Opinión | INTERNACIONAL

56 años de oprobio

La enemistad palestino-israelí, tanto tiempo recalentada por la ira, no tiene solución… salvo la de la separación física y política en dos estados

Imagen de archivo de la guerra en Gaza

Imagen de archivo de la guerra en Gaza / Europa Press/Contacto/Ahmed Tawfeq

Como es bien conocido, el pasado martes, en la apertura de una tensa sesión del Consejo de Seguridad, el secretario general, el portugués Guterres, irritó a los israelíes al afirmar que si bien no había excusa para la "espantosa" violencia de los militantes de Hamás el 7 de octubre, tampoco era procedente el "castigo colectivo" posterior a los palestinos. Más adelante, Guterres afirmó que los palestinos han estado "sometidos a 56 años de ocupación asfixiante", por lo que "es importante reconocer también que los ataques de Hamás no se produjeron en el vacío". El arrogante –e inepto- Netayahu montó en cólera, pidió la dimisión de Guterres y amenazó con no conceder más visados a los funcionarios de Naciones Unidas, organización que -olvida el premier israelí- fue la que acordó la creación del Estado de Israel.

En efecto, aquella nueva entidad política, una compensación moral al pueblo judío por el Holocausto, se construyó a costa de expulsar de su tierra a más de 700.000 palestinos en la Nakba, la catástrofe, en medio de una guerra en que varias naciones árabes intentaron sin éxito revocar la irrupción israelí. Desde entonces, Israel y el mundo árabe se han mantenido enfrentados por razones territoriales y culturales. Israel se ha convertido en la gran potencia regional, con dotación nuclear incluso, y el pueblo palestino, que no ha cesado en su exigencia de reconocimiento, ha pagado muy cara su hostilidad hacia Israel: 56 años de "ocupación asfixiante", de maltrato, de hambre y privaciones, de irrelevancia, de postergación política, social y económica. De oprobio en una palabra.

La enemistad palestino-israelí, tanto tiempo recalentada por la ira, no tiene solución… salvo la de la separación física y política en dos estados. Pero Israel se muestra remiso a aceptarla. Lo que condena a los palestinos a seguir sufriendo. Y si las cosas son de este modo, ¿no es lógico que se exasperen cada cierto tiempo?

En el mundo en que vivimos, el antisionismo es residual, y en modo alguno instiga un hostigamiento sistémico de Israel y del pueblo judío. Quienes criticamos esa forma inhumana de ocupación del territorio palestino por Israel no lo hacemos por lo que son los judíos sino por lo que hacen. Y porque la democracia israelí dejará de serlo si continúa recurriendo a las matanzas masivas como táctica de guerra, si deteriora su propio régimen con el pretexto de la amenaza palestina (el control ejecutivo del Poder Judicial es inaceptable) y si rechaza con la inflexibilidad de siempre la fórmula de dos estados que la comunidad internacional propone desde hace tiempo.

Quienes criticamos esa forma inhumana de ocupación del territorio palestino por Israel no lo hacemos por lo que son los judíos sino por lo que hacen

Si las cosas siguen como están y el oportunista, belicoso y corrupto Netanyahu continúa exterminando adversarios a chorro para calmar la lógica indignación de sus compatriotas, sorprendidos por el previsible ataque de Hamás del día 7, la comunidad internacional, hoy demasiado tibia –Sánchez ha sido uno de los pocos jefes de Gobierno que han salido en defensa inequívoca del secretario general de la ONU-, perderá la paciencia no con Guterres, sino con el régimen de Israel. Quienes con tanto ardor reivindican el legítimo e indiscutible derecho a existir y a defenderse de las agresiones han de pensar que estos planteamientos siempre requieren la debida reciprocidad.