Opinión | ANÁLISIS

Insultado por los pelos

Numerosos estudios en los últimos años demuestran que la calvicie masculina se observa como un símbolo de "fuerza y madurez". Incluso, a los hombres calvos se los percibe más altos de lo que son

El portavoz parlamentario del PP, Miguel Tellado

El portavoz parlamentario del PP, Miguel Tellado / J.P. GANDUL.

Hace unos días, Maria Jesús Montero decidió referirse al portavoz del PP en el Congreso describiendo algunos rasgos de su aspecto: "Este hombre que habéis mandado para Madrid, el de las gafas. Bueno, los dos tienen gafas, —puntualizó para no confundirlo con Feijoo— el que tiene menos pelo, Miguel Tellado". No es que la vicepresidenta primera del Gobierno no recordara el nombre o cargo de la persona a la cual iba a citar; simplemente quiso hacerse la "graciosa" en un mitin en A Coruña.

Lógicamente, sus palabras fueron muy criticadas (mayoritariamente por personas afines a los populares o detractores de los socialistas en general), pero también justificadas (por votantes y seguidores del PSOE y contrarios a la derecha en general). El argumento para que algunos se mostraran tan tolerantes en esta ocasión ante el comentario de una representante institucional es que esta simplemente había expresado una realidad: Tellado es calvo y utiliza lentes. Por supuesto, el tono de sorna empleado por la dirigente socialista para describir tal certeza -aunque después asegurara que su intención no era "humillar"- parecía no tener mayor importancia en el análisis.

Como no, a Miguel Tellado le faltó tiempo para aprovechar el error de Montero y le respondió veloz durante un acto rodeado de dirigentes y miltantes de su partido. "Para desacreditar a alguien no hay que referirse a su físico, muchas personas sienten problemas hacia su propio aspecto personal y reírse de eso causa un daño enorme al conjunto de la sociedad", se lamentaba el popular. Pero este ejercicio de reflexión sobre la imagen personal y el respeto político se lo podrían haber aplicado cuando Rafael Hernando llamó a Pablo Iglesias "el coletas".

Sin embargo, protegido por los suyos y sin nadie que pudiera replicarle, Tellado prosiguió con su cavilación en el papel de víctima: "¿Qué pasaría si se me ocurriera describir a una diputada del PSOE por su aspecto físico? Por su peinado, su vestimenta...". Pues no sé, Tellado... ¿Te refieres a lo qué pasó cuando este verano la fundación Faes de Aznar describió a Yolanda Díaz como "un figurín neocomunista confeccionado a toda prisa con retales de Dior y mediocre literatura de autoayuda"? ¿O prefieres que hablemos de cuando en 2010 el entonces alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, dijo "cada vez que veo los morritos de Leire Pajín pienso lo mismo"? ¿Sigo? No es sobre el aspecto de Sánchez, pero las risitas que aún se generan y celebran en el PP con el "me gusta la fruta" de Ayuso para suavizar un "hijo de puta" dedicado al presidente del gobierno también obligarían a una introspección dentro del partido antes de salir a aleccionar a nadie.

Aún así, si Tellado se sintió ofendido por la broma sin gracia de María Jesús Montero, puedo asegurarle que ninguno de los elementos físicos con los que la vicepresidenta buscó torpemente ridiculizarle deberían mermar su autoestima ni la de nadie. Dentro de la cultura indumentaria, las lentes se asocian a un uso intelectual y diplomático. Respeto a la cuestión de la alopecia, ciertamente en algunas etapas de la historia la ausencia de pelo ha resultado dramática para el hombre (por desgracia, para las mujeres la extendida pero invisibilizada calvicie femenina sigue suponiendo un tabú). Mientras que la imagen del hombre calvo asociada al poder y el prestigio social se remonta al antiguo Egipto cuando la cabeza rapada (libre de piojos) era símbolo de distinción; en Roma, a los esclavos se les rapaba la cabeza (así perdían la fuerza como Sansón) y eso condujo a que se interpretara como una señal de sumisión.

Aunque el complejo de alopecia lleve todavía a muchos varones con representación pública a someterse a un injerto de pelo (Jaume Asens, Albert Rivera, José Bono...), recurrir a un bisoñé o hacer malabarismos con los cuatro pelos que les quedan (ejemplo por excelencia el de Iñaki Anasagasti); numerosos estudios en los últimos años demuestran que la calvicie masculina se observa como un símbolo de "fuerza y madurez". Incluso, a los hombres calvos se los percibe más altos de lo que son. Pero no es que la cabeza rapada de Yannis Varoufakis se antojara atractiva de repente por inconformista y radical; es que por fin empezamos a entender (aunque a algunos rezagados aún les cueste) que esa persona que acepta y asume su alopecia (o cualquier otra cualidad o característica de su cuerpo) dispone de una gran autoestima y confianza en sí misma.