Opinión | Crisis diplomática

Nuevo rumbo en el Sáhara Occidental no exento de riegos

Madrid opta por la ‘realpolitik’ en un contexto internacional mutable

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / José Luis Roca

Apoyar la solución autonomista para resolver el conflicto del Sáhara Occidental que defiende Marruecos desde 2007 se corresponde con el propósito perseguido por España de acabar con las incertidumbres sobre el futuro de Ceuta y de Melilla y zanjar una dilatada crisis diplomática de casi un año.

La decisión de Madrid de considerar el plan marroquí una base “seria y creíble” para encontrar una solución se corresponde con el brusco cambio experimentado en la escena internacional, con la necesidad de la OTAN de disipar cualquier amenaza en el flanco sur y con el propósito perseguido por el Ejecutivo de Pedro Sánchez de poner fin a las incertidumbres sobre el futuro de Ceuta y Melilla así como con la reiterada manipulación por parte de Rabat de los flujos migratorios.

Es comprensible que la nueva orientación de la política exterior española haya activado la reacción emocional de cuantos, durante décadas, han apoyado las reivindicaciones del Frente Polisario y del pueblo saharaui, pero es un hecho que la guerra de Ucrania, la debilidad de Naciones Unidas para hacer efectivo el referéndum de autodeterminación y las incógnitas derivadas de un nuevo multilateralismo obligan a introducir cambios en la ‘realpolitik’ entre los que el del Sáhara no será el último.

El nuevo rumbo no está exento de riesgos, a la luz del oportunismo tantas veces seguido por Marruecos en su relación con España. Y lo que es tanto o más importante, por el hecho de que Argelia, principal fuente de suministro de gas a España, es la potencia tutelar del exilio saharaui. El Gobierno cierra una crisis con Rabat pero abre otra con Argel que, acusando a España de una nueva “traición”, ha llamado a consultas a su embajador en Madrid.

Pero casi medio siglo después de la Marcha Verde, que liquidó la presencia española en el Sáhara Occidental, era improbable que tan vieja y arraigada crisis no pudiera experimentar algún cambio cuando todo muta a gran velocidad en el escenario internacional.