Opinión | CAMBIO CLIMÁTICO

La necesidad urgente de mirar hacia arriba

Nunca antes en la historia hemos tenido la capacidad para conocer con tanta precisión la realidad, para poder interpretarla y, lo que es más importante, para poder anticiparnos y tomar medidas a tiempo

Imagen promocional de la película de Netflix 'No mires arriba', protagonizada por Leonardo di Caprio, Meryl Streep y Jennifer Lawrence.

Imagen promocional de la película de Netflix 'No mires arriba', protagonizada por Leonardo di Caprio, Meryl Streep y Jennifer Lawrence.

En plena ola de ómicron, con una buena parte de la ciudadanía española confinada en casa, la última película de Leonardo di Caprio y Meryl Streep arrasaba en la plataforma Netflix. 'No mires hacia arriba' narra la historia de dos científicos frustrados después de descubrir que un cometa de gran tamaño se dirige hacia la Tierra y puede acabar con ella, si no se actúa de inmediato. A pesar de la precisión de los datos científicos y de la urgencia temporal por evitarlo, nadie (políticos, periodistas, ciudadanía,) parece querer verlo y mucho menos hacer nada para impedirlo.

Es una buena caricatura de lo que vivimos. Seguramente nunca antes en la historia hemos tenido la capacidad para conocer con tanta precisión la realidad, para poder interpretarla y, lo que es más importante, para poder anticiparnos y tomar medidas a tiempo. Dicho en otras palabras, nunca antes habíamos tenido menos excusa para intervenir y evitar algunas de las consecuencias devastadoras que hoy sabemos ocurrirán de no hacerlo, y sufrirán nuestros hijos e hijas. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) estima que es muy probable que el nivel de calentamiento global pase de 1,5ºC, y concluye que, "a menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera global e inmediata, no podremos evitar esa temperatura, lo que producirá un aumento de las olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las estaciones frías".

La evidencia científica es inequívoca: "el cambio climático es una amenaza para el bienestar humano y la salud del planeta". Ya tenemos ejemplos palpables: la ola de calor de Tokio en 2020 nunca vista antes, el hielo perdido de los glaciares afincados en tierra que no va a volver, como tampoco descenderá el nivel del mar lo que tiene ya consecuencias desastrosas sobre las zonas costeras, o los incendios de magnitud desconocida, muertes de coral a gran escala, o la silenciosa migración de especies hacia los polos o hacia las montañas. 

En este contexto, aunque se ha iniciado la adaptación al cambio climático, la mayoría de los países sigue en fase de preparación. Todavía hay tiempo para actuar y evitar los pronósticos, pero ya es muy corto. Es necesario incrementar la ambición y acelerar el proceso. No es conocimiento lo que falta, existe evidencia científica suficiente para saber lo que ocurre, sabemos qué hay que hacer y cómo hay que hacerlo. Ese fue el espíritu de la llamada Agenda 2030 y de los Objeticos de desarrollo Sostenible (ODS) que algunos confrontan abiertamente.

Es urgente actuar, pero la sociedad en su conjunto, como en la peli de Di Caprio, no parece querer verlo. Esto es lo que ha motivado a algunos científicos a elevar el tono de sus acciones a estos días para llamar la atención de la sociedad y de la política, atónitos ante la pasividad en la que estamos inmersos. El reto es urgente y complejo, y la clave está en identificar donde están los obstáculos, los detractores, retardadores y distractores en esa necesidad de cambio sistémico y profundo.

Son muchos los factores que determinan cómo hacemos que se mire hacia arriba y se garantiza que la evidencia científica llega adecuadamente a los tomadores de decisiones, a quienes influyen en la opinión pública, a la ciudadanía y a los sectores económicos, y es una responsabilidad  compartida. En primer lugar, de la clase política, que debe responsabilizarse de lo urgente, tomar la ciencia como necesaria base para tomar sus decisiones, y elevar la mirada de forma valiente sin tener en cuenta los réditos a corto plazo y los tiempos electorales. También del mundo científico, que están haciendo un gran esfuerzo, pero que no siempre pueden ir más allá de sus investigaciones, no tienen incentivos para ello, y no siempre encuentran el lenguaje y los canales adecuados. De la ciudadanía, que no siempre entiende las medidas valientes cuando las hay, ni están dispuesto a renunciar a determinadas costumbres. De los medios de comunicación, cuyas prioridades no responden a este interés y urgencia. De los sectores económicos, de ver más allá de su cuenta de resultados. De los jueces, que interpretan las leyes claves para gestionar el cambio climático y la salud pública.

La cuestión aquí es cómo crear canales y espacios que ayuden a tejer esas alianzas para avanzar, que fortalezcan y no debiliten a aquellos políticos que son cómplices, que amplifique la voz de la ciencia y que se aprovechen los canales creados como La asamblea ciudadana para el clima, o El dIa después, porque son escasos y valiosos. La evidencia científica es clara, pero ahora falta una acción concertada e inteligente que permita avanzar sorteando todos los obstáculos y creando los espacios de diálogo y de unidad de acción para que de una vez por todas, siendo conscientes de lo que tenemos entre manos, miremos hacia arriba.