Opinión | EL TRIÁNGULO

Todos los votos, todo el tiempo

Para que la legislatura tenga posibilidades, todos los votos de la investidura serán necesarios para todas las aprobaciones

Felipe VI recibe a Pedro Sánchez en la Zarzuela.

Felipe VI recibe a Pedro Sánchez en la Zarzuela.

Entre los posicionamientos ante la próxima investidura alertando sobre que no hay nada ganado y la propuesta de Sumar ya con ministrables como Mónica García y Ada Colau, hay un punto intermedio que protagoniza Iñigo Urkullu recordando que si complicada es la investidura, más impracticable es la legislatura.

Todos los implicados en la negociación, quizás a excepción de Bildu que está en continuo avance electoral, tienen más que perder en una posible repetición de elecciones que en llegar a un acuerdo. Si la política como el comportamiento humano en general se moviera sólo sobre el principio de racionalidad, estaríamos cerca de un nuevo gobierno. Los concernidos tienen pocos alicientes para arriesgarse a una vuelta a las urnas, aunque el resultado por bloques, como siempre, cambiaría más bien poco. Si la ahora llamada ley de olvido penal, amnistía la semana pasada, consigue estar cerrada en las próximas semanas.

Si ERC y Junts no se hacen la zancadilla entre ellos, si el PNV aguanta el tirón del sí a todo de Bildu, habrá nuevo gobierno. Pero aquí no está el quid de la cuestión sino en cómo este entramado que sólo deja fuera a la derecha centralista gobierna y legisla algo más que unos meses. Por eso, las negociaciones con Junts ya no tratan sobre ese primer momento que es la elección del presidente del Gobierno sino sobre la aprobación de un primer presupuesto. Aunque ahora tenemos todos la vista puesta en la amnistía, en los implicados en los sucesos de hace seis años, y en la solicitud ya rebajada sobre que se empiece a buscar una solución sobre el referéndum a la población catalana, la mirada debería ir más lejos. Para que la legislatura tenga posibilidades, todos los votos de la investidura serán necesarios todo el tiempo, para todas las aprobaciones, más si tenemos en cuenta que el Partido Popular tiene mayoría en el Senado.

Y esa consecución será posible si se trabaja en un proyecto colectivo que encuentre unos mínimos que todos pueden aceptar. No va solo de pactar el desacuerdo como en la legislatura pasada y que tantas negociaciones de última hora propició. Se trata de abandonar la bilateralidad entre el PSOE/Sumar y los nacionalismos periféricos, entrar en un escenario multilateral que además no haga sentirse excluidas al resto de las comunidades autónomas cerrando un círculo que sigue abierto desde la transición política. No se trata de parcelar España en un qué hay de lo mío, porque de eso ya sabemos históricamente, y no sólo de partidos nacionalistas, sin un resultado de imbricación territorial reseñable. Igual es el momento de intentar otra cosa con todos los votos, todo el tiempo.