Opinión | DESPERFECTOS
El imperio hipersónico
Los Estados Unidos y China compiten duramente en innovación tecnológica porque la tecnología definirá el futuro geopolítico
Un misil hipersónico se desplaza veinte veces más rápido que la velocidad del sonido. Diseñado para transportar bombas y cabezas nucleares, lo tienen China y Rusia, pero no unos Estados Unidos cuya supremacía tecnológica parecía consolidada. Si ahora la guerra de Ucrania altera el orden mundial posguerra fría, los poderes del imperio chino se multiplican. China influye en la trama de los países BRIC, invierte en los cinco continentes. Definitivamente, ¿es el siglo de Asia?
Josep Piqué decía en 'El mundo que nos viene' que, siendo irreversible el cambio del pivote estratégico hacia Asia, el peso occidental seguirá determinante: no habrá sustitución sino síntesis y el peso económico de las nuevas potencias sería compensado por un esquema de valores no ajeno a Occidente. El torneo no ha hecho más que comenzar. Ya circulan flotas de drones pilotados estrictamente por inteligencia artificial, como metáfora inquietante de un nuevo desorden mundial.
El Singapur tan pujante advierte que Occidente rehúsa adaptarse a la nueva era histórica. Según Kishore Mahbubani, se acaba el ciclo de dominio occidental: en 2001 el acontecimiento con más consecuencias históricas no fue el 11 de septiembre sino la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio.Hay una notable diferencia de percepciones entre Occidente y el resto del mundo, aunque también puede pecarse de optimismo asiático a pesar de Confucio, del mismo modo que la economía china tiene tropiezos.
Los Estados Unidos y China compiten duramente en innovación tecnológica porque la tecnología definirá el futuro geopolítico. O sea, que la vieja geografía entra en concubinato con la inteligencia artificial. Salvo Holanda, la Unión Europea ha tardado en hacer grandes inversiones en la industria de microprocesadores. Ahora intenta no ir rezagada en Inteligencia Artificial. Necesita más peso geopolítico, liderar o influenciar más. Está por lo que se define como la norma sin fuerza, pero la experiencia histórica demuestra que ejercer el poder normativo a veces requiere el respaldo de la fuerza. Cuesta creer que la Unión Europea haya logrado, por fin, un mundo postrágico. ¿Alcanzará la Unión Europea a ser una potencia normativa y, a la vez, una voluntad geopolítica? Haría falta una Europa más maquiavélica en su proyección global, eurorrealista, menos ensimismada en sus dilemas y más intencionada en defensa de sus intereses, dispuesta a rivalizar y competir. El año pasado, el “Compás Estratégico de la UE para seguridad y defensa” describía un panorama más bien hobbesiano, de tono sombrío. Mucho había cambiado desde 2003, cuando el análisis estratégico de la UE se pronunciaba con un euro-optimismo dorado. La guerra de Ucrania ha obligado al príncipe semidesnudo a ponerse la coraza.
La velocidad inaudita de los misiles hipersónicos, capaces de desplazarse casi a ras de tierra y muy difíciles de detectar tendrían –según el 'Wall Street Journal'- la potencia suficiente para alterar el equilibro estratégico que durante largo tiempo ha sostenido la política de defensa de Washington. En menos de una hora, un misil hipersónico puede atacar cualquier punto del planeta.
Acaban de transcurrir las cumbres de los países BRICS y, al poco, del G-20. Las cumbres del mundo global ya tienen algo de balneario con 'sherpas' que se afanan a menudo con el solo objetivo de redactar el comunicado final, que edulcore las rivalidades entre territorios. Tal vez tengamos que volver a hablar del mundo libre por contraste con una amalgama espinosa de autoritarismos, teocracias y estados fallidos. Será un mundo libre poco sólido si Trump regresa a la Casa Blanca, mientras China afila sus misiles hipersónicos.
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