Opinión | MUNDO DIGITAL
¿Para qué seguir?
Ha llegado el momento de preguntarse para qué sirve este trabajo, y este gasto, y este esfuerzo solitario y oneroso
En febrero de 2021 cambié de trabajo y en marzo publiqué mi primera columna sobre el mundo digital en el Diario Córdoba, gracias a la generosidad de su director, Rafael Romero. He colaborado de manera desinteresada con la prensa escrita en muchos períodos de mi vida, a través de artículos de investigación y columnas de opinión. En todos los casos, mi planteamiento ha querido ser riguroso: primero, se trata de aportar valor al medio que te acoge; pero también defiendo el periodismo que se enfoca como servicio público, proporcionando a los lectores información objetiva y relevante, datos no conocidos y contexto para entender lo que está pasando.
Mis columnas sobre el mundo digital aparecen desde hace tiempo en La Opinión de Málaga -gracias, Ramón Mendaza- y en Información de Alicante -gracias, Tomás Mayoral-. A veces las he visto en algún otro medio de Prensa Ibérica. Y desde el 1 de mayo de 2023 cada semana se publican también en El Periódico de España. No puedo quejarme. Cada columna tiene su trabajo: seguir los temas de interés, buscar información adecuada, dar con el enfoque que más puede atraer a los lectores. No se trata de levantarse una mañana y perpetrar lo primero que se le viene a uno a la cabeza contra alguien, contra algo. Un buen trabajo, preciso y objetivo, requiere suscripciones a medios internacionales, seguimiento de las webs de muchas organizaciones especializadas y dedicar tiempo a seguir a buenas fuentes en redes sociales (LinkedIn y X, sobre todo). Se llama profesionalidad, amor por el trabajo bien hecho.
Las columnas tienen buena acogida en las redes, algunas llaman la atención. Pero ha llegado el momento de preguntarse para qué sirve este trabajo, y este gasto, y este esfuerzo solitario y oneroso. ¿A quién le importa? En una ciénaga de colaboraciones partidistas, vacías e irrelevantes, que en nada contribuyen a la mejora de la sociedad, al bien común, al mejor entendimiento del acelerado y complejo mundo contemporáneo, ¿tiene sentido mantener esta anticuada costumbre de leer, aprender y escribir para tratar de hacer de un periódico un lugar de encuentro, un espacio para la reflexión y la construcción de algo parecido a un sentimiento de comunidad?
La respuesta que me he dado a mí mismo es negativa. Y sin esa imprescindible motivación, carece de sentido seguir. En esta España de quijotes y lazarillos, lo mejor es apartarse. Porque continuar sólo tiene un final, ya conocido: que le tomen a uno por loco, o por tonto.
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