le otorgaban el Goya a la mejor interpretación masculina a David Verdaguer, por su encarnación de Eugenio en "Saben aquell". Acababa de leer una entrevista con el joven actor catalán, en la que le preguntaban por la aceptación de las enfermedades mentales en la sociedad. Me llamó mucho la atención su respuesta. "Afortunadamente, hoy en día todo el mundo sabe lo que es la salud mental, se habla mucho al respecto –respondía con seguridad–. Hay ayuntamientos que ayudan con los psicólogos públicos, yo voy a terapia, recomiendo a todo el mundo que vaya… Nos tenemos que trabajar hacia dentro y hacia fuera, sobre todo nos tenemos que trabajar mucho desde dentro. Es muy guay que se hable de esto y estamos dando pasos muy avanzados".

Difícil explicar mejor la naturalidad con la que hoy tratamos las enfermedades mentales. Oyendo a Verdaguer se entiende que gran parte de nuestros hijos y más de la mitad de sus amigos estén yendo a terapia. Que la terapia sea un tema habitual de conversación cuando se reúnen los fines de semana. Que estrellas del baloncesto, como Ricky Rubio, hablen de "crisis mental"; o del fútbol, como Víctor Camarasa, se tomen un descanso por un "problema de salud mental"; o incluso de la política, como Lily Verstrynge, a la que sus compañeras de Podemos aplaudieran que dejara la política, porque lo primero es la salud.

Los problemas mentales se han convertido en algo totalmente natural en nuestra vida social, Antes, el raro era Woody Allen porque no podía vivir sin su terapeuta. Ahora el raro es el que no va. Las últimas estadísticas hablan de un aumento el último año de casi el cuarenta por ciento del número de españoles que acuden al psicólogo. En el caso de los jóvenes entre 15 y 25 años, se estima que uno de cada dos está o ha estado en tratamiento psicológico, en su gran mayoría por "ansiedad o trastornos de la personalidad".

Bien está que se visibilicen las enfermedades mentales, que no supongan un estigma para quien las padece, que se proporcionen todos los medios que su gravedad requiere. Pero tampoco podemos caer en convertir cualquier trastorno en enfermedad mental, porque estaríamos frivolizando el problema. Da la impresión de que se está produciendo un efecto imitación. No hay protagonista de serie o película juvenil, ni ídolo adolescente que no acuda al terapeuta, como si eso garantizara la felicidad suprema.

No es de extrañar que el joven actor David Verdaguer sostenga que es muy guay ir a terapia y que deberíamos ir todos. Si convertimos todo en un problema de salud mental, nada lo será. Hemos pasado de que fuera un estigma a que ahora el estigma sea lo contrario, no tratarse. Una preocupación, un contratiempo, una situación de estrés, un rasgo del carácter, un rasgo físico pueden llegar a ser problemas mórbidos, pero no lo son en la mayoría de los casos. No todo es un problema mental. La dificultad forma parte de la normalidad de la vida. No todos los sufrimientos, como decía el doctor Kocina, son una enfermedad.