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Interseccionalidad en la crisis climática

Las mujeres se llevan la peor parte en las olas de calor, ya que el aumento de las temperaturas amplifica los riesgos para su salud, las cargas de cuidado y la precariedad económica. De hecho, mueren el doble que los hombres durante las olas de calor.

Interseccionalidad en la crisis climática.

Interseccionalidad en la crisis climática. / Imagen de archivo / Pixabay

El cambio climático se acelera, trayendo olas de calor más frecuentes e intensas en todo el mundo. Las mujeres se llevan la peor parte, ya que el aumento de las temperaturas amplifica los riesgos para su salud, las cargas de cuidado y la precariedad económica. Comprender y abordar la intersección calor-género es un imperativo para gestionar un mundo que hierve. 

Según Naciones Unidas, las mujeres tienen 14 veces más probabilidades de morir durante los desastres climáticos en comparación con los hombres. Para Hilary Clinton, "el calor extremo tiene un impacto devastador en las mujeres trabajadoras"; factores como las diferencias fisiológicas, el menor acceso a los servicios sanitarios y la mayor vulnerabilidad a la violencia de género influyen. Los días más calurosos aumentan la probabilidad de parto prematuro. Golpes de calor, insuficiencia cardiovascular y enfermedad renal predominan en las mujeres. Factores biológicos, como un mayor contenido de grasa y menor sudoración, aumentan su susceptibilidad al estrés térmico. Además, las normas culturales a menudo confinan a las mujeres a entornos domésticos mal ventilados o con más ropa, amplificando el riesgo.

Analizando los datos de mortalidad de 35 países europeos, una población total de más de 543 millones de personas, los expertos han encontrado que en promedio las muertes relacionadas con el calor son un 56% mayores entre las mujeres. Subrayando la necesidad de abordar no solo las amenazas climáticas inminentes, sino también los factores sistémicos que hacen a las mujeres desproporcionadamente más vulnerables. 

En 2050, la anomalía podría cobrarse la vida de más de 200.000 mujeres al año solo en India, Nigeria y Estados Unidos. Además de ser físicamente más susceptibles a los efectos del calor, las mujeres tienen más probabilidades de ser responsables del cuidado de otras personas y de las tareas domésticas, que pueden verse agravadas por la temperatura. Enfriar a dependientes, conseguir agua y comida o planificar contingencias se vuelve más complicado. El trabajo no remunerado a menudo pasa inadvertido, arraigando aún más la desigualdad.

Las disparidades de ingresos se amplían, ya que ellas constituyen una gran parte de la fuerza laboral agrícola. Un estudio en 43 países ha estimado que el aumento de las temperaturas podría causar 80 millones de pérdidas de empleos para 2030 en estos entornos. En sectores informales como la venta ambulante también soportan igualmente la sobreexposición sin protección. Un poder de negociación limitado impide disponer de días libres a pesar de las condiciones climáticas. Los salarios exiguos implican que la adaptación, como la hidratación adecuada, los ventiladores o los refugios solares estén fuera de su alcance. Incluso en el empleo formal, la brecha salarial dificulta su capacidad para hacerle frente. El aire acondicionado es un lujo que no se pueden permitir muchos hogares. Las mujeres, con menos ingresos, tienen aún menos acceso. 

La discriminación en los derechos sobre la tierra y los servicios financieros también obstaculiza su resiliencia climática. A menudo carecen de garantías para obtener préstamos para instalar equipos de enfriamiento o hacer la transición a cultivos tolerantes al calor. En lugar de meros riesgos para la salud, los efectos del calor extremo arraigan las desigualdades de género más amplias. 

En perspectiva, el declive de la salud y la productividad de la fuerza laboral femenina no compensa por muchas razones, entre ellas las ramificaciones significativas en las propias economías; por ello, abordar la brecha de calor-género requiere no solo abordar el cambio climático en sí, sino también las desigualdades socioeconómicas que afectan a las mujeres. Trabajar en la educación, la atención médica y las oportunidades económicas es esencial. Igual que valorizar la economía de los cuidados. Necesitamos intervenciones climáticas que no solo sean sensibles a estas disparidades de género, sino que también se esfuercen por reducirlas. Las estrategias a largo plazo deben priorizar el fortalecimiento de la resiliencia socioeconómica de las que están más expuestas. 

Ante un planeta en ebullición, nuestro objetivo no debería ser meramente sobrevivir, sino crear un mundo mejor, más equitativo, justo y respetuoso. La respuesta al cambio climático necesita estar vinculada a la búsqueda de la igualdad. La acción climática colectiva debe reconocer y abordar estas vulnerabilidades; cualquier respuesta efectiva y adaptativa permanecerá incompleta sin su lado humano, particularmente el que afecta a la mitad de la población. La interseccionalidad del calor y el género es una realidad; es hora de que las políticas y los discursos lo reflejen.