Opinión | EL LÁPIZ DE LA LUNA

Mal vamos

La maravillosa y duplicada burocracia que no hace más que asesinar la creatividad del docente

"Las agresiones a profesores crecen un 11% y suman 157, sobre todo en la ESO"

"Las agresiones a profesores crecen un 11% y suman 157, sobre todo en la ESO" / EP

Uno de mis placeres favoritos el fin de semana es desayunar despacio en alguna terraza, regodeándome en cada sabor, en cada sonido mientras leo el periódico. De lunes a viernes suelo salir corriendo, pillar un café por el camino e ir directa al trabajo. Cada vez me gusta menos la prisa, por eso agradezco la tregua que nos da el fin de semana para sentirnos. Sin embargo, sucede que en ocasiones -últimamente, con la que está cayendo en el mundo esas ocasiones suelen darse con demasiada frecuencia- me encuentro con una noticia que me amarga el café, por más endulzado que esté con la leche condensada. Este sábado fue el siguiente titular: "Las agresiones a profesores crecen un 11% y suman 157, sobre todo en la ESO" esta noticia no es a nivel nacional, sino autonómico.

Leí todo el reportaje y no me sorprendió saber que las agresiones se dan principalmente en primero y segundo de la ESO, mientras que en Primaria se produjeron el año pasado treinta y seis denuncias y en Infantil, siete; todas ellas vinculadas a la actitud de los padres frente a los docentes. Además, se documentaron sesenta y nueve amenazas y cincuenta y siete faltas de respeto. No sé lo que piensan ustedes, pero se nos está yendo un poco de las manos. Recordé cuando en mi época escolar llegaba a casa y mi madre me preguntaba cómo me había ido el día. Como tuviese la inocente ocurrencia de decirle que la profesora me había penado, su respuesta era clara: "Algo habrás hecho, esta tarde no sales". Por aquel entonces aún se respetaba la figura del profesor. Esta profesión siempre ha estado criticada por la cantidad de vacaciones que tienen los maestros, por el horario, los puentes y un largo y cansino blablablá. Nadie habla de lo desprotegidos que están ante situaciones como las que describía el reportaje que menciono en este artículo.

No se comenta la cantidad de horas que hay que dedicarle fuera del horario laboral a las correcciones de exámenes, de libretas o de proyectos. ¿O acaso creen que eso se puede hacer durante la jornada laboral? Ya les digo yo que no. Luego está la burocracia. La maravillosa y duplicada burocracia que no hace más que asesinar la creatividad del docente y las ganas de innovar. "Es que siguen dando las clases como antaño", pues esa queja deberían trasladarla a la Consejería, no al buen hacer del docente que tiene que lidiar con clases de ratios inhumanos, con perfiles totalmente diferentes, alumnado con atención a la diversidad y escasos recursos, pero que aun así se desviven por cada uno de los niños e intenta sacarlos adelante sabiendo que nada a contracorriente.

Mucho daño hizo aquella serie de los noventa "Querido maestro", cuyo protagonista, Imanol Arias, era un amable profesor que iba al colegio en bicicleta, en la que todos sus alumnos aprendían al mismo ritmo y contaba con la admiración y el respeto de las familias. Si los padres no confían en la persona con quien sus hijos pasan más de veinticinco horas a la semana, mal vamos. Si los niños o los adolescentes no respetan a la persona que les está ayudando a forjarse un futuro profesional y personal, mal vamos. Si las administraciones no cuidan a los profesionales que eligen, la mayoría de las veces por vocación, esta profesión, mal vamos. En los últimos años el número de bajas por estrés, ansiedad o depresión entre profesionales de la educación ha aumentado considerablemente y no porque sean unos vagos, como he escuchado decir, sino porque es muy duro enfrentarte ante determinadas situaciones y sentirte solo. Cada vez escucho a más jóvenes salir de la carrera de Magisterio, tener sus primeras experiencias laborales y decidir que no quieren dedicarse a la educación. ¿Todos se equivocaron de carrera? No lo creo. Quizá debamos hacer un poquito de introspección, y no solo el profesorado, que es a quienes único se les exige esa autocrítica.