Opinión | PERIODISMO

Siempre nos quedará Ricard Cabot

Maravilloso colega, cariñoso amigo, buena persona, tipo de una pieza, líder sin esfuerzo, maestro atento de los que ahora toman el relevo

Se jubila el periodista Ricard Cabot.

Se jubila el periodista Ricard Cabot. / B. ARZAYUS

Si yo fuera Rafa Nadal, aprovecharía que Ricard Cabot tiene ahora todo el tiempo del mundo y me lo llevaría conmigo a París para asegurarme de rematar con gloria una carrera estratosférica. La persona talismán del tenista de Manacor, el periodista que mejor le conoce porque le ha seguido en sus más excelsos momentos en la capital francesa y siempre le ha dado suerte, cuelga hoy las botas y con todas las lágrimas que estamos llorando se podría regar el césped del Camp Nou de sus desvelos. Esta prejubilación es una hecatombe. No sé si es un punto de partido, un gol en propia puerta o un churrazo a doscientos por hora en un circuito de motos porque lo ignoro todo sobre Deportes, la sección que él ha dirigido con amor, humor y maestría los últimos seis lustros en el Diario de Mallorca, después de bregarse como redactor. Se dicen pronto 35 años en total. Para mí, y creo que hablo por muchos, supone una catástrofe personal, laboral, mundial e incluso ecológica mirar a su rincón para hacer un chiste malo sobre el clásico, sobre Miguel Bosé o sobre el Procés y encontrarme una silla vacía en lugar de su carcajada feroz. Ojalá nos hubieran sumado aunque sea unos minutos más a su lado como tiempo de descuento.

Queremos tanto a Ricard. Maravilloso colega, cariñoso amigo, buena persona, tipo de una pieza, líder sin esfuerzo, maestro atento de los que ahora toman el relevo. Más majo que las pesetas, que decimos los que venimos de conocerle desde el siglo pasado. Culto y leído como pocos periodistas, con un sentido del humor a prueba de bombas, humilde en su saber enciclopédico sobre cualquier disciplina deportiva, educado, detallista y leal a la cabecera, es el veterano más en forma de la redacción. Se le puede preguntar sobre cualquier estreno de cine, sobre la entrevista del momento o la última barbaridad del tertuliano de turno de la radio a la que es adicto; todo le interesa, nada le es ajeno. Con una capacidad de trabajo envidiable, nos dio una sorpresa con sus reportajes cargados de humanidad durante la pandemia, cuando hicimos el periódico desde la cocina de casa sin saber qué pasaría al día siguiente, acostumbrados como estamos a leer el obituario de la prensa escrita. Pasó que sobrevivimos y sumamos días al Diario en equipo. Dice que va a viajar, a ver películas, a leer, a disfrutar de la familia y de la Colònia. Seguro que será feliz, tanto como ahora, tiene ese don. Podrá sufrir la famosa depre del domingo, después de trabajarlos todos durante más de tres décadas; nosotros estamos tristes desde que puso fecha a su último punto final. No sé si esto es un fuera de juego, un ko o una pájara, Richi, compañero. Pero como dice tu querido Boss, no hay retirada ni rendición.