Opinión | INVESTIDURA

El turno de Pedro Sánchez

El panorama político, absorbido por las demandas de los nacionalismos

Sánchez pide defender las democracias de la "ola extremista" que usa el miedo y la mentira

Sánchez pide defender las democracias de la "ola extremista" que usa el miedo y la mentira / EFE/EPA/MIGUEL RODRIGUEZ

Feijóo ha ganado las elecciones, pero el Congreso le ha denegado la oportunidad de gobernar. El PP no ha reunido los apoyos suficientes. A pesar de su derrota, el líder popular ha superado con nota el examen del debate de investidura. Desde las filas del partido se transmite satisfacción y la prensa coincide en señalar que Feijóo ha reafirmado su liderazgo en la derecha y en la sociedad española. No obstante, haya gobierno o elecciones, le esperan más pruebas.

En la política actual, un dirigente debe tener éxito en las urnas para asegurar su continuidad al frente de su partido. El tiempo de permanencia en la jefatura de los gobiernos tiende a acortarse y la oposición es un destino temporal. Cada vez es más improbable que un candidato sobreviva a un segundo fracaso electoral. Y Feijóo tiene el difícil reto de mejorar en las siguientes elecciones el buen resultado de las últimas y complacer a los millones de españoles que suspiran por defenestrar a Pedro Sánchez de Moncloa.

Consciente de que no iba a obtener la investidura, Feijóo aprovechó la ocasión para pergeñar la línea estratégica que seguirá el PP. La aspiración es gobernar en solitario y, en consecuencia, su primer objetivo consiste en ampliar el espacio electoral. La idea de refundar el partido del centro–derecha que expuso durante la campaña electoral está dirigida a atraer nuevos segmentos de electores.

El trato respetuoso pero distante con Vox, situar al PSOE en los límites de la constitucionalidad y afearle sus relaciones con Bildu y los independentistas, la ofensiva anunciada en tono desafiante al PNV y Junts, buscando la complicidad de un sector de sus votantes, y el énfasis puesto en la sintonía de su discurso con la mayoría moderada, reacia a hacer concesiones a los nacionalistas, deseosa de estabilidad política, tienen por única finalidad ensanchar la base electoral del PP. La dificultad del plan estriba en que quizá tenga que intentarlo desde la oposición y en la resistencia de un sector influyente del propio partido a reubicarse en una posición más centrista y desideologizada, empeño que ya en su día le trajeron a Rajoy fuertes tensiones internas y la ruptura de Vox.

Aventurar que el desenlace de las elecciones catalanas y vascas decidirá la suerte de la legislatura es un pronóstico muy prematuro

Ahora le corresponderá a Pedro Sánchez presentarse a la investidura. Debido a la negativa de los grupos nacionalistas a hablar con el Rey, acudirá a Zarzuela con menos votos a favor que Feijóo y sin saber con exactitud qué número de diputados votará en su contra. Pero será propuesto candidato. Nadie especula con la posibilidad de que no lo sea. Ciertamente, está en condiciones de lograr el respaldo de una mayoría del Congreso. Y la circunstancia le es propicia. Ni a su partido ni a los partidos nacionalistas les conviene provocar una repetición electoral en este momento.

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. / EFE

La última encuesta del CIS no favorece las expectativas del PSOE tanto como indica la estimación de voto y los partidos vascos y catalanes dan prioridad a sus elecciones autonómicas, que en vista del resultado de las generales se presentan más cargadas de incertidumbre que nunca. Antes que eso, el poder es el imán más potente en la política y el ejercicio del gobierno ofrece suculentos incentivos a quienes tienen la mínima oportunidad de formarlo, como ha demostrado Feijóo tratando a la desesperada de conseguir cuatro votos, reclamando incluso el voto de un diputado de Junts emitido por error.

El oráculo dice que Pedro Sánchez formará gobierno a la conclusión de unas negociaciones largas y complicadas, y que gobernará bajo la espada de Damocles que sujetarán los partidos nacionalistas. Aventurar que el desenlace de las elecciones catalanas y vascas decidirá la suerte de la legislatura es un pronóstico muy prematuro, pero no está de más integrarlo en el cálculo de probabilidades. Eso sí, aprobada la resolución del parlamento catalán suscrita por ERC y Junts, y emitido el comunicado conjunto del PSOE y el PSC, no habrá gobierno si una de las dos partes no corrige de alguna manera la posición adoptada. Todo esto, sin que se haya abierto aún la carpeta vasca.

En las próximas semanas se dilucidará la cuestión. Disponemos de un plazo improrrogable. La declaración por escrito de los socialistas tranquiliza a medias. Podría haber sido más explícita en relación con la solicitud de los nacionalistas catalanes de un referéndum. Y ha faltado que fuera Pedro Sánchez el que la verbalizara. En la investidura de Feijóo, los problemas que se encuentran los españoles en su vida cotidiana han sido ignorados y no se ha presentado un programa de gobierno. Absorbidos por las demandas de los nacionalismos catalán y vasco, que no dejan de recordarnos que siguen ahí, la situación política va adquiriendo tintes de drama nacional.