Opinión | ARENAS MOVEDIZAS

Whisky, póker y exclusivas

El viejo periodismo que describe Jesús Fernández Úbeda en ‘Nido de piratas’ confronta con los nuevos aires que contaminan el oficio. Cualquiera con un teléfono, una cuenta en Twitter y dos comentarios en un periódico se cree su propio CEO y generador de opinión al mismo tiempo

Felipe Mellizo.

Felipe Mellizo.

La anécdota la pone Jesús Fernández Úbeda en boca de Arturo Pérez-Reverte en ‘Nido de piratas’ (Debate, 2023), el libro del primero sobre la historia del diario Pueblo, desde los años dorados bajo la dirección de Emilio Romero hasta que dejó de publicarse en 1984: «Hay una historia famosa y rigurosamente auténtica —me cuenta Arturo Pérez-Reverte—. Felipe Mellizo [periodista en aquel rotativo, luego presentador del Telediario de la Segunda Cadena, hoy La 2, antes UHF. Fallecido en 2000.] le dice a su mujer: ‘Oye, me mandan a hacer un reportaje a París. Voy a estar fuera 15 días’. ‘Vale, vale’. La mujer piensa: ‘Aprovecho y, con una amiga mía, me voy a visitar Moscú, que no lo conozco’. Ella se marcha a Moscú con la amiga y van a ver la tumba de Lenin en la Plaza Roja. Úbeda, de verdad: esto es rigurosamente cierto. Están en la cola y hay un tío delante, con un abrigo de piel y un gorro ruso, y le dice la amiga: ‘Ese es Felipe’. ‘¿Cómo va a ser Felipe, si está en París?’. ‘¡Coño, que ese es Felipe!’. Felipe estaba con una rubia impresionante. Se acerca la mujer de Felipe Mellizo a, efectivamente, Felipe Mellizo, y se vuelve loca: ‘¿Felipe?’. Respuesta de Felipe Mellizo: ‘Ochichoniaodoznia…’. ¡Se hizo pasar por ruso! Mientras, su mujer: ‘¡Hijo de puta! ¿Cómo me haces esto?’. Y el otro, insistiendo: ‘Ochichoniaodoznia’. Y el tío, haciéndose el indignado, se va. Le costó el matrimonio, claro».

Por boca de los profesionales que lo hicieron posible (José María García, Raúl Cancio, Raúl del Pozo, Rosa Villacastín, Julia Navarro, Pérez-Reverte, …), Fernández Úbeda se sirve de los avatares de una cabecera histórica para describir una forma de hacer periodismo, ni mejor ni peor que la actual, aunque sí escrupulosamente antagónica. Y digo bien avatares. El periódico llegó a tirar 251.000 ejemplares, salía a exclusiva diaria con textos de una gran calidad informativa y literaria, y todo ello, pese a la inestabilidad laboral en que se trabajaba en aquella casa, los métodos cuestionables para lograr la noticia, la guerra por la primicia entre compañeros (‘guerra’, literalmente), sometido todo a la lupa de los censores en un medio de los sindicatos verticales del franquismo, tremendo desafío en una redacción cuyos periodistas eran afines (cuando no militantes) al PCE, el PTE, CCOO o la UGT, como también a Fuerza Nueva y la Falange. Sean periodistas o no, les animo a que lean a Úbeda si quieren saber cómo se vadeaba en la profesión en los últimos años de la dictadura. El libro es una delicia.

Traer la noticia, publicarla antes que la competencia y contarla del mejor modo posible. La esencia del oficio continúa siendo la misma

Traer la noticia, publicarla antes que la competencia y contarla del mejor modo posible. La esencia del oficio continúa siendo la misma. La diferencia entre lo de hoy y lo que se cocía en redacciones como la de Pueblo y muchas otras estriba en el soporte y en el perfil de los profesionales. Yo he visto a compañeros manotearle el paquete de tabaco al entrevistado, beberse su whisky (en Pueblo no hacía falta, tenía su propia whiskería y se hacían timbas de póker y de mus que acababan al alba) y seguir con la mirada el vuelo de una máquina de escribir rumbo a la cabeza de un redactor, y aunque entra dentro de lo posible —y de lo más que probable­— encontrar a día de hoy anécdotas como la de Felipe Mellizo, el oficio progresa adecuadamente y goza de buena salud. A los descreídos les recomiendo tirar de memoria histórica o leer Nido de piratas. Y comparar.

Lo cual no es óbice para que entre los miles de terabytes de información que somos capaces de deglutir a diario, cualquiera con un teléfono, una cuenta en Twitter y dos comentarios en un periódico crea ser su propio CEO, generador de opinión al mismo tiempo y hasta respetable y fiable comunicador. Aquel nuevo periodismo de Tom Wolfe y Talese ya es antiguo, aunque válido en su finalismo, y ese viejo periodismo que describe Jesús Fernández Úbeda confronta con los nuevos canales tecnológicos que contaminan el oficio o con el camelo ese del periodismo ciudadano. Son tiempos de lo políticamente correcto. Existe una izquierda caviar y una derechita cobarde, y también asistimos al riesgo evolutivo hacia un periodismo 'woke’, que dice pero no dice, que enseña pero no muestra, no vaya a ofenderse alguno viendo un cadáver; que se mide en followers más que en credibilidad y rigor. Tipos como Mellizo tendrían (tienen) a los haters en fila de a uno. A estos últimos, nada más resolutivo que aquello pronunciado un día glacial en Moscú: Ochichoniaodoznia.