Opinión | ELECCIONES

Más allá de Francia

Marine Le Pen.

Marine Le Pen. / EFE

La ficción en estos tiempos parece enganchar más a la ciudadanía mundial que la vida política real, o al menos la que se manifiesta de forma tradicional. El Ala oeste de la Casa Blanca fue de las primeras series políticas lanzada hace más 15 años con millones de fans en todo el mundo, seguida de otras como House of Cards, o Borgen. De todas ellas, Baron Noir, parece la más realista, una caricatura de los entresijos de la política francesa especialmente de la fractura de la izquierda y del declive del partido socialista francés, donde no falta ningún ingrediente: financiación irregular de los partidos, guerras internas por el poder, la dificultad para romper los techos de cristal que se convierten en hormigón para las mujeres, la amenaza de la extrema derecha etc. En definitiva, una ficción en la que podemos reconocer hechos que nos parecen muy familiares a los vividos en los últimos tiempos.

Como ya se reconoce en alguno de los capítulos de la serie, la segunda vuelta de las elecciones francesas no son una elección más: su resultado condicionará fuertemente el tablero europeo ante la posible entrada de una extrema derecha que no solo amenaza los valores tradicionales de la gran Francia, sino que pone en jaque al actual proyecto europeo por las posiciones que la extrema derecha mantiene al respecto y sus conocidas relaciones con el Kremlin.

La pandemia de la covid-19 y la invasión de Ucrania por parte de Rusia había resucitado de alguna manera la unidad de acción de una UE tocada de muerte en los últimos años por el Brexit y por las diferencias internas en su seno. Así, la segunda vuelta de las elecciones francesas vuelve a llenar de fuerte incertidumbre el futuro europeo si la extrema derecha llega al Elíseo. De hecho, no es casual que Macron haya hecho de su presidencia de turno un eje importante de campaña, recuperando el concepto de poder asociado a la UE, la importancia de un modelo de defensa común de “una Europa que protege” y una Europa más reforzada.

En este contexto, algunos elementos son la clave para desencadenar el resultado final (que como ocurriera con Trump, los sondeos previos pueden ser incapaces de detectar dejando el partido abierto hasta el final): la alta abstención y la apatía mostrada por los franceses en la primera vuelta. El bloque abstención-blanco-nulo suma un 27% mientras Macron logra un 20%, es decir, el 80% de los franceses inscritos en las listas electorales no habrán votado por el futuro presidente en la primera vuelta, lo que supone un reto de futuro y que algunas organizaciones sociales pidan una reforma electoral.

La fuerte polarización, división y fragmentación de partidos tanto en el eje derecha como en la izquierda con los partidos tradicionales en caída libre y al borde de la desaparición y el fortalecimiento de movimientos más extremos, populistas o aparentemente nuevos. Todo ello favorecido por un lado por la falta de liderazgo unitario estratégico y transversal de la izquierda, con una fuerte ruptura generacional y de partidos que desdibuja cualquier proyecto progresista y condena al partido socialista a la fuga de votos tanto para el partido de Macron como al de Mélenchon sin capacidad alguna de tapar agujeros. Por otro, una estrategia de Macron y Le Pen reforzando la división establecida en su momento entre progresistas y nacionalistas, rompiendo la tradicional alternancia derecha-izquierda. Así, la gran incógnita final recae sobre la supervivencia del hasta ahora llamado "frente republicano" contra la extrema derecha, es decir, sobre la abstención y el voto final de los seguidores de Mèlenchon que, según los últimos sondeos, y a pesar de los esfuerzos reiterados para evitar el apoyo a le Pen, no está claro si finalmente reforzarán suficientemente a Macron aunque sea de "muy mala gana".

Todo ello en un contexto donde todavía permanece en el ambiente el desafío de los chalecos amarillos, mientras vivimos una nueva crisis energética y las tensiones provocadas por la inflación que amenazan, una vez más, a la ciudadanía más vulnerable y siembra de dudas y preocupación el futuro inmediato. En el lugar donde se firmó acuerdo por el clima, hoy se ve más que nunca la necesidad de hacer una fuerte pedagogía sobre la transición ecológica para que esta sea vista como la verdadera solución de la economía verde e inclusiva y no como una amenaza. La misma amenaza que hoy se teme en Bruselas, en buena parte de los gobiernos europeos y en EEUU ante la posibilidad de una victoria de la extrema derecha que sin duda alguna tendría fuertes repercusiones más allá de Francia.