Opinión | EXTREMADURA

María Guardiola, la beligerante

La líder del PP extremeño ha decidido dar la batalla cultural a la extrema derecha desde dentro de la derecha

María Guardiola en la sede de su partido en la capital emeritense.

María Guardiola en la sede de su partido en la capital emeritense. / JORGE ARMESTAR

María Guardiola, la líder del PP en Extremadura a la que la prensa afín a los conservadores empezó llamando ‘la Ayuso extremeña’, va camino de convertirse en la nueva bruja de esa derecha de la derecha de la derecha que nos dicen que no es ni neofascista ni franquista ni machista ni racista, sino tan solo unos liberales que creen en la libertad y que tuvieron un “divorcio duro”.

Para saber por dónde soplan los vientos derechistas siempre es conveniente escuchar a Federico Jiménez Losantos, que con su talento habitual ha bautizado a Guardiola como “la niña del alcornoque”, la ha enviado “a fregar” y le ha reprochado que "No ha tenido una idea propia en su vida más que repetir mantras de la izquierda”.

En las redes ya se llama a Guardiola “sanchista”, al parecer lo peor que se le puede decir a alguien hoy en la política española, y estamos a medio tuit de leer o escuchar que con ese apellido cómo se puede ser extremeña, española y candidata del PP. Igual alguien lo ha dicho, y me lo he perdido, que también puede ser, es muy difícil dar abasto. Con quien sí la han comparado es con Irene Montero, lo que ayuda a entender un par o tres de cosas que han pasado con las listas electorales de Sumar.

Recupero perfiles de Guardiola publicados durante la campaña electoral y los días inmediatos tras su victoria, y no parece que la líder del PP haya engañado a nadie. Ya entonces se la describía como centrista y moderada, defensora del derecho al aborto y de los derechos de la comunidad LGTBI. Es coherente, pues, y además no miente, cuando dice que Vox niega la violencia machista, criminaliza la inmigración y "pone una lona en Madrid donde tiran a la basura la bandera LGTBI".

La verdad, más allá de que es mujer, del PP y parecía que estaba escrito que alcanzaría el poder de la mano de Vox después de quedar segunda en las elecciones tras el socialista Guillermo Fernández Vara, no veo las comparaciones con Ayuso por ningún lado. Es lo que tienen los fervorosos voceros mediáticos del PP, que, obnubilados, ven Ayusos por todas partes, consideran a Vox uno de los suyos y creen escribir en prensa nacional cuando en realidad son plumillas de prensa de un cierto Madrid, fuerte, poderoso y rico, pero pequeñito en cuanto a tamaño.

Tienen razón aquellos que, desde las filas del PP, afean a Guardiola que haya dejado en mal lugar a sus compañeros, alcaldes ya en funciones, presidentes autonómicos ‘in pectore’, que gobernarán gracias a acuerdos de gobierno con Vox. Ni el PP de la Comunidad Valenciana ni el de Baleares salen muy bien parados en la comparación con el de Extremadura.

También aciertan quienes señalan que Guardiola contribuye a la imagen de un PP plural, que aspira a dominar el mapa político desde el centro fronterizo con el PSOE que añora a Alfonso Guerra hasta la derecha que cree que “las mujeres son más beligerantes porque carecen de pene". Y al revés: que Guardiola contribuye a la imagen de que Alberto Núñez Feijóo no tiene estrategia con Vox. Está por ver si la guerra cultural, que hasta ahora solo daba réditos a la derecha, no empieza a pasar factura a la derecha el 23-J, a partir de los pactos poselectorales. Veremos.

Siendo cierto todo ello, lo interesante de Guardiola es que ha construido un discurso de derechas que, al mismo tiempo, se desmarca de Vox. Es novedad, porque ni Feijóo ni Juan Manuel Moreno Bonilla han hecho algo parecido, lo suyo es más bien sorber y soplar al mismo tiempo. Hacía tiempo que no se oía, tal vez desde la intervención de Pablo Casado en la moción de censura contra Pedro Sánchez que presentó Vox: “Decimos no a la ruptura que usted busca, a la polarización que usted necesita, como Sánchez.

No a esa España a garrotazos, en blanco y negro, de trincheras, ira y miedo. No a ese engendro antiespañol que también patrocinan ustedes. Esa antipolítica cainita, de izquierda o de derecha destinada a hacer que los españoles se odien y se teman”, le dijo a Santiago Abascal. Y así le fue, no cabe llamarse a engaño.

Esa versión de Casado (hubo muchas más, contradictorias) se enfrentó a Vox en su pretensión de suplir al PP. Guardiola va más allá, ella sí sin complejos, y ha decidido dar la batalla cultural a Vox desde el PP. Y una actitud así es percibida como un riesgo para quienes la despellejan desde su papel de 'voxeros' de la derecha.

Si acaba habiendo repetición electoral en Extremadura, será de gran interés. Si Guardiola resiste o mejora, el mensaje resonará: otra derecha es posible en la batalla cultural. Si el tsunami que ha despertado la sepulta, se confirmará que en España, hoy, pesa más el rechazo al terrorismo de ETA que ya no existe y al independentismo catalán que a la pérdida de derechos y libertades de colectivos enteros.

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