Opinión | LA RÚBRICA

‘Homo tensus’

Las empresas prefieren contratar a personas hiperventiladas que a trabajadores ponderados

‘Homo tensus’

‘Homo tensus’

La sociedad nos obliga a vivir con tensión. Pero si la presión se convierte en nuestra vida, nos deshumanizamos. El problema es que transformamos un mecanismo de ajuste en una conducta habitual. Somos adictos a la tirantez, y la distensión parece más un defecto que una virtud. Las empresas prefieren contratar a personas hiperventiladas que a trabajadores ponderados. La mesura cotiza a la baja y la calentura vale más de lo que cuesta. Una persona hiperactiva rebosa iniciativa y a otra, sosegada, se le desprecia por pusilánime. Preferimos un hipertenso triunfador, de corto recorrido, a un ababol imperecedero de la naturaleza. Soñamos con experiencias sensuales de placer relajante, pero somos incapaces de suavizar nuestro camino para que no necesitemos una desconexión vital.

Nos adaptamos a las variaciones de la presión atmosférica, pero no sabemos convivir con nuestros semejantes sin soportar milibares de profundidad oceánica. Confundimos la tensión con la actividad y padecemos el estrés de no disfrutar descansando. Si las señales de alerta se convierten en cotidianas, no diferenciaremos el riesgo real de un peligro, de un protocolario saludo en el ascensor. Luego, salimos a la calle y batallamos con los semáforos, ya sea a lomos de nuestro vehículo o deslomados como atletas del asfalto cruzando la calzada a ritmo de récord. En el trabajo nos piden rapidez, en el colegio agilidad, en el deporte intensidad y los recibos nos exigen puntualidad.

Caminamos por la calle y vemos cómo los bancos que nos asientan pasan a toda velocidad, porque nos precipitamos a cámara lenta contra todo lo que se cruza en nuestro camino. En cambio, los bancos del interés económico absorben con sus cobros, a la velocidad de la luz, lo que ganamos a ritmo de tortuga. Resulta curioso que la publicidad de una de estas entidades financieras presuma de tratar a las empresas como personas. Seré un ingenuo, pero siempre he querido que los que guardan mi tesoro me traten como a una empresa. Será que conocen el contenido del cofre. En fin, a lo que iba, que nos sobra tensión hasta la extenuación. Dormimos mal porque estamos cansados de tanta ebullición.

Nuestro cuerpo se acelera como un bólido en segundos, pero la cama no es un remanso de paz sino una centrifugadora del día transcurrido. Nos despertamos convulsionados, tras yacer, como una atracción ferial que nos lleva de lado a lado del colchón, levantándonos desorientados en el mismo sitio.

Con tanto ajetreo, nuestra especie ha mutado en 'homo tensus'. Nos sentimos tensos porque fuera hay demasiados interesados en alterar nuestra impaciencia. Los tensadores son especialistas en tocar los tensones . Esos peculiares órganos psicológicos que unen los huesos de nuestra personalidad con los músculos de nuestra actividad. La distancia, la relatividad y el humor, son unas herramientas magníficas que ayudan ante el exceso de rigidez que nos quieren imponer. Gracias a ellas cambiaremos, con el interruptor del ánimo, la clavija de tensión a tensioff.

La actualidad sigue tensa de poder y llena de crueldad. Ni el terrorismo, ni el matonismo de estado que asedia y masacra a la población civil, caben en democracia. Este otoño se vislumbra una "primavera" solidaria de personas, árabes y occidentales, defendiendo juntos la legitimidad del pueblo palestino para vivir, libre y en paz, en su propio estado. La ONU y la Corte Penal del Tribunal de Derechos Humanos tienen trabajo. La pacificación de Gaza es necesaria, pero insuficiente, para ir avanzando. Como decía Luther King: "la verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión, es la presencia de justicia".

Los vividores de la mala baba aprovechan el torbellino de bilis para inocular su veneno. Es su terreno y quieren inundar el nuestro. Eluden su frustración atizando la atmósfera con más tirantez. ¿Tirante vendrá de tirano? Los tres tensores de las derechas, Abascal, Ayuso y Feijóo, siguen azuzando el fuego de los exabruptos. El gallego del PP advierte de lo que desearía, una "balcanización" de nuestro país. Quiere reanimar la fracasada política de confrontación que impulsó Rajoy en Cataluña y que tanto ayudó al independentismo.

Por su parte, el líder de los ultras quiere aba(tiros) a todos los que considere desalmados. Esgrimen mucho catolicismo barato pero no les importa pecar, matando a golpes, contra el quinto mandamiento. Suena al estertor de un voxeador sonado. Será que la presión que infunden con sus barbaridades se mide en hectoabascales.