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Entender a Puigdemont (1)

Desde hace seis años se ha sentido tratado como un objeto por quienes ahora le necesitan para desbloquear la investidura; lo más suave que le han dicho ha sido “fugado”

Archivo - El expresidente de la Generalitat de Catalunya Carles Puigdemont durante la sesión plenaria en el Parlamento Europeo en la que la Eurocámara ha suspendido su inmunidad, en Bruselas (Bélgica), a 9 de marzo de 2021.

Archivo - El expresidente de la Generalitat de Catalunya Carles Puigdemont durante la sesión plenaria en el Parlamento Europeo en la que la Eurocámara ha suspendido su inmunidad, en Bruselas (Bélgica), a 9 de marzo de 2021. / EUROPA PRESS

Un negociador de alto nivel que ha representado a los independentistas frente a Pedro Sánchez me decía que lo más difícil fue sentarse cara a cara con quien había tenido la sensación de que le había deshumanizado. Esa será la primera dificultad en la negociación de la investidura de Pedro Sánchez con Carles Puigdemont que desde hace seis años se ha sentido tratado como un objeto por quienes ahora le necesitan para desbloquear la gobernación de España. Lo más suave que le han dicho ha sido “fugado”. Bien es cierto que el efecto rebote ha sido que personas del entorno del expresident hayan hablado en más de una ocasión de los “colonos” para referirse a los catalanes que no piensan como ellos. Salir de ese bucle no será fácil. Es condición necesaria pero no suficiente. Puigdemont va a exigir ser reconocido como un actor político relevante. Y no va aceptar ninguna solución unipersonal.

Para entender a Puigdemont hay que poner foco también en sus circunstancias personales. Vive en Bruselas, ahora sin su familia y, desde la última resolución de los tribunales europeos, no se mueve de Bélgica al estar en cuestión su inmunidad como europarlamentario. Europa, por ahora, es su lugar en el mundo. En el hemiciclo le resultaría muy complicado justificar que vota junto a Vox contra Sánchez. Pero, en su cabeza, las próximas elecciones a las que se presenta personalmente son las europeas de mayo del 2024 con la intención de repetir si la justicia no se lo impide y con la voluntad de conseguir un voto más que Esquerra, aunque entre los dos resten. Conservar su escaño en Europa es prioritario para su estrategia de mantener viva su causa política mientras sus causas judiciales avanzan hasta conseguir su sueño de derrotar al Estado por lo que considera un déficit democrático. 

En este esquema, para Puigdemont no hay diferencia sustancial entre la abstención y el voto afirmativo, se trata de “hacer presidente a Sánchez” y eso no lo pactará una madrugada a oscuras como Mas pactó el Estatut con Zapatero.