Opinión | INTERNACIONAL

Policía malo, policía bueno

China quiere ser autónoma en el sector de los microchips y la Casa Blanca trata de impedírselo o, al menos, dificultárselo con su política de sanciones

El vicepremier chino Liu He y la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, se saludan durante su encuentro en Zurich, este miércoles.

El vicepremier chino Liu He y la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, se saludan durante su encuentro en Zurich, este miércoles. / EFE

Como en las películas, también en la política internacional hace falta muchas veces alternar los papeles de policía bueno y policía malo. Esta vez le ha tocado a la secretaria estadounidense del Tesoro, Janet Yellen, hacer el primer papel en su reciente viaje a China.

Se trataba de evitar una escalada del conflicto comercial y tecnológico entre EEUU y su principal rival económico por la política norteamericana en relación con China. Según declaró la propia Yellen al despedirse de Pekín, ambos países pueden mantener “saludables relaciones económicas” ya que el mundo es lo suficientemente grande como para admitir la prosperidad de ambas naciones.

No se mostró, sin embargo, tan optimista el profesor Wu Xinbo, decano del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Fudan, en Shanghái, según el cual las relaciones bilaterales sólo mejorarán si Washington cambia de política económica frente a China. Política que, según reconoce, en su papel de policía malo, el consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jack Sullivan, consiste en “proteger las ventajas tecnológicas” de EEUU frente a su rival asiático para continuar siendo el número uno en el mundo.

De ahí que Washington haga todo lo posible por dificultar el acceso de la República Popular China a los materiales que tan urgentemente busca para el desarrollo de su alta tecnología y de modo concreto la inteligencia artificial. Las sanciones estadounidenses van dirigidas a impedir que China consiga en el mercado mundial no sólo los microchips que necesita su industria, sino también las maquinas con las que fabricarlos.

China quiere ser autónoma en ese sector, y la Casa Blanca de Joe Biden trata de impedírselo o al menos dificultárselo con su política de sanciones. Es una estrategia potencialmente suicida, según advirtió en un informe el pasado mes de mayor el influyente instituto Peterson de Economía Internacional, con sede en Washington.

Si no se tiene mucho cuidado con la nueva política bautizada en inglés como “Outbound Investment Screening” (control de Inversiones dirigidas al exterior), ésta puede convertirse en un bumerán contra la propia economía norteamericana.

Con tal política, Washington quiere impedir que las inversiones norteamericanas en sectores como los semiconductores o la computación cuántica beneficien a países rivales y aun potencialmente enemigos. Pero muchas empresas norteamericanas como Tesla o Apple que producen también en China podrían verse perjudicadas de rebote si no se tiene mucho cuidado.

Ése fue con seguridad uno de los temas que trató con el viceprimer ministro chino para la Economía Internacional, He Lifeng, en su papel de policía bueno la secretaria del Tesoro norteamericano. Yellen aseguró a su interlocutor que el Gobierno de Joe Biden será muy cuidadoso, además de transparente, con esos controles para evitar abusos y con ellos una eventual escalada.

Lo importante de la visita era al parecer mantener los contactos con China, pero sin ceder lo más mínimo en el afán del Gobierno de Washington de impedir que China pueda dar alcance algún día a EEUU e incluso superarlo en el sector de la alta tecnología. No está de más recordar a este respecto la guerra comercial que llevó a cabo contra China el anterior ocupante de la Casa Blanca, el republicano Donald Trump.

Según un estudio del American Action Forum, los consumidores estadounidenses fueron los más perjudicados por los aranceles punitivos a las importaciones del gigante asiático. Sólo en 2021, esa guerra comercial les costó 48.000 millones de dólares, y los mayores perdedores fueron como siempre los más pobres.