Opinión | POLÍTICA Y MODA

Manual básico de machismo gestual en el trabajo

Aún hay hombres preguntándose porque el piquito de Luis Rubiales a Jenni Hermoso ha generado tanta indignación

Momento de la polémica celebración de Luis Rubiales con Jenni Hermoso tras la conquista del Mundial femenino.

Momento de la polémica celebración de Luis Rubiales con Jenni Hermoso tras la conquista del Mundial femenino. / C. GALLARDO / T. CALLEJA| HANDOUT

¿Apretón de manos o dos besos?

Así como el apretón de manos se ha establecido como el saludo profesional; el beso se considera de índole doméstico (y se reserva a la mujer porque hasta hace poco ese era el único espacio que se le otorgaba). Por ello, muchas mujeres insistimos en alargar la mano. No sólo porque exijamos recibir el mismo trato que nuestros compañeros; también porque el beso implica la invasión de nuestra zona íntima. Sin embargo, ninguna de las dos opciones más corrientes al saludarse en occidente está mal siempre que se aplique la misma fórmula con todos los interlocutores, indistintamente del género. Emmanuel Macron, quien quiso recuperar el saludo francés desde que llegó al Elíseo, emplea los dos besos para todos los mandatari@s. Igualité

¿Cómo saber que no quiere los dos besos?

En general, y en un entorno estrictamente laboral, preferimos dar la mano. Para evitar los dos besos, las mujeres hemos aprendido a adelantarnos al saludo del otro y extender el brazo para dejarlo claro. Aún así, hay muchos hombres que aprovechan ese gesto para pegarnos un tirón e imponer los besos. Normalmente este tipo de espécimen practica la maniobra con una sonrisa burlona de "no seas tonta, mujer". Es el mismo que si no consigue besuquearnos, nos estrujará la mano hasta dejarnos la huella marcada.

¿Un piquito?

Obviamente, el beso fuera de las mejillas o la mano (sea en labios, frente, cuello, espalda...) se considera una muestra de afecto íntima que no tiene cabida en el ámbito laboral ni profesional. Aún pidiendo permiso, si quien lo solicita tiene mayor jerarquía o rango que la otra persona puede comportar un abuso de poder. Y si la tomas por la cabeza (inmovilizas), el piquito lo estás imponiendo...

"Es que ya no sabes cómo acercarte..."

Es la queja de todo hombre que ha visto su supremacía cuestionada y revisionada. Sin embargo, es cierto que existen diferencias en cómo nos comunicamos corporalmente hombres y mujeres. Una de las más importantes tiene que ver con las distancias. Existen cuatro distancias: la pública (en un concierto o conferencia); la social (la que mantuvimos durante la pandemia); la personal (la habitual entre amigos o compañeros) y la íntima (reservada sólo para padres, hijos, pareja o mascota). Como cualquier otro animal, si alguien penetra sin nuestro permiso en nuestra zona íntima, es probable que respondamos al ataque: luchando, huyendo o intentando pasar desapercibidos.

Es un acto prácticamente reflejo y es muy difícil de controlar: hasta el Papa Francisco golpeó la mano de una feligresa que le tiró del brazo. Pero en el caso de las mujeres, si un hombre invade o merodea por nuestra zona personal (no hace falta que sea ni siquiera la íntima), el cerebro se preparará para una agresión. Y así como muchos hombres responderían ante la intimidación de otro hombre con un puñetazo o grito, las mujeres no solemos reaccionar de forma agresiva (por educación y porque en general sabemos que tenemos menor fuerza física). Lo que hacemos es hacernos pequeñitas (intentar pasar desapercibidas y evitar el conflicto), muchas veces bajando la cabeza, sonriendo o no diciendo nada. Así que mantengan las distancias.

"Pero ella sonreía"...

Las mujeres sonreímos más que los hombres. Pero sonrisas hay de muchos tipos: desde la sonrisa de felicidad o enamoramiento a la de miedo o venganza. La más habitual entre las mujeres en entornos laborales dominados por masculinidades tóxicas es la de "eres gilipollas". Si no sabéis diferenciar una sonrisa de otra; sería bueno observar el resto de gestos que acompañan a la sonrisa para descodificarla. Por ejemplo, si cuando le impones un pico a una jugadora ella no para de darte palmadas en el brazo quiere decir "PARA YA".

¿Quién pasa primero?

Algunos hombres se muestran desconcertados ante las nuevas pautas de educación y protocolo igualitarias. Una de las preguntas que más se plantean es por qué alguna mujer puede llegar a ofenderse si se le cede el paso. En general, quien pasa último es quien alberga mayor poder. En una manada, el líder no pasa hasta que el resto está a salvo. Incluso en muchas visitas a Downing Street, es el presidente de los EEUU quien le cede el paso al primer ministro británico (inconscientemente, los estadounidenses siguen albergando un rol de superioridad). Por ello, a algunas mujeres les puede molestar que les abran la puerta o les dejen pasar si sólo mantienen ese gesto ante el sexo femenino. Si es por cortesía, lo harán independientemente de si es hombre, mujer o un perro. Por cierto, si la puerta es suficientemente grande, ¿por qué no pasan los dos a la vez? Las mujeres solemos hacerlo y tan bien.