Opinión | ANÁLISIS POLÍTICO

La educación y el ascensor social

La situación de la educación en nuestro país es, en fin, objetivamente mediocre

Unos niños, antes de entrar a clase en el inicio de curso.

Unos niños, antes de entrar a clase en el inicio de curso. / EFE

Las democracias parlamentarias, que son, como diría Churchill, los peores regímenes políticos a excepción de todos los demás, han de soportar algunas servidumbres debidas a la peculiaridad del modelo. En concreto, la división del tiempo político en legislaturas perturba los proyectos a medio y largo plazo, y la celebración periódica de elecciones desvía la atención desde los grandes asuntos que a todos interesan hasta la menudencia electoral, que nos distrae y poco aporta al interés común. En nuestro caso, desde mucho antes de las elecciones autonómicas y municipales de mayo, estamos absortos en procesos electorales y aún hemos de asistir a la investidura del presidente del gobierno, cuyo fracaso, si se produce, nos conducirá a otras elecciones, con lo que el país habrá estado paralizado casi un año, entretenido en estos menesteres.

Bajo ningún concepto podemos renunciar a estos procesos, de los que depende la integridad de la representación democrática, por lo que parecería lógico que nos hubiéramos entrenado ya para el complejo trabajo de hacer varias cosas al mismo tiempo. Sería necesario, en fin, que mientras votamos, continuásemos atentos a los problemas que afectan a la ciudadanía, y que no habría que postergar por el hecho de que se esté dirimiendo la gobernabilidad del país.

En estas últimas semanas, hemos recibido dos noticias que han discurrido sumergidas en el fragor de la batalla electoral de fondo: en pleno mes de agosto, se nos informaba de que decrece en España la igualdad de oportunidades, por lo que se nos está gripando el ascensor social. Y este mismo mes de septiembre, hemos sabido que el sistema educativo español es el que tiene más horas lectivas, pese a lo cual España lidera vergonzantemente el ranking del abandono escolar.

Sobre el primer asunto, el Instituto de Estudios Fiscales del Ministerio de Hacienda ha publicado y difundido un trabajo de tres profesores del Departamento de Economía de la Universidad de Gerona del que se desprende que la desigualdad de oportunidades se ha disparado en nuestro país. Hay igualdad de oportunidades cuando un mismo esfuerzo es recompensado de igual manera, sea cual sea la posición de la persona, su lugar de nacimiento y su ubicación en la escala social. Pues bien: si en 2005 la desigualdad de oportunidades era responsable del 43,4 % de la desigualdad total (en la que intervienen también otros factores), en 2019 ha alcanzado el 68% (el índice de Gini, en el que 0 es la igualdad absoluta y 100 la máxima desigualdad, ha pasado del 37% al 45%).

Como es bien sabido, el mejor nivelador social que existe en todas las sociedades es el sistema educativo, y el nuestro no parece haber salido de su proverbial mediocridad sino al contrario. El informe de indicadores de la OCDE «Education at a glance 2023» (hay una versión para España proporcionada por el Ministerio de Educación llamada «Panorama de la educación») muestra algunas mejorías respecto a diez años atrás, aunque resultan claramente insuficientes en conjunto.

En resumen, se informa de que los alumnos españoles de secundaria reciben 1.057 horas anuales en el colegio, 181 horas más que la media de la UE25 y 141 horas más que la media de la OCDE y, sin embargo, eso no los sitúa en los primeros puestos en la educación internacional, sino al contrario. En primaria, son 792 las horas lectivas, lo que supone 55 horas más que la media de la UE25 y 12 horas menos que la media de la OCDE.

Pese a esta aparente mayor dedicación, la sobrecarga lectiva no es beneficiosa porque impide que haya tiempo para reforzar a los que van más rezagados, se desdoblen aulas y se bajen ratios. Medidas y estrategias que son muy útiles para reducir el abandono escolar, otro de los aspectos en los que España también destaca negativamente. Actualmente, la tasa de abandono se sitúa en el 13,9% (entre 18 y 25 años), tan solo superada por Rumanía, aunque los jóvenes de 25 a 34 años que solo tienen estudios básicos son el 26,5% de la población. La cifra es más aparatosa si se desglosa por sexos ya que la tasa de abandono temprano en la educación y la formación sigue siendo mayor entre los chicos (16,5%), que entre las chicas (11,2%), con una diferencia significativa de 5,3 puntos porcentuales.

La situación de la educación en nuestro país es, en fin, objetivamente mediocre y los expertos advierten de que, aunque la cuantía de la financiación educativa sea un factor importante para asegurar la calidad, lo realmente determinante es el modelo, que en nuestro país ha sido objeto de vaivenes incesantes (actualmente se está implementando la ley Celáa, que tampoco consiguió consenso transversal).

Aunque la educación no puede escapar a las polémicas ideológicas, el sistema, en todo lo que tiene de prestación de un servicio público, sí habría de lograr una estabilidad que lo beneficiaría. Por supuesto, no es fácil conseguir una síntesis que complazca a una gran mayoría, pero los partidos no deberían desistir del empeño hasta lograr el objetivo.