Opinión

Las mujeres también matan

Su existencia nos hace reconocer que hay malas mujeres, sin que quepan coartadas ni disculpas

Una foto de archivo de Rosa Peral con el uniforme de la Guardia Urbana de Barcelona

Una foto de archivo de Rosa Peral con el uniforme de la Guardia Urbana de Barcelona / EL PERIÓDICO | sport

Arturo Pérez-Reverte, periodista y escritor, a quien admiro desde hace años, se ha metido hace poco en otro charco al asegurar en una entrevista que la mujer es más compleja que el hombre. "Por razones de tipo biológico, genético, evolutivo y social. El hombre la ha obligado a tener un papel marginal y en esa marginación la mujer necesita desarrollar un montón de habilidades para sobrevivir a los hijos de puta de los hombres", dijo, para ser exactos. Leyendo sus palabras se me vino a la cabeza Rosa Peral y el peligro de meterla en ese ‘saco’. 

Hace poco que la he descubierto a través de su ‘personaje’ en la serie ‘El cuerpo en llamas’ de Netflix. El caso real me pilló ya viviendo fuera de España, así que la conocí por la ficción, que recrea el asesinato de su pareja, el guardia urbano Pedro Rodríguez, a manos de ella y su amante, Albert López, allá por 2017. 

Siempre me ha intrigado conocer lo que se esconde detrás de las ‘mentes criminales’. Buscar la explicación, que no la justificación, que lleva a un ser humano a convertirse en monstruo, sin billete de vuelta. Me da algo de paz el hecho de que, en muchos casos, fueron víctimas, antes que verdugos y eso, a veces, facilita un rayo de empatía para con ellos. 

Tal vez por esa razón, se me ha quedado ‘atragantada’ la historia de este macabro triángulo amoroso, que acabó con Rodríguez calcinado en el maletero de un coche en el pantano de Foix, como también me pasó cuando leí por primera vez ‘A sangre fría’, de Truman Capote. Porque es la falta de ‘motivos’ aparentes para arrebatarle la vida a una persona, lo más difícil de asimilar y creer.

Confieso que se me hace ‘bola’ al tratar de tragar y digerir el hecho de que la maldad, cruda y dura, sin aditivos ni atenuantes convive entre nosotros. Así como el hecho de que no hace distinciones de raza, clase, edad ni género, aunque esto último lo maticen las estadísticas. 

Los hombres matan más que las mujeres, sobre todo cuando hablamos de muertes violentas. El año de los hechos, 2017, hay registrados en nuestro país 307 homicidios intencionados y de ellos, más de la mitad, 194, tenían autores masculinos. Es una tendencia que se repite desde que hay cifras oficiales. Aunque claro está, ellas también matan. 

Existen y, lamentablemente, ha habido y habrá, más de una Rosa Peral, que, desafiando lo habitual, los patrones de conducta y las estadísticas, son asesinas a sangre fría, por mucho que sólo puedan demostrarlo las especulaciones y las pruebas circunstanciales. 

Buceando en la crónica negra de España, me he encontrado con historias dantescas y nombres propios que me costará olvidar: Ana Julia Quezada, Rosario Porto, María de los Ángeles Molina, Margarita Sánchez Gutiérrez, Pilar Prades, Francisca Ballesteros, Enriqueta Martí o María Jesús Moreno Cantó, conocida como ‘Maje’, la viuda negra de Patraix, cuyo caso recuerda bastante al de la señora Peral.

Tampoco ella parecía tener motivos económicos o pasionales aparentes para planear la muerte de su esposo y venía de una familia ‘normal’ sin registro de traumas o abusos. Y sin embargo, también se valió de lo que los psicólogos calificaron durante el juicio de "subterfugios, manipulación y la erotización de sus relaciones", para eliminar a su pareja, cuando le resultó "incómoda".

Ambas encajan en el prototipo de personalidades "histriónicas y narcisistas", que toleran mal las críticas, la falta de aprobación y el rechazo. Y, añaden los expertos, "que no están dispuestas a exponer su imagen y ser el centro de críticas". Que eso pueda ser el motivo por el que decidieron acabar con la vida de otros, con los que tenían relaciones de tipo sentimental, es lo que convierte sus historias en perfectos argumentos de ficción, con todos los ingredientes para ‘enganchar’ al respetable, empezando por la ‘femme fatale’

Todo los hechos probados de una sentencia firme, que la condenó a 25 años de cárcel, indican que Rosa Peral no era una víctima y que no encubrió la muerte de Pedro Rodríguez, ni suplantó su personalidad utilizando su móvil por miedo a Albert Lopez. 

Su existencia nos hace reconocer que hay malas mujeres, sin que quepan coartadas ni disculpas. Y creo que es importante denunciarlo y subrayarlo. Para que ninguna de ellas pueda utilizar su feminidad como disfraz o escudo; ni se pueda esconder ni amparar bajo el paraguas de la violencia de género como excusa, manchándolo de indignidad. 

* La autora es periodista.